domingo, 6 de septiembre de 2015

IDENTIDAD Y SOCIEDAD



David Precht (1965) se ha convertido en uno de los filósofos más populares de Alemania, con sus libros ya traducidos a 26 idiomas “¿Quién soy yo?” (2015), “Amor, un sentimiento desordenado” (2011), “El arte de no ser egoísta” (2014). Con el primero de los libros mencionados pretendía explicar la filosofía a los más pequeños, y consiguió escribir una obra superventas. Precht que estudió germanística y filosofía nació y creció en un hogar alemán “multicultural”, con hermanos adoptados de otros continentes. Su tesis versó precisamente sobre la obra de Musil “Der Mensch ohne Eingeschaften” y sus implicaciones filosóficas. Hoy sigue siendo conocido por dirigir un programa mensual en la televisión alemana que consiste en una entrevista “a fondo”, un verdadero cara a cara, con filósofos, escritores, pensadores y autores de todos los ámbitos.






Esta entrevista es una buena prueba de su estilo inquisitivo y curioso de todo lo humano. El entrevistado es el profesor de la Universidad de Mainz, Thomas Metzinger (1958), filósofo conocido por su interés en la filosofía de la mente y de la conciencia. Metzinger intenta tender puentes entre la filosofía tradicional y las recientes investigaciones de la neurociencia, se preocupa de lo que la ciencia puede aportar a la ética, al conocimiento de nuestras posibilidades y de nuestro futuro como especie.

La entrevista comienza con una pregunta bien políticamente incorrecta, sobre si las investigaciones de Metzinger no podrían resultar sospechosas y molestas para las autoridades académicas de la facultad católica en la que trabaja.
A partir de ahí siguen hablando sobre las diferencias y relaciones entre religión, espiritualidad, ciencia, y por supuesto entre cerebro y conciencia que es el gran misterio.  Curiosamente Metzinger relaciona la espiritualidad, que identifica con una dimensión individual con el saber y la sinceridad con uno mismo y con los demás. Algo que se aleja según dice de la religión organizada.

La antigua imagen del hombre, con el alma divina infundida en el cuerpo, deja paso a una nueva imagen en la que el hombre, todo el hombre procede de un proceso evolutivo ciego que hace de nosotros “hijos no queridos del universo”. Es muy difícil pensar y pensarse como producto del azar, se trata de un giro epocal que crea no poca inquietud en los espíritus.
Plantean el famoso problema humeano del yo inexistente, que es la teoría que mejor se acomoda a la investigación científica sobre el cerebro. Mientras desaparece el yo sustancial, aparece la imagen del yo como un proceso, para el que las emociones son fundamentales como también especificara David Hume.

Todas estas reflexiones a partir de la neurociencia dice Metzinger no tienen porqué eliminar la creencia y la imagen de la inmortalidad que puede nunca desaparezca de la humanidad.
Por supuesto el elemento social es clave para la conciencia del yo, la imagen que los otros nos devuelven de nosotros mismos, y los conceptos creados en la sociedad que compartimos y a través de los cuáles juzgamos al otro. Nuestras expectativas de la acción del otro y viceversa juegan un papel determinante.
El hombre se dibuja como ser de gran capacidad intelectual sin duda, que al mismo tiempo y paradójicamente es hoy más consciente que nunca de sus limitaciones.

Los retos que se plantean hoy al hombre, un ser tan inteligente y depredador, se resumen en que no sabemos dice Metzinger cómo trasladar todo el conocimiento a la mayoría de la población del planeta para cambiar las conductas, cómo actuar sobre las emociones, que son las que dirigen las conductas individuales, para pasar a un estado de conciencia más responsable y lúcido.
Se plantean la cuestión de la solidaridad de la que los humanos somos capaces, cómo fomentar la solidaridad global a partir de la solidaridad de pequeños grupos.

En la segunda parte de la entrevista debaten sobre la “filosofía erudición”, que todos hemos estudiado, y la necesidad que tiene la filosofía sin abandonar la erudición, de abrirse a la investigación científica, tarea nada sencilla pero en la que ya hay algunos pioneros discípulos de Metzinger que combinan las dos formaciones. Es tan necesario el erudito que conoce a la letra todos los comentarios de la Crítica de la Razón pura, como el filósofo que se introduce en cualquiera de los campos de investigación sobre el hombre desde el punto de vista empírico como la neurociencia o la sociología.
Todos los investigadores tienen la tentación de encerrarse en su torre de marfil y no querer ensuciarse “comunicando” en los medios.

Metzinger sueña con una filosofía que vaya por delante de la ciencia, dilucidando lo que tiene interés general y es bien consciente de un vulgar materialismo que puede desarrollarse como consecuencia en parte de esa nueva visión de nosotros mismos que nos ofrece la ciencia. Entre materialismo y fundamentalismo religioso, es preciso una nueva propuesta que él llama “meditativa” y que va en la línea de la “espiritualidad” que se distingue de la religión y de la ciencia.

Los nuevos descubrimientos sobre el cerebro y el aprendizaje deberían aportar al planteamiento de la educación, ¿por qué la escuela actual mata de raíz la curiosidad, motor del aprendizaje? Descubrimos que el problema de la transmisión del saber aunque con matices diferenciadores, afecta en general a todos los países europeos. Concretamente la pérdida de la cultura escrita y lectora se puede diagnosticar en los jóvenes que llegan a las universidades alemanas. Algo falla en la comunicación intergeneracional y tanto Precht como Metzinger avanzan interesantes propuestas de solución al respecto. Metzinger habla de una “clase de meditación” en las escuelas para proteger a los jóvenes de “todos los ladrones de atención” que le rodean.
En definitiva una interesante entrevista que abre nuevos caminos para la filosofía y la educación.

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