EL IDIOTISMO FILOSÓFICO O CONCEPTUAL
Vaya por delante que el empleo de esta terminología no tiene ninguna intención de descalificar a nadie, sino analizar el uso filosófico que han hecho algunos autores de este concepto a lo largo de la historia y también en nuestros días. Tampoco debe considerarse de ninguna manera una descalificación hacia la filosofía, sino todo lo contrario: veremos a continuación el uso del término como figura conceptual ejemplar que mueve la filosofía, donde el término “idiota” por lo tanto no es sinónimo de ignorante, sino de una personalidad capaz de crear conceptos creativos desde su independencia y subjetividad.
Personalmente creo que uno de los mejores remedios, forma de vida, técnica personal o metodología que pudiéramos encontrar para sobrevivir a este siglo XXI podría ser practicar el idiotismo filosófico. El idiota en este sentido viene a ser un hereje moderno, pero también posmoderno y contemporáneo. Ya Erasmo de Róterdam en su obra satírica Elogio de la locura (1511) exaltaba humorísticamente la necedad o la ignorancia frente a la rigidez de las nociones tradicionales de sabiduría y conocimiento.
Cuenta Byung-Chul Han en su libro Psicopolítica (2014) que en un curso sobre Spinoza de 1980, Deleuze declaró que hacerse el idiota siempre había sido una función de la filosofía. Comenta Han que la historia de la filosofía es una historia de los idiotismos, como lo son el “solo sé que no sé nada” de Sócrates y el “pienso, luego existo” de Descartes. Para Deleuze y Guattari, el Idiota es quien dice Yo, quien lanza el cogito. Es aquella persona que piensa por sí misma, sin apoyarse en presupuestos académicos o dogmas previos. Es el pensador privado en oposición al profesor público (el escolástico):
El profesor remite sin cesar a unos conceptos aprendidos (el hombre-animal racional), mientras que el pensador privado forma un concepto con unas fuerzas innatas que todo el mundo posee por derecho por su cuenta (yo pienso). Nos encontramos aquí con un tipo de personaje muy extraño, que quiere pensar y que piensa por sí mismo por la “luz natural”. (Deleuze & Guattari, 2024: 63)
Argumentan Deleuze y Guattari en su libro ¿Qué es la filosofía? (1991) que el personaje conceptual “idiota” fue utilizado por primera vez por Nicolás de Cusa y que Descartes lo encarna en “Eudoxo, el idiota”, así como que esta nueva oposición o dualismo entre actitudes filosóficas contrapuestas (una especulativa y otra existencial), las toma Chestov primero de Kierkegaard y después de Dostoievski. Para Deleuze y Guattari, el idiota es el filósofo por excelencia, ya que impulsa la creación conceptual, que para ellos es la base de la filosofía. No se trata de un calificativo despectivo, sino de una metáfora filosófica que reivindica la autonomía del pensamiento y representa a quien rompe con lo establecido como filósofo ejemplar y creador original de conceptos.
También realizan ambos autores una clara diferenciación entre el idiota antiguo y el idiota moderno: mientras que el primero pretendía alcanzar unas evidencias dudando de todo, el idiota moderno no pretende llegar a ninguna evidencia, sino que quiere lo absurdo:
El idiota antiguo quería lo verdadero, pero el idiota moderno quiere convertir lo absurdo en la fuerza más poderosa del pensamiento, es decir crear. El idiota antiguo solo quería rendir cuentas a la razón, pero el idiota moderno, más cercano a Job que a Sócrates, quiere que le rindan cuentas de “cada una de las víctimas de la Historia”, no se trata de los mismos conceptos. Jamás aceptará las verdades de la Historia. (Deleuze & Guattari, 2024: 64)
Byung-Chul Han recoge estas ideas de Deleuze para trasladarlas a los tiempos actuales, caracterizados por un infierno de lo igual, donde la comunicación alcanza su velocidad máxima y representa una coacción junto con la conformidad:
Hoy parece que el tipo del marginado, del loco o del idiota ha desaparecido prácticamente de la sociedad. La total conexión en red y la comunicación digitales aumentan la coacción a la conformidad considerablemente. La violencia del consenso reprime los idiotismos. (Han, 2023: 104)
A la vista de ello, para Byung-Chul Han, el idiotismo representa una praxis de libertad hoy en día, siendo el idiota el desligado, el desconectado y el desinformado. El idiota es un hereje de nuestros días porque tiene la valentía de desviarse de la ortodoxia, oponiéndose a la conformidad (que, bajo mi punto de vista, también deviene en una mediocridad generalizada), ya que el conformismo impide el desarrollo individual, así como la creatividad propia del ser humano. Así, el idiota como hereje contemporáneo se resiste a la violencia del consenso salvando la magia del marginado. Oponiéndose a poderes de dominación y vigilancia, el idiota no comunica, sino que construye espacios de silencio y soledad:
El idiotismo abre un espacio virginal, la lejanía que requiere el pensamiento para iniciar un hablar totalmente distinto. (Han, 2023: 107)
Para Fernando Savater filosofar no debería ser salir de dudas, sino entrar en ellas. En su libro Las preguntas de la vida (1999) se pregunta por qué a veces resultan risibles los filósofos: probablemente por la mezcla de una ambición teórica desmesurada y escasos resultados prácticos, o bien por utilizar jergas incomprensibles… O, pienso yo, quizá también por “hacerse los idiotas” en determinadas circunstancias. Cuenta Savater que Tales de Mileto se cayó a un pozo por ir mirando al firmamento, lo cual provocó las carcajadas de dos sirvientas que pasaban por allí… Pues, oiga, a lo mejor es que Tales en ese momento se estaba también haciendo el idiota.
Para Savater, filosofar es defenderse de quienes creen saber y no hacen sino repetir errores ajenos:
Y esta función negativa, defensiva, crítica, ya tiene un valor en sí misma, aunque no vayamos más allá y aunque en el mundo de los que creen que saben, el filósofo sea el único que acepta no saber, pero conoce al menos su ignorancia. (Savater, 2021: 23)
Esta socrática apelación a la ignorancia o apología del desconocimiento es también un idiotismo, como hemos visto al principio en opinión de Han. Hacerse el tonto, el sueco, el loco, el despistado, el longuis… son expresiones coloquiales de nuestro lenguaje que bien pueden reflejar este concepto. En su reciente libro Bichos ejemplares. Teratografía humanaria (2025), donde en la palabra “bicho” del título ya podemos advertir alguna acepción coloquial del término que también pudiera estar de alguna manera relacionada con el idiotismo, José Biedma nos narra cómo Platón pensaba que resultaba conveniente pasar desapercibido, ya que las personas entendidas lo pasarían mal si no se acostumbraban a las opiniones de la mayoría, algo que me ha parecido estar muy en sintonía con la postura de Han relativa al alejamiento de la conformidad mayoritaria en los tiempos actuales, a la que he hecho referencia al principio de este artículo. Así, concluye Biedma que:
En cualquier caso, es privilegio del sabio hacerse el tonto, porque el tonto difícilmente podrá pasar por sabio. Aunque se han dado casos… (Biedma López, 2025: 311)
Estoy totalmente de acuerdo con la recomendación de Platón acerca de la conveniencia de pasar desapercibidos. Byung‑Chul Han emplea la expresión “el infierno de lo igual” para ilustrar la homogeneización característica de nuestro tiempo, donde la singularidad -y también la excelencia- desaparecen bajo el dominio de una uniformidad aplastante ocasionada, según Han, por el conformismo y la comunicación digital. Así, se expulsa a lo distinto y se aplasta a la otredad. Me parece evidente que los nuevos dioses y diosas de nuestros días son Facebook, Instagram, YouTube o Tik-Tok, máquinas que paradójicamente han sido inventadas y han sido posibles precisamente gracias a la excelencia del ser humano, que es además quien les da de comer alimentándolas energéticamente. Pero bajo mi punto de vista, creo que no es suficiente buscar las causas de esta ola de mediocridad, como apunta Han, en las comunicaciones digitales, el conformismo o el neoliberalismo: ya hemos visto con Platón que el idiotismo se viene practicando desde la antigüedad. Ortega nos advirtió de una masa conformista que evita la excelencia y ama la mediocridad, por lo cual fue muy criticado, y también el filósofo estadounidense Allan Bloom reflexionó de alguna manera sobre este asunto. Creo que es conveniente buscar las causas de esta pandemia de mediocridad, donde la excelencia es sepultada impidiendo el progreso social, también desde una perspectiva histórica y antropológica: la envidia tan característica del ser humano y los intereses económicos, materiales e ideológicos, bien sean individuales o colectivos, han sido la mayor causa histórica para obligarnos a practicar el idiotismo, por lo que habría que yuxtaponer también estas causas históricas y antropológicas a las que Han señala. Valga uno de mis propios poemas perteneciente a Poemas del tiempo (2016) para ilustrarlo:
El tiempo me ha enseñado
a ser discreto,
a no destacar.
A hacerte,
si la ocasión lo requiere,
alguna vez el tonto.
A ser cuidadoso,
prudente, cauteloso.
El tiempo es envidioso.
Así, hemos podido comprobar y observar a lo largo de la historia, la envidia y la obsesión enfermiza de muchas personas que intentan establecer un rasero de mediocridad para que ninguna ni ninguno de sus semejantes envidiadas y envidiados pueda sobrepasar esa barrera, negando el valor de la excelencia, el esfuerzo y la diferencia, y convirtiendo la mediocridad en la norma dominante e impidiendo progresos tanto personales como colectivos. Pero el problema de estas epidemias de mediocridad es cuando también se trasladan al plano ético y moral: cuando ha desaparecido ese juez del que hablaba Kant que nos habita interiormente y muchos de los métodos de vigilancia y castigo que Foucault asociaba al poder ya están al alcance de cualquier persona, tenga ética o no la tenga. Y esta situación sí que supone un peligro evidente para la convivencia y la seguridad, que ya vaticinaba Lewellen en su libro Introducción a la antropología política (2003), donde en un capítulo dedicado a el poder de las personas, concluye diciendo que
(…) debemos tener cuidado de no idealizar este poder de las personas. (Lewellen, 2009: 177)
Así que, para terminar, desde esta soledad voluntaria, idiotista y autoimpuesta, me gustaría añadir el concepto filosófico de idiotismo no solo considerado desde un punto de vista científico, metafísico u ontológico, sino también desde una dimensión ética y moral: puede ocurrir a veces que otras personas puedan llegar a creerse que uno se está haciendo el tonto en una determinada situación cuando no sea así. Curiosamente, en ocasiones alguien ha llegado a recriminarme que me estaba “haciendo el tonto”, sin yo ser consciente de ello, ni estar yo en ese momento haciéndome el tonto de forma intencionada. Es evidente que, cuando algunas personas perciben que lo que uno hace (de una manera que él mismo entiende que es digna y correcta éticamente) no coincide con lo que esas personas quieren o piensan o esperan que uno haga o termine realizando, bien porque tengan un diferente punto de vista sobre un determinado asunto o bien porque la actuación que uno está realizando choca frontalmente contra sus intereses personales (que en algunos casos pudieran ser materialistas o incluso espurios), puedan atreverse a decirte que te estás haciendo el tonto, o directamente calificarte como un auténtico idiota. Desde luego yo, en esos casos, reconozco ser un completo idiota: “Señor o señora, lleva usted razón, soy un perfecto idiota” (Y a mucha honra…).
Juan F. Cordero
Bibliografía
BIEDMA LÓPEZ, J. (2025). Bichos ejemplares. Teratografía humanaria. Barcelona: Europa Ediciones.
DELEUZE, G., & GUATTARI, F. (2024). ¿Qué es la filosofía? (16ª ed., T. Kauf, Trad.). Barcelona: Anagrama.
ERASMO DE RÓTERDAM. (1511). Elogio de la locura. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/elogio-de-la-locura--0/html/ff08f70e-82b1-11df-acc7-002185ce6064_13.html
HAN, B.‑C. (2023). Psicopolítica: Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder (2.ª ed.). Barcelona: Herder.
LEWELLEN, T. C. (2009). Introducción a la antropología política (F. J. Tablero Vallas, trad.; 3.ª ed., 1.ª impr.). Barcelona: Ediciones Bellaterra.
SAVATER, F. (2021). Las preguntas de la vida (ed. Bolsillo). Barcelona: Booket.
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