domingo, 17 de noviembre de 2013

DE LA INVESTIGACION DEL CEREBRO A LA MEDITACIÓN

Entrevista traducida por Ana Azanza

"Congregados los sentidos, surge el alma" 

Bioy Casares



¿Cómo hace nuestro cerebro para crear la imagen de uno mismo?

El físico Christof Koch (1956) investiga el origen de nuestra conciencia.
Nuestro cerebro está formado por kilo y medio de agua, proteína y grasa. ¿Cómo es posible que de esa tambaleante masa puedan salir todas nuestras vivencias? Los pensadores más optimistas se asustan ante la pregunta. Christof Koch sin embargo afirma que el enigma de la conciencia se puede descifrar. Causan sensación sus experimentos con los que ha descubierto las células del cerebro que reconocen a las estrellas de Hollywood.
El millonario Paul Allen de Microsoft ha invertido una fortuna en el  Allen Institute for Brain Science en Seattle, dirigido por Christof Koch. Es vegetariano, porque dice que incluso en los gusanos se puede reconocer huellas de la conciencia.
ZEITmagazin: Señor Koch,¿podemos a la vez hablar y disfrutar conscientemente de la comida?
Christof Koch: Probablemente no. La conciencia requiere normalmente atención. Y por lo general sólo se puede estar atento a una sola cosa. Cualquier otra cosa la enmascara. Si está usted en una conversación muy animada, aunque las papilas gustativas de su lengua se exciten, notará poco el sabor de la comida.
ZEITmagazin: La atención es por tanto un filtro. ¿Qué es la conciencia?
Koch: Su experiencia interior. Saborea la sal de la hoja de lechuga, en el momento siguiente ve usted la imagen de mi cara. De esta forma dispensa su atención a las impresiones sensoriales. Pero todo eso no basta. Porque la percepción sensorial sólo valora señales físicas: las moléculas que rozan su lengua, las ondas lumínicas que llegan a sus ojos. De esta forma tenemos sensaciones, un sabor, una imagen. Pero la conciencia es algo muy diferente, esa vivencia tiene que originarse en algún lugar de las catacumbas de nuestro cerebro. Cómo ocurre eso es una gran misterio.
ZEITmagazin: La mayoría de la gente se maravilla de ello. Les parece lo más evidente del mundo que su vida sea como ver una película.
Koch: ¿Piensa el pez en el agua en la que nada? Así nos pasa con la conciencia, que la echamos en falta cuando desaparece. Sólo en el sueño profundo, narcosis o en graves secuelas mentales tras un accidente reconocemos que la conciencia no es algo que pertenezca de manera necesaria a nuestra vida.
ZEITmagazin: Usted se ha dedicado a investigar la conciencia desde hace 30 años. ¿Qué le llevó al tema?
Koch: La conciencia es el presupuesto de todo conocimiento. ¿Cómo puedo darme cuenta de que el universo existe? ¿Y cómo puedo saber que yo mismo existo? Sólo porque tengo vivencias de las dos cosas. La conciencia es lo único de lo que podemos estar verdaderamente seguros. Aquí coincido con Descartes.

ZEITmagazin: "Cogito ergo sum", Pienso luego soy. Aunque no entiendo por qué subraya tanto el pensar. Me parece más esencial sentir, yo hubiera dicho “siento luego soy”.
Koch: Creo que Descartes quiere decir eso: Puedo imaginar cualquier cosa posible, por ejemplo que una mujer muy atractiva me quiere, y sin embargo equivocarme. Pero sobre el hecho de que tengo una experiencia interior, no puedo equivocarme. Quizás hoy Descartes hubiera dicho "soy consciente luego existo". Que hay conciencia es la propiedad fundamental del universo en el que vivo. Para mí es un enigma cómo la ciencia ha evitado esta pregunta durante tanto tiempo.
ZEITmagazin: Usted habló una vez de "mi deseo irresistible de justificar mi creencia en que la vida tiene un sentido". Y esta exigencia le ha llevado a la búsqueda de los orígenes de la conciencia. Me parece sorprendente.
Koch: A un científico no debería preguntársele por lo que le atrae.
ZEITmagazin: Se lo pregunto como persona.
Habla sobre su educación católica, fue monaguillo, estudió con los jesuitas que le hablaron de un sistema espiritual de relaciones y calmaron así su búsqueda de sentido. Pero como físico en el laboratorio había otro mundo, los hechos, la ciencia explica las cosas de otro modo. Vivió en un mundo dividido y entonces se encontró con Crick, el científico que junto con Watson descubrió el ADN por lo que recibieron el premio Nobel. Habían descubierto el secreto de la herencia, y se interesaba por la conciencia. Empezaron a trabajar juntos a principios de los años 80.
Las religiones se preocupan mucho de la conciencia, es una cuestión central. Y dan respuestas más fáciles que las de la ciencia. Pero el cerebro es de una complejidad inimaginable.
Koch: En el volumen de un grano de arroz hay casi un millón de células nerviosas. Y se unen entre sí por medio de unos dos mil millones de sinapsis. Si desenrolláramos el mínimo cableado en toda esta impresionante masa cerebral, necesitaríamos unos 20 km. En ese grano de arroz tenemos unos 100 tipos diferentes de neuronas. No lo sabemos con precisión. Cada vez que queremos saber algo sobre el cerebro nos damos cuenta de que es mucho más complejo de lo que pensábamos. A esa complejidad le debemos la conciencia.


ZEITmagazin: Y aunque haya investigado el cerebro en sus menores detalles, el problema sigue sin resolverse. Siempre queda esa experiencia interior sin explicar. Ningún microscopio ni aparato de medida nos la puede explicar. Para entender cómo vivimos cada cual tiene que mirar dentro de sí mismo. ¿Cómo quiere descubrir si el café nos sabe igual a los dos?
Koch: Puedo acercarme a su conciencia sin alcanzarla totalmente. Pero nuestros cerebros funcionan de manera parecida. Si no, no sería posible que una novela o una ópera emocionara a millones de personas. La antigua tragedia de Tristán e Isolda que Richard Wagner compuso hace más de 130 años todavía nos afecta porque todos hemos estado enamorados alguna vez. Hoy disponemos de nuevas posibilidades para investigar estos procesos. Podemos leer patrones de actividad en el cerebro.

Josh Brolin

ZEITmagazin: ¿qué quiere decir eso?
Koch: En mi laboratorio trabajamos desde hace diez años con neurocirujanos que implantan electrodos para investigar en las “cocinas” de los ataques. Mientras esos electrodos permanecen en el cerebro podemos experimentar con ellos. A veces les mostramos imágenes para ver como reaccionan las neuronas conectadas a los electrodos. A veces son fotos de actores que están en Hollywood a unas pocas millas de la clínica. Una vez tuvimos una mujer que trabajaba en los estudios y que conocía personalmente a Jennifer Aniston. Cada vez que le mostrábamos esa foto se disparaba la misma neurona. Extrañamente esa neurona respondía sólo a Aniston, no con otra actriz ni con ninguna otra rubia. En otros cerebros hemos encontrado neuronas que sólo reaccionan con Halle Berry o Bill Clinton.
ZEITmagazin: ¿Es la señal de una experiencia consciente?
Koch: Esa paciente decía: "Veo claramente a Jennifer Aniston". Y la misma neurona no sólo reaccionaba con la foto sino también cuando se le mostraba la palabra “Aniston” escrita o se la decíamos en voz alta. Aparentemente tenemos grupos especializados de neuronas para todas las cosas con las que estamos familiarizados, células grises para nuestra pareja, nuestros hijos, nuestra mascota, nuestro coche e incluso para los famosos.
ZEITmagazin: Y si de estas células se derivan señales se pueden leer los pensamientos.
Koch: Sí. Uno de mis doctorandos unió los electrodos a un proyector. Cuando sólo se dispara una célula gris, el aparato muestra la imagen correspondiente. En un paciente por ejemplo había muchas neuronas codificadas para Marilyn Monroe, otro para Josh Brolin. En cuanto el paciente pensaba en Marilyn, aparecía la famosa foto en la que la falda se levanta y cuando pensaba en Brolin la correspondiente foto de Bild. Si la persona dudaba se podía ver una superposición de las dos imágenes, una mezcla de Marilyn y Brolin. Mostramos esas proyecciones a los pacientes. A través de la retroalimentación aprendían a controlar sus pensamientos y con ello sus neuronas.


ZEITmagazin: El espíritu domina la materia.
Koch: ¿Quién controla a quién? Diría que una parte del cerebro domina a la otra. Si le pido a un paciente que en los siguientes diez segundos piense en Marilyn, esta instrucción se almacena en memoria a corto plazo, en la frente del cerebro. Las células grises son aquí influidas por las neuronas más profundas que se ocupan de los recuerdos a largo plazo. Lo mismo pasa cuando usted reprime un impulso de tomarse un postre por ejemplo. Una parte de su cerebro quiere disfrutar ahora, pero la otra parte calcula las consecuencias a largo plazo en la salud y detiene su acción de coger el menú. Esto lo llevan a cabo las regiones tras la frente. Con determinadas técnicas de meditación se puede entrenar esta capacidad de control.
Concentrarse hasta que el yo desaparezca
ZEITmagazin: Así se aprende a autocontrolarse.
Koch: Me impresiona cuánto se puede hacer con esas prácticas. La mayoría de la gente piensan y hacen lo que les dicta su impulso. Tienen hambre, comen. Les viene a la cabeza una preocupación, se preocupan por ella. Como un velero que es empujado según sopla el viento. Pero quien medita durante mucho tiempo puede independizarse de esos influjos. Las personas que se han entrenado mucho en la meditación pueden evitar totalmente las sensaciones de dolor. Del mismo modo que sople de donde sople el viento el barco sigue su rumbo. Pueden concentrarse durante muchas horas en una sola cosa. Desgraciadamente este nivel de concentración tiene un precio muy alto, hay que entrenar durante muchos años.

ZEITmagazin: Como cualquier cosa que se quiera dominar.
Koch: Sí es una capacidad extrema. El que la consigue te dice que ha necesitado entrenar seis horas diarias durante 20 años.
ZEITmagazin: ¿Lo ha intentado?
Koch: Sí pero me pregunté si merecía realmente la pena pasar la mitad de mi vida despierto en la posición del loto meditando en la nada. Cuando esté muerto descansaré. Prefiero hacer otras experiencias, así que decidí tomar otro camino.
ZEITmagazin: Corre la Maratón en Death Valley y escala montañas.
Koch: todo eso tiene un gran parecido con la meditación, hay que concentrarse de forma extrema en lo que se hace. De esa forma desaparece la conciencia del yo, ese crítico interior que siempre nos acompaña. Cuando se anda durante horas por la montaña, se acerca uno a una región sin tiempo, se puede llegar a caer en la dependencia de esta práctica.
ZEITmagazin: Comprendo muy bien lo que dice. Yo también escalaba. No se piensa. Es como si no fuera yo el que escalara sino que “se me escala”.
Koch: Porque desaparece el Ego. Esto nos hace felices. Los psicólogos lo llaman Flow.
ZEITmagazin: En esos momentos la conciencia está llena de una sola fuerte experiencia: Estoy aquí. Existo. La vivencia interna se vuelve sencilla.
Koch: Sin embargo se siente la presencia del cuerpo en las inmediaciones. El mundo exterior se bambolea siempre como lo opuesto también cuando se escala. Se puede ver la más pequeña hendidura en la piedra. Está claro donde está el sol, dónde cuelga la cuerda y donde queda el último agarre de seguridad.
Edurne Pasaban escalando

ZEITmagazin: Todo se funde en un sentimiento unitario. Mi cuerpo, el sol, la cuerda: Lo que percibo siempre está relacionado con lo demás. Ya no hay particularidades, el mundo parece ser un gran todo.
Koch: Esa reconciliación es el proceso a través del que se origina la conciencia. Cuando se amontona información como en el disco duro de un ordenador no puede haber conciencia. Nuestro cerebro está hecho de tal manera que puede enlazar unos datos con otros. A través de esa integración podemos tener experiencias conscientes.
ZEITmagazin: ”Cuando se congregan los sentidos surge el alma” así lo expresó Bioy Casares, un escritor argentino amigo de Borges.
Bioy Casares (1914-1999)
Koch: ¡Muy poético! Entre tanto hemos desarrollado una fórmula matemática que describe cómo la reunión de la información hace posible la conciencia.
ZEITmagazin: En Occidente solemos creer que la conciencia tiene mucho que ver con nuestro pensamiento, cuando nos topamos con Casares y con su teoría nos sentimos engañados. Porque seríamos conscientes, de que no poco nos sirve articular la información, como al escalador en la pared.
Koch: O como un monje que medita. Quizás sería posible medir la conciencia. Giulio Tononi, un colega de la Universidad de Wisconsin, ha desarrollado un instrumento con el que analiza con qué corrientes de un impulso magnético reacciona el cerebro y calcula el nivel de conciencia.
ZEITmagazin: Suena a ciencia ficción.
Koch: ¿Ha visto Star Trek? Tienen un aparato con el que pueden escanear el estado interno de las criaturas extrañas. Tononi expone sus resultados en revistas prestigiosas.
ZEITmagazin: ¿Qué pretende con ese aparato?
Koch: Medir el estado de conciencia de los pacientes en coma Wachkoma. Esos pacientes no reaccionan a los estímulos externos. Pero pueden sentir algo aunque no son capaces de comunicarlo. Sus parientes y médicos no saben qué hacer.
ZEITmagazin: ¿Se podría probar esa máquina en los animales?
Koch: No se ha intentado. Pero para saber que tienen conciencia no hace falta ningún aparato. Desde pequeño he convivido con animales y puedo decir que tienen sus propios estados internos. Están manifiestamente contentos, tristes, curiosos o temerosos.
ZEITmagazin: Y dado que usted reconoce en sí mismo esos estados, deduce que su perro también debe ser consciente de lo mismo.
Koch: Claro. Mire dos perros en el parque. Se divierten juntos. ¿Puede usted pensar que no son felices? A veces me pregunto si los perros no están siempre en ese estado de "Flow". Viven más el aquí y ahora. Me parece que son más felices que nosotros, ¿no es eso quizás lo que mucha gente llaman “estados superiores de la conciencia”?
ZEITmagazin: Al final los perros son "iluminados".
Koch: Quién sabe. Sin embargo le puede dar un par de argumentos científicos. Si le muestro en el microscopio un trozo de cerebro del tamaño de un grano de arroz casi no puede distinguir si se trata de un ratón, de un perro o de un hombre. La gran diferencia está solo en que el ratón tiene un gramo de cerebro y el hombre 1500.
ZEITmagazin: El cerebro de un elefante pesa cuatro kilos. Pero por lo visto tiene menos neuronas que el nuestro.
Koch: Justamente. Nuestra capacidad de cálculo es mayor si quiere. Por lo que somos capaces de mayor comprensión, tenemos recuerdos de nuestra biografía y autoconciencia.
ZEITmagazin: Quiere usted decir que soy consciente de que soy yo y nadie más.
Koch: Mi perro no puede pensar: "Mi cola se mueve hoy, quizás me falta algo". Pero sería absurdo negarle la conciencia por ello. Todos los mamíferos y probablemente todos los animales pluricelulares tienen conciencia.
ZEITmagazin: ¿También las lombrices?
Koch: Charles Darwin escribió un libro hace 130 años sobre las lombrices y se preguntó por qué motivo esas criaturas no tendrían conciencia y no encontró ninguno. Las facultades espirituales se han desarrollado poco a poco en la evolución, no han salido de repente. Por tanto no hay una frontera clara entre la lombriz y el hombre que separe lo consciente de lo inconsciente. Me parece bastante plausible pensar que la conciencia está bastante extendida en la naturaleza.
ZEITmagazin: Usted mismo ha estudiado durante 25 años la percepción visual y la conciencia. En su nuevo instituto de Seattle se dedica ahora al cerebro de los ratones. ¿Por qué ese cambio?
Koch: Me sentía cada vez más frustrado, para fundamentar la conciencia es preciso investigar las neuronas en acción. Ellas son los átomos de la conciencia. La investigación que llevo a cabo nos puede ayudar a conocer enfermedades como el autismo o la esquizofrenia. Trabajamos juntos cientos de biólogos, físicos, ópticos e informáticos.
ZEITmagazin: ¿Qué hacen?
Koch: Queremos construir un observatorio del cerebro, para ello colocamos en la bóveda craneal del ratón una lámina de plexiglas que no le molesta. Le dejamos que mire o tome decisiones y le lanzamos un rayo láser para ver qué neuronas están en acción.
ZEITmagazin: ¿Cuándo tendrán los hombres implantes de plexiglas en el cerebro?
Koch: No es posible, sería muy peligroso, para las personas necesitamos otras técnicas. Trabajamos en un atlas del cerebro. Para ello dividimos el cerebro en capas tan finas como un pelo. Así medimos las conexiones entre las neuronas y hacemos una fotografía de todos los genes activos. Para el cerebro de los ratones ya tenemos el atlas. Cada cual se lo puede descargar. Ratón u hombre no hay gran diferencia. La conciencia está en todo sistema suficientemente complejo, no hay nada de magia en el cerebro humano.
ZEITmagazin:¿Hay algo en contra de que los ordenadores tengan conciencia?
Koch: En principio no. Probablemente podremos copiar un día nuestros pensamientos y sentimientos en una máquina. Podríamos transferir toda la información del cerebro al ordenador. Nuestra personalidad sería inmortal. Pero desgraciadamente no voy a vivir ese día.
 

2 comentarios:

  1. Es evidente que la conciencia no es un fenómeno del tipo todo o nada, más bien es como una lámpara que se puede encender y apagar, y se manifiesta en grados. El misterio de la conciencia es grande, pero lo es mucho más el de la voluntad, esa facultad, clave del espíritu o del sujeto ejecutivo, injustamente olvidada por la ciencia.
    Buen trabajo, Ana.

    ResponderEliminar
  2. y también la memoria está olvidada y menospreciada como te haces eco en el artículo de la recién edición de Alfa que supongo habrás recibido. Si la memoria es importante para la formación de la individualidad, no lo es menos para la formación de la colectividad.
    Problemas de fantasmas no asimilados se pueden dar en cada uno de las personas como en la sociedad en su conjunto que también tiene necesidad de identidad, sin exagerar las identidades colectivas, pero el imaginario como tú bien sabes, le has dedicado un libro de filosofía, es fundamental. Como los 5 sentidos, las pautas, las referencias. El olvido y menosprecio de un solo de nuestros connacionales no son ningún buen pasaporte para la convivencia en paz.

    ResponderEliminar