domingo, 8 de septiembre de 2013

VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

Autora: Ana Azanza 

No quiero que se acabe el verano sin hablar de una lectura que me ha costado hacer pero que me ha resultado muy provechosa. Me refiero a “Las variedades de la experiencia religiosa” de William James (1842-1910). Son 400 páginas de letra muy menuda en las que se recogen las conferencias Gifford que en el curso 1901-2 este filósofo norteamericano impartió en Edimburgo.

El título del libro responde literalmente al contenido. James hace una reflexión sobre la religión de enfoque no antropológico ni cultural, sino psicológico y para ello presenta innumerables experiencias religiosas de muy diversa procedencia y talante
. La breve introducción de Aranguren en la primera edición de Península de 1985 aclara que esta obra supuso un punto de inflexión en la consideración de la religión. Parece ser que a finales del siglo XIX predominaba la idea de que la religión es una neurosis o una supervivencia de la sociedad primitiva.


Puede ser que por esas dos razones William James no tenga empacho en reconocer que algunos de los líderes religiosos mundiales como George Fox, fundador de los cuáqueros, eran perfectos neuróticos. Pero ello no le basta para poner en duda su profunda religiosidad. También se ha hablado de las manifestaciones patológicas de los éxtasis de santa Teresa o san Juan de la Cruz.

Antes de William James ya habían aparecido psicólogos como Leuba que afirmaban que lo importante de Dios no es su conocimiento sino su “uso”. Otro libro profusamente citado por James es Starbuck , “Psychology of religion” en el que se trata la conversión. Hay gentes que sólo nacen una vez y otros que nacen dos veces. Y ese es el sentido y el valor que le veo a “Las variedades de la experiencia religiosa”, que no se ocupa tanto de definir con toda precisión qué es la religión, como de examinar los efectos en las actitudes, conductas y vida de las gentes que dicen tener fe o que son “religiosas”. 

Aranguren opina que el valor de “Las variedades de la experiencia religiosa” está en línea con el valor de la fenomenología. No usa esas palabras, pero también si algo dejó la fenomenología como William James es una concepción más amplia de experiencia. Los objetos científicos que se tienen por objetos de experiencia, son construcciones abstractas, útiles sin lugar a dudas y lo demuestra el desarrollo científico-técnico apoyado en el experimento. Pero el experimento del laboratorio es ajeno a la persona. Nuestro estado interno es la verdadera experiencia en sí misma.

El homo religiosus es el que se toma en serio la vida y el mundo, el ateo seriamente ateo también sería religioso. Pero es claro que resulta difícil definir qué sea el sentimiento religioso, más bien James muestra que sentimientos como el  miedo ante la infinitud o el amor no lo definen precisamente. Mejor es reconocer que todas las emociones son un repertorio común que se pueden referir a la religión, pero que no son nada diferente como tal emoción, son amor, miedo… religiosos.

James deja de lado la religión institucional. Las iglesias viven de segunda mano. Son los fundadores de las religiones y sus experiencias particulares los que interesan, ya sean Cristo, Buda, Mahoma. La religión tal como pide tomarla significa los sentimientos, actos y experiencias de hombres particulares en soledad en la medida en que se esfuerzan en mantener una relación con lo que consideran la divinidad. Incluye y justifica la inclusión en el apelativo "religión" a credos sin Dios como el budismo o el idealismo de Emerson, porque el tipo de interés que despiertan y la respuesta que el individuo da durante su vida son indiferenciables e incluso idénticos al de los fieles de otras religiones más convencionales.

¿Qué es lo divino? Lo que sea envolvente, primordial en la escala de la verdad y profundamente verídico. La religión sea lo que sea es una reacción total ante la vida. Y eso significa que es algo estable, no casual, ni esporádico ni profesional. Para entenderla hay que ser consciente de la presencia del mundo que está detrás de lo que se nos da en primer plano. Y nuestra reacción a esa sensación del todo que nos hace ser de diferentes maneras ante la vida en general: tenaces, despreocupados, devotos o blasfemos, melancólicos o alegres. ¿El llamado talante de Aranguren?

 La religión hace de nuestra respuesta a la pregunta por el sentido del universo en el que habitamos. Sea el que sea nuestro ánimo ante la vida, religión significa un estado de ánimo serio: “En este mundo no todo es vanidad, a pesar de lo que puedan sugerir las apariencias”. Y además esa respuesta si es alegre no sonríe ni se burla, si es triste ni grita ni maldice.

Muchas de las afirmaciones que hace William James sobre el estado de ánimo religioso parece que llevarían a la confusión con una doctrina moral como podría ser el estoicismo. Y siempre se ha dicho que hay muchas coincidencias entre el estoicismo y el cristianismo. El filósofo norteamericano contrasta los textos que muestran la aceptación que el emperador estoico Marco Aurelio mostraba ante el orden del mundo frente al entusiasmo y alegría reflejado por autores cristianos.

“Si la religión ha de significar alguna cosa definida, me parece que habríamos de asimilarla como si significase una dimensión emotiva añadida, ese temblor entusiasta de adhesión donde la moralidad estrictamente dicha, sólo puede inclinar la cabeza y asentir”.
Leon Tolstoi

La alegría religiosa es solemne. Conserva algo de amargo en su dulzor. Hay sentidos agudos y sentidos amplios de la palabra "religión", aplicada a la felicidad se ve bien. En todos los países y épocas alguna forma de liberación física, canto, baile, exaltación sexual… estuvo asociada al culto. Pero la felicidad religiosa conlleva siempre el sacrificio aceptado, no escapa del sufrimiento ni huye de él. Esto puede llevar al ascetismo que en algunos hombres y mujeres ha sido monstruoso y extremo.

La realidad de lo no visible se tome de forma pesimista o de forma optimista es básica en la religión. El sentimiento de realidad puede ser tan o más fuerte que ante lo sensible. Como si una barra de hierro sin tacto ni vista pudiera estar dotada de una sensación magnética interior, y a través de esa sensación se activara intensamente, a través de cada fibra de su ser, así se manifiesta la religión en el homo religiosus.

El problema del mal inevitable está muy presente en estas páginas, la melancolía, la angustia, son compañeras inevitables de toda vida humana. James muestra los testimonios de hombres religiosos, como Tolstoi, Bunyan, Walt Whitman. ¿Cómo superaron los límites? ¿Cómo se reconciliaron con el mundo? ¿Cómo se consigue la reunificación del yo dividido?

Walt Whitman

Dos oportunos capítulos sobre el santo. Santo no quiere decir inteligente, hubo santos que dotados de un intelecto limitado y muchos tipos de santidad, algunos de los cuales hoy nos resultan reprobables y hasta peligrosos para la sociedad. De todo ello habla profusamente James. Piensa que de todas formas si no hubiese alguien dispuesto a ayudar primero y después preguntarse si valía la pena, nadie contento de tratar a los demás apasionada e impulsivamente en lugar de hacerlo con prudencia, el mundo sería un lugar infinitamente peor para vivir. Los santos con sus extravagancias pueden ser proféticos.

James se toma en serio el debate que plantea Nietzsche a todas estas cualidades de la personalidad religiosa. El tipo ideal, ¿es el santo o el hombre fuerte de Nietzsche? El autor de Zaratustra critica la morbosidad en la bondad y el ascetismo del santo. No hay nada absoluto en la santidad y el que en nuestra sociedad quiera tomar ese camino lo hace “à ses risques et périls”. Los santos en Occidente se han tenido que adaptar al mundo, dice James. Aunque el balance final de su aportación a la humanidad sea positivo.

No podía faltar un capítulo sobre el misticismo, término usado a menudo como mero reproche para los vagos, elevados y poco realistas pensamientos, que sin embargo goza de un lugar importante en toda experiencia religiosa. El misticismo es muy diverso en sus manifestaciones: Dionisio, santa Teresa, san Ignacio, san Juan de la Cruz pero también Algazel, la condición de “samadi” del yogui o el “dyana” de los budistas.

 

James pasa revista a las sustancias tóxicas o anestésicas utilizadas en diversas épocas para alcanzar esos estados patológicos, que estimulan las facultades místicas de la naturaleza humana, “normalmente aplastada por los fríos hechos y la crítica seca de las horas sobrias”.

Valioso capítulo dedicado a las consideraciones filosóficas sobre la religión. Desde las críticas empiristas, la filosofía al contrario que el sentimiento religioso intenta iluminar, rescatar del misterio y la paradoja, salir del territorio de la convicción personal y oscura, no justificada. La razón tiene que redimir a la religión del individualismo nocivo y dar estatuto público y derecho universal a su capacidad liberadora.

James no rebate las argumentaciones clásicas de la existencia de Dios. Le parece que la causalidad es un principio demasiado oscuro para soportar la estructura de la teología. Por ejemplo, el argumento del proyecto divino del mundo ejemplificado en la quinta vía tomista se vio revolucionado por las ideas darwinianas. Piensa que tales argumentos no prueban nada rigurosamente hablando. Sólo corroboran nuestras ideas preexistentes.

De ahí que se plantee que si la filosofía puede hacer muy poco para demostrar la existencia de Dios, ¿cómo se explican sus esfuerzos para estudiar las tentativas de la teología sistemática en esta dirección? Interesante examen de los llamados atributos divinos y de la ineficacia de lo que él llama pensamiento continental, racionalista, que se interesó por dichos atributos, desatendiendo la conexión de ese pensamiento concreto con la conducta. Los escoceses, ingleses y el entonces reciente pensamiento pragmático de Peirce, resultan más fructíferos porque se preocupan de la acción. A la luz del pragmatismo examina James los llamados atributos divinos clásicos.

No es menos profunda la descripción que hace James de otras características de la religión como su valor estético, la plegaria, el sacrificio y la confesión. Son apreciables los numerosos testimonios en los que se apoya para ilustrar cada una de sus reflexiones y señalar hacia donde le parece que apunta el significado de la religión en su sentido más puro. Muchos son relatos de compatriotas estadounidenses que nos resultan desconocidos pero que ilustran que la experiencia religiosa es una realidad humana profunda que hay que tomar en serio aunque no se entienda y que tiene manifestaciones muy variadas según las personalidades, los talentos, la formación y la cultura de cada cual.

Quizás es recomendable para actualizar el tema la lectura que el propio Aranguren reconoce haber hecho de la obra póstuma de Zubiri, “El hombre y Dios”.


5 comentarios:

  1. Una fenomenología que puede pasar por teodicea, o generar una. Nuestra relación genuina con lo envolvente y primordial. En este sentido, todos somos, de un modo u otro, religiosos. ¿No hay un sentimiento específicamente religioso, sino una forma solemne, seria, de sentir determinados sentimientos? A mí siempre me ha gustado la idea hegeliana de la religión como lo absoluto para la emoción. Tambien la idea, ¿zubiriana? de la religión como reconocimiento de nuestra menesterosidad y finitud. Ese reconocimiento de la propia finitud tiene una gran importancia en la doctrina agnóstica de Tierno Galván. Seguramente, ni siquiera el agnostismo está reñido con una actitud general o intermitentemente religiosa (hablo desde mi propia experiencia).

    Interesante ese concepto de "lo solemne", que habría que relacionar con el sentido y valor de todo ritual, incluso civil y profano. De 'sollus', entero, y 'annus', año, "solemne" formaba parte del vocabulario religioso romano, con el sentido de aquello que se celebra y consagra una sola vez al año. Por cierto que la raíz indoeuropea 'sol-' da también en español "soledad". Religión es en cierto sentido lo que uno hace con su soledad cuando la siente como parte de una soledad completa y mayor.
    En fin, una síntesis que da que pensar y deja con ganas de más, Ana.

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  2. Escribe Sri Aurobindo en su libro sobre Heráclito y Oriente: "Sólo la filosofía puede iluminar a la religión y salvarla de la ignorancia y la superstición, a la vez que únicamente la religión logra ofrecer, salvo excepciones, ardor espiritual y poder eficaz a la filosofía". Creo que hay mucho de verdad en esto. La deificación científica de la verdad que hace la ciencia, ¿no es también una religación zubiriana?

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  3. Me interesa este libro por el hecho de que muestra todo lo positivo y humano que aporta la religión en su forma más pura, como antídoto a tantas patologías religiosas de muy distinto pelaje.
    La religión necesita una purificación de adherencias que se llaman religión y son pura sociología, costumbre o afán de dominio sobre las conciencias cuando no hipocresía. Entre todos los libros que hay en las bibliotecas este me parece de los mejores que he leído sobre el hecho religioso, útil para diferenciar la religión de sus simulacros.

    Me quedo es con que el mundo será mucho peor si no hubiera gente que ayuda a los demás antes de preguntarse si vale la pena.

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  4. No consigo este libro en Monterrey alguien me puede ayudar !!!!
    Gracias

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  5. una alternativa sería en amazon está

    http://www.amazon.com.mx/s/ref=nb_sb_noss?__mk_es_MX=%C3%85M%C3%85%C5%BD%C3%95%C3%91&url=search-alias%3Ddigital-text&field-keywords=william+james+variedades&rh=n%3A6446439011%2Ck%3Awilliam+james+variedades

    en cualquier biblioteca universitaria de tu ciudad está seguro.

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