Autora: Ana Azanza
No quiero que se acabe el verano sin hablar de una lectura que me ha costado hacer pero que me ha resultado muy provechosa. Me refiero a “Las variedades de la experiencia religiosa” de William James (1842-1910). Son 400 páginas de letra muy menuda en las que se recogen las conferencias Gifford que en el curso 1901-2 este filósofo norteamericano impartió en Edimburgo.
No quiero que se acabe el verano sin hablar de una lectura que me ha costado hacer pero que me ha resultado muy provechosa. Me refiero a “Las variedades de la experiencia religiosa” de William James (1842-1910). Son 400 páginas de letra muy menuda en las que se recogen las conferencias Gifford que en el curso 1901-2 este filósofo norteamericano impartió en Edimburgo.
El título del libro responde literalmente al contenido. James hace una reflexión sobre la religión de enfoque no antropológico ni cultural, sino psicológico y para ello presenta innumerables experiencias religiosas de muy diversa procedencia y talante
. La breve introducción de Aranguren en la primera edición de Península de 1985 aclara que esta obra supuso un punto de inflexión en la consideración de la religión. Parece ser que a finales del siglo XIX predominaba la idea de que la religión es una neurosis o una supervivencia de la sociedad primitiva.
Puede ser que por esas dos razones William James no tenga empacho en reconocer que algunos de los líderes religiosos mundiales como
George Fox, fundador de los cuáqueros, eran perfectos neuróticos. Pero ello no le basta para poner en duda su profunda religiosidad. También se ha hablado de las
manifestaciones patológicas de los éxtasis de santa Teresa o san Juan de la Cruz.
Antes de William James ya habían aparecido psicólogos como
Leuba que afirmaban que lo importante de Dios no es su conocimiento sino su
“uso”. Otro libro profusamente citado por James es Starbuck , “Psychology of
religion” en el que se trata la conversión. Hay gentes que sólo nacen una vez y
otros que nacen dos veces. Y ese es el sentido y el valor que le veo a “Las
variedades de la experiencia religiosa”, que no se ocupa tanto de definir con
toda precisión qué es la religión, como de examinar los efectos en las
actitudes, conductas y vida de las gentes que dicen tener fe o que son
“religiosas”.
Aranguren opina que el valor de “Las variedades de la
experiencia religiosa” está en línea con el valor de la fenomenología. No usa
esas palabras, pero también si algo dejó la fenomenología como William James es
una concepción más amplia de experiencia. Los objetos científicos que se tienen
por objetos de experiencia, son construcciones abstractas, útiles sin lugar a
dudas y lo demuestra el desarrollo científico-técnico apoyado en el
experimento. Pero el experimento del laboratorio es ajeno a la persona. Nuestro
estado interno es la verdadera experiencia en sí misma.
El homo religiosus es el que se toma en serio la vida y el
mundo, el ateo seriamente ateo también sería religioso. Pero es claro que resulta difícil definir qué sea el sentimiento religioso, más bien James muestra que
sentimientos como el miedo ante la
infinitud o el amor no lo definen precisamente. Mejor es reconocer que todas
las emociones son un repertorio común que se pueden referir a la religión, pero
que no son nada diferente como tal emoción, son amor, miedo… religiosos.
James deja de lado la religión institucional. Las iglesias
viven de segunda mano. Son los fundadores de las religiones y sus experiencias
particulares los que interesan, ya sean Cristo, Buda, Mahoma. La religión tal
como pide tomarla significa los sentimientos, actos y experiencias de hombres
particulares en soledad en la medida en que se esfuerzan en mantener una relación
con lo que consideran la divinidad. Incluye y justifica la inclusión en el apelativo "religión" a
credos sin Dios como el budismo o el idealismo de Emerson, porque el tipo de
interés que despiertan y la respuesta que el individuo da durante su vida son
indiferenciables e incluso idénticos al de los fieles de otras religiones más
convencionales.
¿Qué es lo divino? Lo que sea envolvente, primordial en la
escala de la verdad y profundamente verídico. La religión sea lo que sea es una
reacción total ante la vida. Y eso significa que es algo estable, no casual, ni
esporádico ni profesional. Para entenderla hay que ser consciente de la
presencia del mundo que está detrás de lo que se nos da en primer plano. Y
nuestra reacción a esa sensación del todo que nos hace ser de diferentes
maneras ante la vida en general: tenaces, despreocupados, devotos o blasfemos,
melancólicos o alegres. ¿El llamado talante de Aranguren?
La religión hace de nuestra
respuesta a la pregunta por el sentido del universo en el que habitamos. Sea el que sea nuestro ánimo
ante la vida, religión significa un estado de ánimo serio: “En este mundo no
todo es vanidad, a pesar de lo que puedan sugerir las apariencias”. Y además
esa respuesta si es alegre no sonríe ni se burla, si es triste ni grita ni
maldice.
Muchas de las afirmaciones que hace William James sobre el
estado de ánimo religioso parece que llevarían a la confusión con una doctrina
moral como podría ser el estoicismo. Y siempre se ha dicho que hay muchas
coincidencias entre el estoicismo y el cristianismo. El filósofo norteamericano
contrasta los textos que muestran la aceptación que el emperador estoico Marco
Aurelio mostraba ante el orden del mundo frente al entusiasmo y alegría reflejado
por autores cristianos.
“Si la religión ha de significar alguna cosa definida, me parece que habríamos de asimilarla como si significase una dimensión emotiva añadida, ese temblor entusiasta de adhesión donde la moralidad estrictamente dicha, sólo puede inclinar la cabeza y asentir”.
Leon Tolstoi |
La alegría religiosa es solemne. Conserva algo de amargo en
su dulzor. Hay sentidos agudos y sentidos amplios de la palabra "religión",
aplicada a la felicidad se ve bien. En todos los países y épocas alguna forma
de liberación física, canto, baile, exaltación sexual… estuvo asociada al culto.
Pero la felicidad religiosa conlleva siempre el sacrificio aceptado, no escapa
del sufrimiento ni huye de él. Esto puede llevar al ascetismo que en algunos hombres y
mujeres ha sido monstruoso y extremo.
La realidad de lo no visible se tome de forma pesimista o de
forma optimista es básica en la religión. El sentimiento de realidad puede ser
tan o más fuerte que ante lo sensible. Como si una barra de hierro sin tacto ni
vista pudiera estar dotada de una sensación magnética interior, y a través de
esa sensación se activara intensamente, a través de cada fibra de su ser, así
se manifiesta la religión en el homo religiosus.
El problema del mal inevitable está muy presente en estas
páginas, la melancolía, la angustia, son compañeras inevitables de toda vida
humana. James muestra los testimonios de hombres religiosos, como Tolstoi,
Bunyan, Walt Whitman. ¿Cómo superaron los límites? ¿Cómo se reconciliaron con
el mundo? ¿Cómo se consigue la reunificación del yo dividido?
Walt Whitman |
Dos oportunos capítulos sobre el santo. Santo no quiere
decir inteligente, hubo santos que dotados de un intelecto limitado y muchos
tipos de santidad, algunos de los cuales hoy nos resultan reprobables y hasta
peligrosos para la sociedad. De todo ello habla profusamente James. Piensa que
de todas formas si no hubiese alguien dispuesto a ayudar primero y después preguntarse
si valía la pena, nadie contento de tratar a los demás apasionada e
impulsivamente en lugar de hacerlo con prudencia, el mundo sería un lugar
infinitamente peor para vivir. Los santos con sus extravagancias pueden ser
proféticos.
James se toma en serio el debate que plantea Nietzsche a
todas estas cualidades de la personalidad religiosa. El tipo ideal, ¿es el santo
o el hombre fuerte de Nietzsche? El autor de Zaratustra critica la morbosidad
en la bondad y el ascetismo del santo. No hay nada absoluto en la santidad y el
que en nuestra sociedad quiera tomar ese camino lo hace “à ses risques et
périls”. Los santos en Occidente se han tenido que adaptar al mundo, dice James.
Aunque el balance final de su aportación a la humanidad sea positivo.
No podía faltar un capítulo sobre el misticismo, término
usado a menudo como mero reproche para los vagos, elevados y poco realistas
pensamientos, que sin embargo goza de un lugar importante en toda experiencia
religiosa. El misticismo es muy diverso en sus manifestaciones: Dionisio, santa
Teresa, san Ignacio, san Juan de la
Cruz pero también Algazel, la condición de “samadi” del yogui
o el “dyana” de los budistas.
James pasa revista a las sustancias tóxicas o anestésicas
utilizadas en diversas épocas para alcanzar esos estados patológicos, que
estimulan las facultades místicas de la naturaleza humana, “normalmente
aplastada por los fríos hechos y la crítica seca de las horas sobrias”.
Valioso capítulo dedicado a las consideraciones filosóficas
sobre la religión. Desde las críticas empiristas, la filosofía al contrario que
el sentimiento religioso intenta iluminar, rescatar del misterio y la paradoja,
salir del territorio de la convicción personal y oscura, no justificada. La
razón tiene que redimir a la religión del individualismo nocivo y dar estatuto
público y derecho universal a su capacidad liberadora.
James no rebate las argumentaciones clásicas de la
existencia de Dios. Le parece que la causalidad es un principio demasiado
oscuro para soportar la estructura de la teología. Por ejemplo, el argumento
del proyecto divino del mundo ejemplificado en la quinta vía tomista se vio
revolucionado por las ideas darwinianas. Piensa que tales argumentos no prueban
nada rigurosamente hablando. Sólo corroboran nuestras ideas preexistentes.
De ahí que se plantee que si la filosofía puede hacer muy
poco para demostrar la existencia de Dios, ¿cómo se explican sus esfuerzos para
estudiar las tentativas de la teología sistemática en esta dirección?
Interesante examen de los llamados atributos divinos y de la ineficacia de lo
que él llama pensamiento continental, racionalista, que se interesó por dichos
atributos, desatendiendo la conexión de ese pensamiento concreto con la
conducta. Los escoceses, ingleses y el entonces reciente pensamiento pragmático de
Peirce, resultan más fructíferos porque se preocupan de la acción. A la luz del
pragmatismo examina James los llamados atributos divinos clásicos.
No es menos profunda la descripción que hace James de otras
características de la religión como su valor estético, la plegaria, el
sacrificio y la confesión. Son apreciables los numerosos testimonios en los que se apoya
para ilustrar cada una de sus reflexiones y señalar hacia donde le parece que apunta
el significado de la religión en su sentido más puro. Muchos son relatos de
compatriotas estadounidenses que nos resultan desconocidos pero que ilustran
que la experiencia religiosa es una realidad humana profunda que hay que tomar
en serio aunque no se entienda y que tiene manifestaciones muy variadas según
las personalidades, los talentos, la formación y la cultura de cada cual.
Quizás es recomendable para actualizar el tema la lectura
que el propio Aranguren reconoce haber hecho de la obra póstuma de Zubiri, “El
hombre y Dios”.
Una fenomenología que puede pasar por teodicea, o generar una. Nuestra relación genuina con lo envolvente y primordial. En este sentido, todos somos, de un modo u otro, religiosos. ¿No hay un sentimiento específicamente religioso, sino una forma solemne, seria, de sentir determinados sentimientos? A mí siempre me ha gustado la idea hegeliana de la religión como lo absoluto para la emoción. Tambien la idea, ¿zubiriana? de la religión como reconocimiento de nuestra menesterosidad y finitud. Ese reconocimiento de la propia finitud tiene una gran importancia en la doctrina agnóstica de Tierno Galván. Seguramente, ni siquiera el agnostismo está reñido con una actitud general o intermitentemente religiosa (hablo desde mi propia experiencia).
ResponderEliminarInteresante ese concepto de "lo solemne", que habría que relacionar con el sentido y valor de todo ritual, incluso civil y profano. De 'sollus', entero, y 'annus', año, "solemne" formaba parte del vocabulario religioso romano, con el sentido de aquello que se celebra y consagra una sola vez al año. Por cierto que la raíz indoeuropea 'sol-' da también en español "soledad". Religión es en cierto sentido lo que uno hace con su soledad cuando la siente como parte de una soledad completa y mayor.
En fin, una síntesis que da que pensar y deja con ganas de más, Ana.
Escribe Sri Aurobindo en su libro sobre Heráclito y Oriente: "Sólo la filosofía puede iluminar a la religión y salvarla de la ignorancia y la superstición, a la vez que únicamente la religión logra ofrecer, salvo excepciones, ardor espiritual y poder eficaz a la filosofía". Creo que hay mucho de verdad en esto. La deificación científica de la verdad que hace la ciencia, ¿no es también una religación zubiriana?
ResponderEliminarMe interesa este libro por el hecho de que muestra todo lo positivo y humano que aporta la religión en su forma más pura, como antídoto a tantas patologías religiosas de muy distinto pelaje.
ResponderEliminarLa religión necesita una purificación de adherencias que se llaman religión y son pura sociología, costumbre o afán de dominio sobre las conciencias cuando no hipocresía. Entre todos los libros que hay en las bibliotecas este me parece de los mejores que he leído sobre el hecho religioso, útil para diferenciar la religión de sus simulacros.
Me quedo es con que el mundo será mucho peor si no hubiera gente que ayuda a los demás antes de preguntarse si vale la pena.
No consigo este libro en Monterrey alguien me puede ayudar !!!!
ResponderEliminarGracias
una alternativa sería en amazon está
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en cualquier biblioteca universitaria de tu ciudad está seguro.