David Precht (1965) se ha convertido en uno de los filósofos
más populares de Alemania, con sus libros ya traducidos a 26 idiomas “¿Quién
soy yo?” (2015), “Amor, un sentimiento desordenado” (2011), “El arte de no ser
egoísta” (2014). Con el primero de los libros mencionados pretendía explicar la
filosofía a los más pequeños, y consiguió escribir una obra superventas. Precht
que estudió germanística y filosofía nació y creció en un hogar alemán “multicultural”,
con hermanos adoptados de otros continentes. Su tesis versó precisamente sobre
la obra de Musil “Der Mensch ohne Eingeschaften” y sus implicaciones filosóficas.
Hoy sigue siendo conocido por dirigir un programa mensual en la televisión
alemana que consiste en una entrevista “a fondo”, un verdadero cara a cara, con
filósofos, escritores, pensadores y autores de todos los ámbitos.
Esta entrevista es una buena prueba de su estilo inquisitivo
y curioso de todo lo humano. El entrevistado es el profesor de la Universidad de Mainz,
Thomas Metzinger (1958), filósofo conocido por su interés en la filosofía de la mente
y de la conciencia. Metzinger intenta tender puentes entre la filosofía
tradicional y las recientes investigaciones de la neurociencia, se preocupa de
lo que la ciencia puede aportar a la ética, al conocimiento de nuestras
posibilidades y de nuestro futuro como especie.
La entrevista comienza con una pregunta bien políticamente
incorrecta, sobre si las investigaciones de Metzinger no podrían resultar
sospechosas y molestas para las autoridades académicas de la facultad católica
en la que trabaja.
A partir de ahí siguen hablando sobre las diferencias y
relaciones entre religión, espiritualidad, ciencia, y por supuesto entre
cerebro y conciencia que es el gran misterio. Curiosamente Metzinger relaciona la
espiritualidad, que identifica con una dimensión individual con el saber y la
sinceridad con uno mismo y con los demás. Algo que se aleja según dice de la
religión organizada.
La antigua imagen del hombre, con el alma divina infundida
en el cuerpo, deja paso a una nueva imagen en la que el hombre, todo el hombre
procede de un proceso evolutivo ciego que hace de nosotros “hijos no queridos
del universo”. Es muy difícil pensar y pensarse como producto del azar, se
trata de un giro epocal que crea no poca inquietud en los espíritus.
Plantean el famoso problema humeano del yo inexistente, que
es la teoría que mejor se acomoda a la investigación científica sobre el
cerebro. Mientras desaparece el yo sustancial, aparece la imagen del yo como un
proceso, para el que las emociones son fundamentales como también especificara
David Hume.
Todas estas reflexiones a partir de la neurociencia dice
Metzinger no tienen porqué eliminar la creencia y la imagen de la inmortalidad
que puede nunca desaparezca de la humanidad.
Por supuesto el elemento social es clave para la conciencia
del yo, la imagen que los otros nos devuelven de nosotros mismos, y los
conceptos creados en la sociedad que compartimos y a través de los cuáles
juzgamos al otro. Nuestras expectativas de la acción del otro y viceversa
juegan un papel determinante.
El hombre se dibuja como ser de gran capacidad intelectual
sin duda, que al mismo tiempo y paradójicamente es hoy más consciente que nunca
de sus limitaciones.
Los retos que se plantean hoy al hombre, un ser tan
inteligente y depredador, se resumen en que no sabemos dice Metzinger cómo
trasladar todo el conocimiento a la mayoría de la población del planeta para
cambiar las conductas, cómo actuar sobre las emociones, que son las que dirigen
las conductas individuales, para pasar a un estado de conciencia más
responsable y lúcido.
Se plantean la cuestión de la solidaridad de la que los
humanos somos capaces, cómo fomentar la solidaridad global a partir de la
solidaridad de pequeños grupos.
En la segunda parte de la entrevista debaten sobre la “filosofía
erudición”, que todos hemos estudiado, y la necesidad que tiene la filosofía
sin abandonar la erudición, de abrirse a la investigación científica, tarea
nada sencilla pero en la que ya hay algunos pioneros discípulos de Metzinger que
combinan las dos formaciones. Es tan necesario el erudito que conoce a la letra
todos los comentarios de la Crítica
de la Razón
pura, como el filósofo que se introduce en cualquiera de los campos de
investigación sobre el hombre desde el punto de vista empírico como la
neurociencia o la sociología.
Todos los investigadores tienen la tentación de encerrarse
en su torre de marfil y no querer ensuciarse “comunicando” en los medios.
Metzinger sueña con una filosofía que vaya por delante de la
ciencia, dilucidando lo que tiene interés general y es bien consciente de un
vulgar materialismo que puede desarrollarse como consecuencia en parte de esa
nueva visión de nosotros mismos que nos ofrece la ciencia. Entre materialismo y
fundamentalismo religioso, es preciso una nueva propuesta que él llama “meditativa”
y que va en la línea de la “espiritualidad” que se distingue de la religión y
de la ciencia.
Los nuevos descubrimientos sobre el cerebro y el aprendizaje
deberían aportar al planteamiento de la educación, ¿por qué la escuela actual
mata de raíz la curiosidad, motor del aprendizaje? Descubrimos que el problema
de la transmisión del saber aunque con matices diferenciadores, afecta en
general a todos los países europeos. Concretamente la pérdida de la cultura
escrita y lectora se puede diagnosticar en los jóvenes que llegan a las
universidades alemanas. Algo falla en la comunicación intergeneracional y tanto
Precht como Metzinger avanzan interesantes propuestas de solución al respecto.
Metzinger habla de una “clase de meditación” en las escuelas para proteger a
los jóvenes de “todos los ladrones de atención” que le rodean.
En definitiva una interesante entrevista que abre nuevos
caminos para la filosofía y la educación.
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