Escrito por Luis Roca Jusmet
Criticar el multiculturalismo significa problematitzar dos cuestiones : En primer lugar la operatividad teórica de la noción de multiculturalidad para entender la sociedad contemporánea. En segundo lugar la propuesta política que hay detrás de la defensa del multiculturalismo.
Pero voy a aclarar cuál es la perspectiva a partir de la que orientaré la reflexión crítica, puesto que sólo podemos hacer una crítica si tenemos un criterio y quiero que éste sea explícito. Esta perspectiva es filosófica, lo cual quiere decir para mí que está orientada por la investigación de la verdad y del bien, sin mayúsculas ( no pueden tener un carácter absoluto) pero con determinación, es decir, sin perderse en un relativismo que acaba diluyendo cualquier afirmación. Hay un primer criterio epistemológico que es lo del realismo crítico, que por cierto formula muy bien uno de los autores que inspiran este texto, que es Kwame Antonthy Appiah. Este filósofo considera que aunque hay que mantener la idea de una realidad independiente del conocimiento, es la naturaleza del tema del cual hablamos el que nos trae a una posición realista o nominalista. y que justamente el problema de las identidad hay que abordarlo de manera nominalista. Y es nominalista en el sentido que, al margen de que nuestra identidad individual es real, todas las otras identidades ( las particulares y las universales) se basan en clasificaciones que son posibles pero no son necesarias. Es decir, que sin ser arbitrarias, sí son convencionales ( son productos del acuerdo, aunque estén basados en elementos comunes que representan propiedades reales ) pero con elementos subjetivos ( porque en última instancia hay un elemento fundamental en las identidades colectivas que es el de la identificación).
En
la perspectiva de la moral y la política, dice Appiah, también hay
que mantener un cierto realismo, en el sentido de afirmar la
existencia de elementos comunes incuestionables. La buena convivencia
( que es, creo, el objetivo de la moral y la política) se tiene que
garantizar a partir del respeto y de unas normas que la posibiliten.
Pero esto no se tiene que plantear en términos de valores porque
estos principios universales no tienen que depender de ellos, puesto
que son los que los posibilitan. El que hay que dejar claro es que
estos principios comunes son concretos en el sentido que es a lo
largo de la historia que se van cristalizándose. C
Creo que lo hacen a través del respeto ( en la moral) y la democracia ( en la político). Considero inadecuada una moral que no se base en el respeto al otro, puesto que en caso contrario podemos hablar únicamente de una ética como sistema de valores ( tal como puede plantear Nietzsche, por ejemplo ) pero no de una moral, que siempre hace falta que esté orientada hacia el reconocimiento del otro y a las obligaciones que ello implica. Cómo dice el interesante y poco conocido filósofo francés Marcel Conche la moral debe ser universal mientras que la ética es particular y singular. La moral de los derechos del hombre es el absoluto moral de nuestra época porque hemos decidido intersubjectivamente que lo sea, no porque tenga un fundamento objetivo.. Del mismo modo no puede haber política sin democracia, como muy bien nos ha mostrado Jacques Rancière, puesto que si por política entendemos la acción pública, la intervención del pueblo transformado en ciudadano, sin democracia lo único que tenemos es un orden jerárquico y un sistema policíaco que lo mantiene.
Creo que lo hacen a través del respeto ( en la moral) y la democracia ( en la político). Considero inadecuada una moral que no se base en el respeto al otro, puesto que en caso contrario podemos hablar únicamente de una ética como sistema de valores ( tal como puede plantear Nietzsche, por ejemplo ) pero no de una moral, que siempre hace falta que esté orientada hacia el reconocimiento del otro y a las obligaciones que ello implica. Cómo dice el interesante y poco conocido filósofo francés Marcel Conche la moral debe ser universal mientras que la ética es particular y singular. La moral de los derechos del hombre es el absoluto moral de nuestra época porque hemos decidido intersubjectivamente que lo sea, no porque tenga un fundamento objetivo.. Del mismo modo no puede haber política sin democracia, como muy bien nos ha mostrado Jacques Rancière, puesto que si por política entendemos la acción pública, la intervención del pueblo transformado en ciudadano, sin democracia lo único que tenemos es un orden jerárquico y un sistema policíaco que lo mantiene.
Aquí
hay que entender que, como dice Amatya Sen la democracia se tiene que
entender no como un sistema político formal inventado por Occidente
sino también como una conquista histórica de raíces mundiales,
basada en la deliberación pública como premisa por las decisiones
políticas.
La teoría de referencia para defender el multiculturalismo será la de Charles Taylor, filósofo contemporáneo canadiense y defensor de los derechos de la minoría francófona del Quebec en su país. La crítica del multiculturalismo lo orientaré a partir del análisis de un sociólogo crítico, Gerald Baumann y de algunas reflexiones teóricas de tres autores que ,curiosamente, tienen en común que aunque se han formado en nuestra tradición cultural europea proceden por su origen del nuestro el Otro : el Europa del Este, Asia y África. Son Slavoj Žizek y los anteriormente citados Amaryta *Sen y Kwame Anthony Appiah, procedentes respectivamente de la antigua Yugoslavia, de la India y de Ghana. Seguiré este itinerario para llegar a una conclusión crítica respecto al multiculturalismo y formular una propuesta política alternativa.
El término multiculturalismo apareció en Canadá en 1970 vinculado a la presión de la comunidad francófona quebenenca ante la mayoría de origen anglosajón. El año 1982 incorporó el reconocimiento explícito de la multiculturalidad a su Constitución. Este multiculturalismo aparecía, por lo tanto, como resultado de una demanda específica, que era la del reconocimiento de la identidad cultural de una comunidad minoritaria dentro de un Estado-nación. Lo podemos englobar dentro de una opción comunitarista, que considera que la identidad personal la adquirimos dentro de grupos culturales cohesionados de manera homogénea y claramente diferenciados de las otras comunidades. Sin denominarlo así, el nacionalismo catalán utiliza este concepto para reivindicar Cataluña como nación a partir de un identidad cultural propia. Este es el primer sentido que da Will Kymlicka que es, como Taylor, de nacionalidad canadiense y militante del movimiento francófono del Quebec. Su propuesta política es la de formular un tratado bilateral de respeto mutuo entre diferentes grupos culturales ( etnias) de un mismo Estado ( tomando como modelo el que ha pasado con la comunidad francófona de la cual él forma parte en Canadá). Desde esta posición considera que tenemos que entender el derecho a la propia cultura como un derecho humano, que en el caso de las minorías implica una política activa que hace falta que dé lugar a políticas de discriminación positiva. Kymlicka considera que este último punto, que es el de los derechos de las minorías étnicas, se tenía que incluir dentro de una Teoría de la Justicia.
La teoría de referencia para defender el multiculturalismo será la de Charles Taylor, filósofo contemporáneo canadiense y defensor de los derechos de la minoría francófona del Quebec en su país. La crítica del multiculturalismo lo orientaré a partir del análisis de un sociólogo crítico, Gerald Baumann y de algunas reflexiones teóricas de tres autores que ,curiosamente, tienen en común que aunque se han formado en nuestra tradición cultural europea proceden por su origen del nuestro el Otro : el Europa del Este, Asia y África. Son Slavoj Žizek y los anteriormente citados Amaryta *Sen y Kwame Anthony Appiah, procedentes respectivamente de la antigua Yugoslavia, de la India y de Ghana. Seguiré este itinerario para llegar a una conclusión crítica respecto al multiculturalismo y formular una propuesta política alternativa.
El término multiculturalismo apareció en Canadá en 1970 vinculado a la presión de la comunidad francófona quebenenca ante la mayoría de origen anglosajón. El año 1982 incorporó el reconocimiento explícito de la multiculturalidad a su Constitución. Este multiculturalismo aparecía, por lo tanto, como resultado de una demanda específica, que era la del reconocimiento de la identidad cultural de una comunidad minoritaria dentro de un Estado-nación. Lo podemos englobar dentro de una opción comunitarista, que considera que la identidad personal la adquirimos dentro de grupos culturales cohesionados de manera homogénea y claramente diferenciados de las otras comunidades. Sin denominarlo así, el nacionalismo catalán utiliza este concepto para reivindicar Cataluña como nación a partir de un identidad cultural propia. Este es el primer sentido que da Will Kymlicka que es, como Taylor, de nacionalidad canadiense y militante del movimiento francófono del Quebec. Su propuesta política es la de formular un tratado bilateral de respeto mutuo entre diferentes grupos culturales ( etnias) de un mismo Estado ( tomando como modelo el que ha pasado con la comunidad francófona de la cual él forma parte en Canadá). Desde esta posición considera que tenemos que entender el derecho a la propia cultura como un derecho humano, que en el caso de las minorías implica una política activa que hace falta que dé lugar a políticas de discriminación positiva. Kymlicka considera que este último punto, que es el de los derechos de las minorías étnicas, se tenía que incluir dentro de una Teoría de la Justicia.
Posteriormente
hay un desplazamiento del sentido del término multiculturalismo para
aplicarlo a otra realidad social, que es la de los colectivos de
inmigrantes no europeos que llegan a los países industrializados. Y lo hacen
desde realidades culturales claramente diferenciadas. Charles Taylor considera que el
multiculturalismo es un problema moral que se basa en el principio
ético del reconocimiento del otro. En un primer lugar desde su
dignidad y en segundo lugar desde el reconocimiento de su diferencia. Taylor considera que la
Modernidad desarrolla históricamente este principio ético del
reconocimiento en dos etapas, una primera basada en la universalidad
y una segunda basada en el reconocimiento de esta diferencia. En primer
lugar hace falta, efectivamente, reconocer los valores y los derechos
universales de la persona, que conduce desde la defensa del
principio del honor hacia la defensa del principio de la dignidad.
Pero en un segundo momento cree que tenemos que pasar a un
reconocimiento de las diferencias. Para Taylor se concretan en
las personas, pero sobre todo en las culturas, que es el único
horizonte en que los primeros se pueden desarrollar. Considera Taylor
que esta es una cuestión pendiente, no resuelta, puesto que lo que ha sucedido es
que las culturas minoritarias han sido oprimidas por las
mayoritarias. Todo ello justificándose con un universalismo procedimental que
no tiene en cuenta las diferencias reales, que son diferencias
culturales, y para diluirlas en un particulturalismo eurocentrista
disfrazado de universalismo . Esta es la opción que él considera
que se llama erróneamente liberal. Tiene las falsas bases de una
concepción atomista y formalista de la sociedad, considerada como
una agregación de individuos. Cada cual tendría así sus
derechos y el objetivo es defender los derechos de todos .
Sus raíces filosóficas considera que las encontramos en Hobbes (
por la concepción atomista) y en Kant ( por su defensa de la noción
de derecho por encima de la noción de bien). John
Rawls sería el máximo exponente actual de esta opción política.
Pero Taylor no se considera un antiliberal, por lo cual le parece falso
el debate entre comunitaristas y liberales. Él mismo se considera un
tipo de liberal que plantea la sociedad
como una herramienta común a través de la cual los individuos pueden
llegar a unos objetivos, que no pueden lograr
individualmente. Lo que nos hace humanos es el lenguaje, que se
concreta en una lengua determinada, que es la práctica normativa de
una comunidad. La concepción atomista sería, para él,contraria a la
concepción del hombre como ser social.
La única defensa de este principio ética del reconocimiento de la diferencia, según Taylor, la encontramos en un multiculturalismo muy entendido. Y este multiculturalismo no puede ser relativista, puesto que esto nos obligaría aceptar culturas que niegan la dignidad de justificando la discriminación o la violencia ( canibalismo, racismo, ablación...). El problema para él es como solucionar esta paradoja, que es l de evitar el relativismo sin caer en el etnocentrismo. La solución, tal como la plantea Taylor, es que partamos de una presunción sobre la igualdad de validez de todas las culturas para hacer después un estudio comparativo y seleccionar las que han dado un horizonte de sentido a unos hombres durante un largo tiempo ( que casi se ve tentado de identificar con las religiones). Pero el problema es evidente : ¿ Cuáles serían estas culturas ? Quién las determinaría y en función de qué ?
La única defensa de este principio ética del reconocimiento de la diferencia, según Taylor, la encontramos en un multiculturalismo muy entendido. Y este multiculturalismo no puede ser relativista, puesto que esto nos obligaría aceptar culturas que niegan la dignidad de justificando la discriminación o la violencia ( canibalismo, racismo, ablación...). El problema para él es como solucionar esta paradoja, que es l de evitar el relativismo sin caer en el etnocentrismo. La solución, tal como la plantea Taylor, es que partamos de una presunción sobre la igualdad de validez de todas las culturas para hacer después un estudio comparativo y seleccionar las que han dado un horizonte de sentido a unos hombres durante un largo tiempo ( que casi se ve tentado de identificar con las religiones). Pero el problema es evidente : ¿ Cuáles serían estas culturas ? Quién las determinaría y en función de qué ?
Creo
que
la raíz de la cuestión es otra, puesto que cómo plantea
acertadamente Appiah lo que hay en el fondo de este discurso tan
discutible sobre el multiculturalismo, tal y como lo plantea Taylor,
es la prioridad que da a una discutible concepción de la identidad
cultural. Esta se entiende entonces como un tipo de de equipaje que
heredamos para
volver a transmitir a la generación siguiente, con lo cual es la
continuidad a través de las generaciones. Continuidad de las creencias,
de las instituciones y de las prácticas específicas. El sociólogo Gerd
Baumann plantea una interesante reflexión
sobre multiculturalismo a partir de un análisis crítico de las
bases de la identidad cultural. Estas serían la identidad nacional, la
identidad étnica y la identidad religiosa. Lo que está en juego en
realidad en el debate sobre la nación, la etnia o la religión es la
idea de cultura que tenemos. Considera que hay dos formas de
entenderla, que son la cerrada y de base esencialista y la que la
entiende como una construcción abierta y heterogénea. La primera
empieza con el siglo XIX, tiene su base filosófica en Herder y
considera la cultura como una herencia colectiva inmutable que
configura la forma de vida de sus miembros. La segunda considera la
cultura como un proceso dinámico que vamos creando y recreando,
puesto que las culturas reales son abiertas y están sometidas a una
transformación permanente. La concepción final sobre la nación, la
etnia y la religión dependen del punto de vista que escogemos sobre
la cultura. La etnia es, para Baumann, una construcción social
imaginaria que establece un límite entre diferentes comunidades. Esta clasificación es falsa cuando pierde su ambigüedad real y
quiere tener un carácter absoluto y restrictivo. La etnia se
transforma entonces en un elemento unificador que elimina las diferencias
internas y que legitima a unos representantes que hablan en su
nombre. Se trata de entender la etnicidad como una construcción
social que interpreta mal las diferencias relacionales de los sacados
colectivos y las transforma en diferencias absolutas.
La
nación se constituye a partir de uno o varios grupos étnicos que
tienen voluntad de construir un Estado y consideran que se los
corresponde. Históricamente los estados aparecen a partir del siglo
XVI y es por lo tanto es una realidad social tabla étnica, puesto
que tiene unas bases ambivalentes : por un lugar es racional y por
una otro es romántica ( étniconacionalista). De este modo el
Estado-nación creó una nueva religión que es el nacionalismo, que
transforma un colectivo humano en una comunidad de sentido, lo cual
quiere decir que se basa en una identificación imaginaria con una
serie de valores y de creencias, igual que la religión. En este sentido me gustaría recordar un excelente texto de Slavoj Žizek,
que plantea que el nacionalismo es el resto patológico de la
democracia, puesto que mientras esta es formal (hace referencia a un
sujeto sin atributos) el disfrute de la identificación colectiva
pasa por la idea de nación. Respecto al último aspecto mencionado
por Baumann, que es la religión , considera que este es un elemento
prioritario en la identidad cultural de los inmigrantes de países no
europeos, pero el error es que cuando lo hacemos le damos un carácter
reificador y esencialista. De esta forma lo entendemos erróneamente,
como si tuviera un carácter dogmático y fundamentalista, como si
fuera un equipaje cultural que uno trae encima cuando emigra sino
como un proceso abierto que el sujeto puede conservar, transformar o
dejar. Contra esta concepción de la religión también tenemos que
luchar porque también es un proceso abierto y cambiante.
En su excelente libro Cosmopolitismo Appiah critica la que considera que es la base epistemológica y ética que fundamenta la base del multiculturalismo. Esta sería el relativismo cultural basado en la separación radical entre hechos y valores que viene del positivismo. En esta línea se consideraría que los hechos son verdaderos o falsos y los valores éticos dependen de preferencias subjetivas, sean individuales o colectivas. El multiculturalismo se basaría en el derechos que tienen los colectivos que quieren vivir según su preferencia subjetiva.. Des de esta perspectiva no hay posibilidad de un sustrato moral común ni de ningún tipo de universalismo, por lo cual todo queda reducido a opiniones que son inconmensurables entre sí.
La identidad cultural de cada persona es muy diversa, puesto que el conjunto de sus influencias, prácticas y afinidades venden de lugares muy diferentes. Si nos olvidamos de la pluralidad de nuestras filiaciones nos identificamos con una cultura única totalmente imaginaria que nos trae a caer en la ilusión de un destino colectivo absoluto. Esta ilusión nos lleva al sectarismo, al fanatismo y en su límite a la violencia, como se ha demostrado trágicamente a lugares como Bosnia o Ruanda.
La propia idea de civilización, tan mal utilizada actualmente, es en sí misma errónea porque es producto de esta lógica ficticia. Lo que hace falta no es sustituir una guerra por un diálogo entre civilizaciones sino eliminar la propia idea de civilización, puesto que esta palabra no corresponde a ninguna realidad. Todavía es más difícil identificar, como muchas veces hacemos,de civilización con religión.
El multiculturalismo se basa en una concepción errónea y peligrosa, que es que la de considerar que las personas nos definimos a partir de una identidad cultural única. Esta idea es falsa porque tenemos muchos disparos culturales que nos definen y hace falta que seamos nosotros individualmente los que definimos la prioridad que damos a cada uno de estos elementos, puesto que esta es nuestra capacidad de elección y el horizonte de nuestra libertad personal. Pero también se falsa porque con junto a la identidad cultural tenemos otras identidades, como por ejemplo la política y la social. Es peligrosa porque esta identidad cultural única conduce al dogmatismo y al sectarismo al dividir el mundo humano entre “nosotros” y “los otros”.
En su excelente libro Cosmopolitismo Appiah critica la que considera que es la base epistemológica y ética que fundamenta la base del multiculturalismo. Esta sería el relativismo cultural basado en la separación radical entre hechos y valores que viene del positivismo. En esta línea se consideraría que los hechos son verdaderos o falsos y los valores éticos dependen de preferencias subjetivas, sean individuales o colectivas. El multiculturalismo se basaría en el derechos que tienen los colectivos que quieren vivir según su preferencia subjetiva.. Des de esta perspectiva no hay posibilidad de un sustrato moral común ni de ningún tipo de universalismo, por lo cual todo queda reducido a opiniones que son inconmensurables entre sí.
La identidad cultural de cada persona es muy diversa, puesto que el conjunto de sus influencias, prácticas y afinidades venden de lugares muy diferentes. Si nos olvidamos de la pluralidad de nuestras filiaciones nos identificamos con una cultura única totalmente imaginaria que nos trae a caer en la ilusión de un destino colectivo absoluto. Esta ilusión nos lleva al sectarismo, al fanatismo y en su límite a la violencia, como se ha demostrado trágicamente a lugares como Bosnia o Ruanda.
La propia idea de civilización, tan mal utilizada actualmente, es en sí misma errónea porque es producto de esta lógica ficticia. Lo que hace falta no es sustituir una guerra por un diálogo entre civilizaciones sino eliminar la propia idea de civilización, puesto que esta palabra no corresponde a ninguna realidad. Todavía es más difícil identificar, como muchas veces hacemos,de civilización con religión.
El multiculturalismo se basa en una concepción errónea y peligrosa, que es que la de considerar que las personas nos definimos a partir de una identidad cultural única. Esta idea es falsa porque tenemos muchos disparos culturales que nos definen y hace falta que seamos nosotros individualmente los que definimos la prioridad que damos a cada uno de estos elementos, puesto que esta es nuestra capacidad de elección y el horizonte de nuestra libertad personal. Pero también se falsa porque con junto a la identidad cultural tenemos otras identidades, como por ejemplo la política y la social. Es peligrosa porque esta identidad cultural única conduce al dogmatismo y al sectarismo al dividir el mundo humano entre “nosotros” y “los otros”.
Finalmente
entraré en la crítica que desarrolla un sector de la izquierda
radical de Zizek sobre el multiculturalismo como lógica cultural del
capitalismo multinacional , tal como aparece en Arriesgar lo
imposible , El frágil absoluto , Repetir a Lenin y
Amor sin piedat. La crítica de Žizek va contra el
pensamiento liberal de la tolerancia ( el multiculturalismo sería una de sus dimensiones) al que se presenta como
políticamente correcto. Considera que su función es esconder los
antagonismos reales de la sociedad capitalista globalizadora. Aunque
hay muchos conflictos sociales a nuestra sociedad, la lucha de clases
considera que es el antagonismo básico. El postmodernismo, por el
contrario, da prioridad a las diferentes luchas parciales ( mujeres,
homosexuales, etnias, ecologistas). En otro sentido la tolerancia
hacia el Otro adopta una posición de superioridad en el caso de los
comunitaristas como Taylor, puesto que se plantea a partir de una
distancia enfrente el Otro desde el filtro de nuestra superioridad
moral, que es el que decide el que es aceptable y el que es
inaceptable. En el caso del relativismo posmoderno, el
multiculturalismo sería una posición global vacía de contenido y
que sería el punto de la superioridad universal a partir del cual
contemplamos los otros. Nosotros nos constituimos como el tribunal,
nosotros decimos hasta donde pueden llegar, porque en el fondo no
hemos perdido la perspectiva del colonialista que observa la cultura
local del colonizado. A veces también tiene la superioridad del
paternalismo : igual que a un niño le toleramos sus tonterías
cuando no hacen daño.Pero detrás del multiculturalismo liberal y
tolerante hay también un cierto miedo a aquel Otro al que toleramos,
pero con quién manteniendo siempre la distancia : lo dejamos
tranquilo pero siempre que se quede con los suyos. Es la ambivalencia
hacia el goce del Otro. Pero añade que no podemos considerar el
multiculturalismo liberal un fenómeno social aislado : lo tenemos
que contemplar dentro de la dinámica capitalista global de que
forma parte. Por el filósofo el complemento inevitable del
multiculturalismo es el racismo obsceno y abierto de la extrema
derecha populista, que canaliza la parte escondida de este racismo
cultural que se niega a sí mismo. El multiculturalimse es, en
definitiva, un racismo reprimido : como dice Freud lo que reprimimos
siempre retorna, y lo hace justamente a través del populismo
racista El multiculturalismo defiende la
idea de una nación cultural, del patriotismo a partir de una
determinada identidad cultural homogénea. Pienso que el que hace
falta es salir de estas polémicas a partir de identidades
culturales para defender otro punto de vista a partir de las
premisas que iré formulando.
Mi propuesta es sustituir en primer lugar, la palabra multiculturalismo por la de cosmopolitismo. Hay un artículo de
Žizek titulado "Hacia una nueva lectura de Kant” , que
pienso que sirve para establecer las categorías básicas a partir
de las cuales lo podemos entender de una manera eficaz. Lo que
plantea es que la idea de Kant de una sociedad
mundial-cosmopolita hay que entenderla como un nuevo principio
de identificación radicalmente diferente del orgánico-cultural
que se actualiza en una tradición particular. La noción de Kant,
según su discutible pero interesante lectura, sería la de la
singularidad universal, la del sujete que sin pasar por la
mediación particular participa en la humanidad universal. En este
sentido, cuando Kant contrapone, en su texto “Qué es la Ilustración", lo que es público por encima de lo que es
privado, hay que entender bien lo que quiere decir. Se trata de defender esta humanidad común
que surge de la propia singularidad, sin pasar necesariamente por esta
cultura identitaria. Lo privado es lo que está que ligado a los
lazos comunitarios. En este sentido hay que reivindicar de la
herencia ilustrada esta singularidad ligada a la universalidad
y no una dimensión comunitaria-étnica que daría la pertenencia a
una cultura determinada.
Podemos, de todas maneras, aceptar el que nos dice Charles Taylor en contra del atomismo y el individualismo, puesto que somos seres sociales que nos conformamos a través de una lengua y de un orden social. Pero pienso que hay que plantear esta dimensión social en una perspectiva universal y cosmopolita y no cultural y particular. Creo que tendríamos que aplicar al racismo cultural la misma terapia que hicimos con el racismo biológico. Y esta consiste en no entrar en el debate si las culturas ( cómo antes las razas) son iguales en valor o alguna es superior a las otras. Se trata de desactivar la propia idea de cultura ( cómo antes la de raza) que encontramos a su raíz. El científicos nos mostraron que la genética nos muestra el que tenemos de común a nivel específico y el que tenemos de diferente a nivel singular. Que las supuestas unidades genéticas particulares absolutas que se encuentran con las supuestas razas no existían y que el único que hay son disparos genéticos particulares ( de grupo) que no conforman unidades reales. Con la cultura pasa exactamente lo mismo y es la idea de grupo, con una identidad cultural homogénea la que tenemos que cuestionar. Las particularidades culturales, como las lenguas, hay que respetarlas porque están vivas en muchos ciudadanos. Las costumbres, las prácticas se respetan pero como manifestaciones de un conjunto de ciudadanos y siempre que ellas mismas no sean un atentado contra el respeto a los otros.
Hay que sustituir el término multiculturalismo por el de interculturalismo. Podemos aceptar las identidades culturales como un conjunto de discursos y de prácticas particulares distribuidos .No se trata de la negación de la identidad cultural sino de entenderla de manera relativa y no absoluta, dinámica y no estática. Las personas son las que tenemos identidades culturales y estas se basan en identificaciones subjetivas, sean conscientes o inconscientes, voluntarias o involuntarias. Estas identificaciones no son únicamente creencias sino también son prácticas. Forman parte de un proceso abierto de intercambio con los otros. La conclusión es, por lo tanto, que cultura es un proceso abierto de creación y recreación y no una transmisión. Podíamos vincular este planteamiento sociológico con la perspectiva filosófica de Cornelius Castoriadis, que critica la metafísica identitaria para afirmar que la cultura es producto del imaginario radical, un magma de representaciones imaginarias que están en proceso de constante transformación. La identidad cultural es hoy una construcción más singular que particular, más del individuo que del grupo. Pero hay que entender el individuo en sentido cooperativo y social, no competititvo y privado. No hay identidades culturales absolutas, hay una identidad personal que recoge diferentes aspectos culturales, cada cual de los cuales nos trae a formar parte de un conjunto de personas. tenemos que entender no de manera negativa sino también positiva, puesto que no se trata sólo de mantener unos límites respecto al otro sino también de hacer un trabajo activo (expresivo como diría el sociólogo Richard Sennett) de acercamiento al otro. Cómo dice correctamente Appiah hay que acostumbrarse al otro. no intentar convencerlo. Pero también quiere decir buscar el que hay de común y el sentimiento de curiosidad por el que es diferente.
¿ Qué podemos compartir y que podemos esperar de aquel al que percibimos como alguien que está equivocado y que como tal lo tenemos que tolerar ? Podemos aprender algo de aquellos con los que estamos en desacuerdo. Pero hace falta que insistimos que aquí no hablamos de respeto ni de democracia, sino de valores. Al que no acepta el respeto ni la democracia ni siquiera lo tolero ( como mínimo en estas creencias y, si llega el caso, conductas ) mientras que aquel que sí la respeta, no únicamente lo tolero sino también lo respeto También me parece mejor plantear esta conversación de las personas de valores culturales diferentes, por encima del llamado genéricamente diálogo de las culturas. Al margen de la buena voluntad y la perspectiva universalista ( es decir, cosmopolita ) que hay muchas veces detrás de esta propuesta, siempre podemos criticar el planteamiento excesivamente culturalista de la propuesta.
Podemos, de todas maneras, aceptar el que nos dice Charles Taylor en contra del atomismo y el individualismo, puesto que somos seres sociales que nos conformamos a través de una lengua y de un orden social. Pero pienso que hay que plantear esta dimensión social en una perspectiva universal y cosmopolita y no cultural y particular. Creo que tendríamos que aplicar al racismo cultural la misma terapia que hicimos con el racismo biológico. Y esta consiste en no entrar en el debate si las culturas ( cómo antes las razas) son iguales en valor o alguna es superior a las otras. Se trata de desactivar la propia idea de cultura ( cómo antes la de raza) que encontramos a su raíz. El científicos nos mostraron que la genética nos muestra el que tenemos de común a nivel específico y el que tenemos de diferente a nivel singular. Que las supuestas unidades genéticas particulares absolutas que se encuentran con las supuestas razas no existían y que el único que hay son disparos genéticos particulares ( de grupo) que no conforman unidades reales. Con la cultura pasa exactamente lo mismo y es la idea de grupo, con una identidad cultural homogénea la que tenemos que cuestionar. Las particularidades culturales, como las lenguas, hay que respetarlas porque están vivas en muchos ciudadanos. Las costumbres, las prácticas se respetan pero como manifestaciones de un conjunto de ciudadanos y siempre que ellas mismas no sean un atentado contra el respeto a los otros.
Hay que sustituir el término multiculturalismo por el de interculturalismo. Podemos aceptar las identidades culturales como un conjunto de discursos y de prácticas particulares distribuidos .No se trata de la negación de la identidad cultural sino de entenderla de manera relativa y no absoluta, dinámica y no estática. Las personas son las que tenemos identidades culturales y estas se basan en identificaciones subjetivas, sean conscientes o inconscientes, voluntarias o involuntarias. Estas identificaciones no son únicamente creencias sino también son prácticas. Forman parte de un proceso abierto de intercambio con los otros. La conclusión es, por lo tanto, que cultura es un proceso abierto de creación y recreación y no una transmisión. Podíamos vincular este planteamiento sociológico con la perspectiva filosófica de Cornelius Castoriadis, que critica la metafísica identitaria para afirmar que la cultura es producto del imaginario radical, un magma de representaciones imaginarias que están en proceso de constante transformación. La identidad cultural es hoy una construcción más singular que particular, más del individuo que del grupo. Pero hay que entender el individuo en sentido cooperativo y social, no competititvo y privado. No hay identidades culturales absolutas, hay una identidad personal que recoge diferentes aspectos culturales, cada cual de los cuales nos trae a formar parte de un conjunto de personas. tenemos que entender no de manera negativa sino también positiva, puesto que no se trata sólo de mantener unos límites respecto al otro sino también de hacer un trabajo activo (expresivo como diría el sociólogo Richard Sennett) de acercamiento al otro. Cómo dice correctamente Appiah hay que acostumbrarse al otro. no intentar convencerlo. Pero también quiere decir buscar el que hay de común y el sentimiento de curiosidad por el que es diferente.
¿ Qué podemos compartir y que podemos esperar de aquel al que percibimos como alguien que está equivocado y que como tal lo tenemos que tolerar ? Podemos aprender algo de aquellos con los que estamos en desacuerdo. Pero hace falta que insistimos que aquí no hablamos de respeto ni de democracia, sino de valores. Al que no acepta el respeto ni la democracia ni siquiera lo tolero ( como mínimo en estas creencias y, si llega el caso, conductas ) mientras que aquel que sí la respeta, no únicamente lo tolero sino también lo respeto También me parece mejor plantear esta conversación de las personas de valores culturales diferentes, por encima del llamado genéricamente diálogo de las culturas. Al margen de la buena voluntad y la perspectiva universalista ( es decir, cosmopolita ) que hay muchas veces detrás de esta propuesta, siempre podemos criticar el planteamiento excesivamente culturalista de la propuesta.
Está claro que la palabra de moda para superar las luchas "multiculturales" es "cosmopolita". Lo mismo he leído en otro "superador" de callejones sin salida en los que nos metemos solos al racionalizar, Bruno Latour.
ResponderEliminarInteresantísima esa parte en la que explicas cómo entender a Kant, la articulación de lo personal y lo común con los demás sin pasar por lo cultural, la singularidad unida a la universalidad de Zizek.
En fin, lo malo son las decisiones concretas en los casos concretos de choque. Se me ocurre por ejemplo, aunque en nuestro país no pasa tanto como en otros con más tradición de inmigrantes, los europeos se quejan de la tolerancia o "favoritismo" con religiones foráneas a Europa como puede plantearse a la hora de construir una mezquita, o como cuando se planteó en Córdoba la recuperación de la catedral para los musulmanes. Esto en España es pura ciencia ficción, pero por acercarnos a algo que ha pasado.
No es nada fácil, porque en la realidad hay poder en cuestión, sentimientos patrios, religiosos....con los que es difícil negociar.
En cuanto a los nacionalismos que se dan en España, ya lo hemos discutido en otros foros, yo la verdad, habiendo como hay la libertad para practicar la propia lengua y cultura en el tanto por ciento que uno considere adecuado, y habiendo la posiblidad de la educación también en la lengua que uno quiere, no comprendo tanto interés en seguir azuzando ciertas ascuas para que ardan alegremente. Y nos quememos de paso todos en esa hoguera que no lleva a nada positivo.
¿No es posible convivir de una vez en paz cada uno con su lengua, su cultura, sus tradiciones sin molestar ni molestarse más que con los que nos explotan desvergonzadamente haciéndonos trabajar para ellos en vez de para nuestra felicidad y bienestar?