Escrito por Luis Roca Jusmet
El tiempo no existe ¿
o sí ?. Es un concepto muy ambiguo. Existen los procesos que
conforman la realidad. Cuando el gran científico Illya Prigogine
habla de la flecha del tiempo se refiere a los procesos irreversibles
del mundo físico. La vida es un proceso irreversible, que se va
construyendo en el devenir. Si lo pensamos atentamente es muy
enigmático. Einstein decía que el tiempo no existía porque el
mundo físico no era un proceso. A Einstein le gustaba Parméndides,
que como el Vedanta, hablaba de una Realidad Absoluta. Los
acontecimientos son entonces la percepción humana y relativa de esta
realidad absoluta. Schopenhauer también lo afirmaba. Discutía con
Popper sobre el tema. Popper era más heraclitiano. Más chino
también podríamos, decir porque en China siempre se entendió la
realidad como un proceso de transformaciones.
Aristóteles marcó el
camino correcto. El tiempo es la medida del cambio. Los cambios
existen y son el despliegue de lo potencial, su actualización. Pero
es importante entender esto de una manera interactiva, no
leibnitziana. Para Leibnitz lo real es como un puzzle donde encajan
todas las piezas. La concepción interactiva quiere decir que los
encuentros son los que determinan lo que ocurre. Lo que se actualiza
debe ser algo que existe en potencia en mí pero no depende de mi
lógica interna el que se desarrolle o no. Esto es un determinismo
mecánico. Todos son condicionamientos que interactúan y que
determinan lo que ocurre. Es una concepción dialéctica, hegeliana,
contra la concepción mecánica. Lo real es una red que se va
tejiendo.
Los humanos hemos
inventando el tiempo en una doble dimensión: subjetiva y objetiva.
Como la manera como nuestro cuerpo vive en el proceso en que está
inmerso. El presente es la construcción de esta experiencia. Es la
percepción de lo real. Pero la percepción no es inmediata, es una
representación. Lo que llega a nuestro cerebro no depende únicamente
de nuestro sistema sensorial sino de cómo las sensaciones se ligan
con nuestra memoria, que le da un sentido. Son las palabras, las
imágenes, recuerdos, conceptos que forman nuestro imaginario
lingüístico y que interpretan lo sensorial transformándolo en
percepción. La dimensión objetiva es la que hoy se manifiesta a
través del reloj y de las matemáticas.
Pero me interesa el elemento vivencial, subjetivo. Si el presente es una construcción, el pasado es una reconstrucción. Lo que no es perceptivo, que implica la presencia de nuestro cuerpo, de otros cuerpos, es siempre una reconstrucción de percepciones anteriores a partir de nuestro imaginario actual. Transformamos lo que ocurrió a partir de nuestro imaginario presente, diferente del que existía cuando ocurrió. Lo importante es mantener los hechos, aunque también existen como una representación abstracta, porque los aislamos del conjunto. A pesar de todo hay una cierta objetividad que puede y debe mantenerse. Hay que relativizar los hechos hasta cierto punto, que es el de su interpretación. Más allá acabaríamos en el solipsismo, que conduce al absurdo.
El futuro es el resultado de lo que va
ocurriendo y quizás ya esté escrito. Lo está en el sentido de que
todo lo que ocurre es resultado de los múltiples condicionamientos.
Pero nuestra representación del futuro es siempre imaginaria. No es
ni una construcción basada en la percepción como el presente, ni
una reconstrucción basada en el recuerdo como en el pasado. Es una
construcción basada en una proyección imaginaria sobre la base de
un razonamiento o una intuición basada en la información de que
disponemos. Aristóteles nos da una clave al diferenciar el ser
potencial del actual. Lo que ha ocurrido y ocurre (la distinción es
ambigua porque si reducimos el presente al instante acaba no siendo
nada) es lo actual y lo que ocurrirá es lo potencial. Yo creo que el
futuro está determinado en el sentido de que es el resultado de la
confluencia de múltiples factores, cada uno de los cuales está
determinado a su vez por la interacción de múltiples
condicionamientos. Es decir, mi determinismo es complejo, no mecánico.
Lo real es un proceso reticular que contiene múltiples subprocesos.
La vida de cada uno de nosotros es un microproceso que forma parte de
un proceso global en el que todo está ligado.
Nuestra vida es el proceso que se
inicia en nuestra concepción y acaba en nuestra muerte. Seguimos
aquí a Aristóteles: la materia adquiere y pierde la forma humana.
Pero esta forma humana es singular, la propia de cada cual. Cuando
decimos que lo único real es lo presente queremos decir el cuerpo que
experimenta. Pero este cuerpo que experimenta lo hace representando a
través de sensaciones y de emociones este proceso que se va
tejiendo. Como otros animales. Pero los humanos, por lo menos por lo
que sabemos, somos los únicos que somos capaces de saber lo que nos
ocurre. Porque somos cuerpos auotoconscientes, pero somos todo porque
somos cuerpos hablantes. La autoconciencia ocurre porque es nuestra
estructura nerviosa que nos hace vivir como propio lo que
experimentamos. Es el proto-yo del que habla Damasio. Pero más allá
de este cuerpo autoconsciente hemos construido un lenguaje simbólico
que nos permite pensar lo que vivimos, lo que experimentamos.
El pasado es, de todos modos, tan real
como el presente. Lo que pasa es que no lo experimentamos
corporalmente. Solo existe como recuerdo. Pero quizás incluso lo que
experimentamos es un eco, un recuerdo inmediato de lo que llega a
nuestro cerebro. El futuro es también real pero como potencialidad.
Me parece que no podemos entenderlo como lo posible en el sentido de
indeterminación. Lo único posible es lo que pasa. Pero en lo que
pasa los seres humanos intervenimos con nuestras decisiones. Esto lo
entendió muy bien Spinoza cuando mostró que no hay incompatibilidad
entre determinismo y libertad. La libertad, la autodeterminación, que
no es indeterminación. El futuro es lo que aún no hemos
experimentado.
A mí me preocupa todo lo vivido y no recordado, hay hechos importantes que se olvidan voluntaria o involuntariamente, en la vida de cada cual como en la vida de la sociedad. Habría que escribir más lo que pasa y lo que nos pasa.
ResponderEliminarY siempre interpretamos a la luz de la experiencia presente, esto es inevitable, leer es interpretar. De ahí la importancia de saber leer los acontecimientos. Por eso me agradó tanto lo que dice Cyrulnik y ya colgué en otro post sobre cómo recordamos deformando para dar coherencia al relato de la propia vida, y no ahogarnos ante todo lo que se nos viene encima.
El tiempo de los procesos físicos es otro asunto, a saber de qué hablan los físicos cuando hablan de tiempo, de una magnitud medible, muy interesante pero es otro orden de cosas
Al final sólo existe el momento presente que estamos viviendo y que tantas veces despreciamos por mirar hacia el pasado o hacia el futuro cuando no toca.
Y justamente aludes a los animales, una lección que aprender de ellos, es ese atenerse a lo que hay y disfrutar viviendo intensamente lo que tienen en ese momento. Es lo que más admiro en todos los perros que me cruzo, lo concentrados que están en el momento, sea juego, sea caza, sea comer, beber, perseguir a un gato, o el entusiasmo que ponen en cumplir una orden de su amo, y su alegría vital por estar simplemente vivos. No hay poesía en ellos y a la vez está toda.
Lo importante Ana, es entender la vida como un proceso y no olvidarse ( la memoria es fundamental) del proceso global. Para ello, como dice Ricouer, hemos de hacer de nuestra vida una narración coherente. Pero sin explicarnos cuentos, siendo al máximo de veraces. En esto ayuda el psicoanálisis porque tenemos una gran tendencia al aautoengaño. Aparte de la roca del inconsciente, claro.
Eliminarun abrazo
Comparto el planteamiento general de Luis. A este asunto le llevo dando vueltas desde la adolescencia... He aquí una antigua muestra: http://www.vbeda.com/Ibiut/v/centrale.php?es=00000251&b=24
ResponderEliminarY es así porque nunca he dejado de pensar, con Séneca, que somos esencialmente tiempo. Por eso me encanta el planteamiento lógico de nuestro colega Laureano Luna, que prueba que la lógica tampoco puede ser inmune al tiempo si quiere superar sus paradojas y reconocer sus limitaciones (cfr. La insuficiencia del discurso racional).
¡Ojo con el instantaneísmo, que forma parte de la ideología publicitaria del comamos y bebamos que mañana moriremos, que nos volvería del todo animales! ¡Qué suerte que tenga buenos recuerdos para poder abstraerme del dolor presente! (by example).
En cuanto al futuro, tiene raíces muy antiguas. Las musas son hijas de la Memoria.
Una sugerente imagen volteriana del tiempo, que ofrece el personaje Topazio para explicar por qué en un sueño de una hora puedo revivir experiencias de años:
ResponderEliminar"Figurez-vous que le temps tourne sur une roue dont le diamètre est infini. Sous cette roue immense est une multitude innombrable de roues les unes dans les autres; celle du centre est imperceptible, et fait un nombre infini de tours précisément dans le même temps que la grande roue n'en achève que'un."
Le Blanc et le Noir
Tienes razón, José, en los peligros del culto al presente. Pero hay toda una tradición, la del taoismo y el zen, que sí que nos enseña a la atención plena en el presente, como dice Ana. Pero el presente es el cuerpo, el acto corporal consciente.
ResponderEliminarUn abrazo ( y gracias por las referencias)