miércoles, 20 de julio de 2022

FELICIDAD AL ALCANCE

 Me han regalado este pequeño libro que recoge una conferencia del filósofo Comte Sponville impartida hace unos 20 años. Lecciones de sabiduría antigua, moderna y contemporánea que no pasan de moda. Se inspira en todos los filósofos que hablaron del tema: Platón, Aristóteles, Epicuro, Pascal, Spinoza. En principio y por delante me siento más cerca de los griegos que de Spinoza, pero la lectura de Comte Sponville en este preciso tema acaba dándole la razón a Spinoza y quitándosela a Platón, que pretendía una felicidad de primer grado, eterna, quizás inhumana.

LIVRE : Le bonheur, désespérément d'André Comte-Sponville - Fringues de  séries

Comte Sponville medita en favor de una felicidad de "segunda clase", de andar por casa, cómo ser feliz en medio  de las contrariedades, tropiezos, insatisfacciones que nos deja la vida.

Ya es triste pensar con Camus que los hombres mueren sin haber sido felices.

El filósofo se distingue del resto de seres humanos porque ama la verdad por encima de cualquier otra cosa. Y la verdad duele, solemos decir, parece una contradicción, de hecho nos defendemos de la tristeza obviando las realidades que nos molestan.

Y sin embargo necesitamos la felicidad, nuestra insatisfacción lo prueba. Si una persona es feliz nada le puede aportar el filósofo, esa persona es sabia.

Si fuésemos felices sin ser inmortales o inmortales sin ser felices, nuestra vida sería aceptable. ¿Pero mortales y desgraciados? indica que alguna que otra tarea tenemos por delante.

Cuando estoy en un país en guerra, sin mencionar la drôle de guerre ucraniana se comprende que no soy feliz ni me importa, me limito a intentar sobrevivir.

Pero cuando lo tenemos todo (familia, trabajo, salud, seguridad) y no somos felices ¿qué nos falta en ese caso para serlo? Dice Comte Sponville: nos falta ser sabios.

La sabiduría suprema del santo Job o de los estoicos que todo lo aguantan es excesiva. ¿Se te quema la casa?, no importa, construiremos otra. Pero en la casa estaba tu familia..., lo acepto. Es una sabiduría cuasi inhumana, heroica, imposible, la sabiduría del mártir.

A pesar de que CS afirma que no estamos para mártires, disiento, la vida tomada en serio es muy dura y lleva por derroteros que disgustan. Pero apostemos con él por una sabiduría adaptada, aceptando la "segunda fila" de nuestra sabiduría asequible, de andar por casa. Una sabiduría útil para sobrevivir a las pequeñas contrariedades habituales.

Volvemos atrás. ¿Qué nos falta entonces si no vivimos bajo las bombas nucleares?, ¿o no? No sabemos vivir. La ciencia más ardua, "aprender a vivir", como tituló Luc Ferry uno de sus libros. Se aprende con el tiempo y la experiencia, siempre tarde pero nunca demasiado tarde para tomar los mandos de nuestra vida.

Empecemos por el deseo como hace Spinoza, sin abandonar a Aristóteles. La felicidad es el fin de la vida y tener lo que se desea, en eso consiste ser feliz.

Cuando asistimos al Banquete platónico queda claro que lo importante no es la comida, el menú: lo primero es la conversación. Por eso los comensales eligen un tema interesante. El amor que es el deseo de lo que no se posee. La felicidad entonces no la tenemos porque nos falta lo que deseamos y mientras sigamos a Platón la felicidad será imposible en esta vida. Los que no creen que haya otra, como CS, o los que sí creen en otra, todos estamos unidos porque queremos vivir esta vida. Queremos ser felices aquí, con independencia de lo que pase luego.

Siguiendo con Platón, el deseo conlleva que algo nos falta, si algo nos falta sufrimos. Tener lo que se desea aunque no sea todo lo que se desea, al menos una buena parte de lo que se desea, sería razonable. Pensar en tenerlo todo no es razonable, quizás la felicidad no es nada razonable. Pero hemos quedado en una felicidad a la altura del ser humano que se atiene a este mundo y esta vida.

En cuanto satisfacemos el deseo ya no hay deseo. "No hay amor feliz", en cuanto se posee lo amado, cesa el deseo y llega el aburrimiento. Así describió Schopenhauer la vida. Para quien está en paro el trabajo es deseable y piensa que si lo tuviera sería feliz. Una vez obtenido el puesto, comienzan los problemas.

Estar enamorado de quien no se tiene es fácil. Lo difícil es estar enamorado del cónyuge.

¿Cómo hacemos frente al aburrimiento de la vida? Varias soluciones:

- Hacer como que somos felices aunque no lo seamos.

- Huir hacia delante, "ya nos tocará la lotería", popular salida poco filosófica.

- La propuesta Pascaliana del salto religioso, apuesto al más allá feliz aunque no tenga certeza.

¿Qué hacer ateos y no ateos frente al dilema sufrimiento / aburrimiento?

Schopenhauer se olvidó o equivocó, porque de entre sufrir y aburrirse aún queda sitio para el placer y la alegría. Un día de este verano canicular paseando por el campo, deseo ardientemente un vaso de agua, el placer de estar bebiéndolo mientras se está bebiendo es una realidad irrenunciable e innegable. Aunque no dure, es un placer de la vida que da una satisfacción.

Podemos desear lo que tenemos, si solo pudiéramos desear lo que nos falta y nunca lo que tenemos seríamos carne de suicidio.

Si deseo dar la clase, que los alumnos me escuchen y lo consigo, es un placer innegable, fuente de satisfacción, de alegría, de felicidad de segundo grado porque no es eterna. Pero es. Como el placer del paseo, desear estar dando ese paso y no el siguiente es una alegría.

Todo acto necesita una causa próxima, eficiente  y no final. Y el deseo, como dice Aristóteles, es la única fuerza motriz, por eso podemos ser felices, porque podemos desear y deseamos lo que hacemos. Es la felicidad en acto. 

Disfrutar y alegrarse de lo que uno tiene es una felicidad que no espera nada más.

La esperanza es contraria a la sabiduría, aunque sea una virtud cristiana que va de la mano con la fe. Tomás enseña que esperanza y fe cesarán en la vida eterna. En esta vida el sabio prescinde de la esperanza, no espera, vive lo que se le presenta.

Comte Sponville hace un elogio de la desesperanza, de ahí el título de la conferencia. ¿Por qué rechazar la esperanza? Veamos.

La esperanza es un tipo de deseo que se caracteriza por:

- Desear sin disfrutar, se espera que pase lo que no se tiene.

- Desear sin saber, se espera sin tener certeza de si el deseo del futuro mejor se colmará o no. Esperanza y conocimiento nunca se juntan. No espero aquello de lo que me siento capaz de tener o de lograr.

Esperar es en definitiva desear sin poder, sin disfrutar, sin saber.

Placer, conocimiento y acción son lo contrario de la esperanza. 

No basta la esperanza para vencer, hace falta valentía y voluntad.

Y el mensaje de Comte Sponville es que se puede desear lo que se disfruta, se puede desear lo que se sabe y se puede desear lo que se sabe. 

De ahí el sabio "desesperado", una sabiduría de la felicidad y del amor porque se desea lo que se tiene y sabe. El sabio que es plenamente feliz porque nada le falta. La sabiduría es serenidad, ausencia de temor, desilusión, lucidez, conocimiento. Es sabio quien no tiene nada que perder porque está salvado, la verdad le basta. Por ello desesperanza y beatitud son dos caras de la misma moneda. 

La desesperanza viene de ver la vida desde el punto de vista temporal. Aceptar lo que es como es. La beatitud, serenidad, por ver la vida sub specie aeternitatis, a lo Spinoza.

No hay que creer, sino conocer.

No hay que esperar, sino hacer y amar.

Al sabio que no somos le basta el presente, no desea nada del pasado, ni cuenta con el futuro mejor. Renuncia a la felicidad futura porque se contenta con lo que hay.

En vez del gay saber de Nietzsche, CS propone el gay desespoir del que se siente colmado por el presente. El sabio nada espera. Solo desea lo que sabe, puede, lo que disfruta, lo real de lo que forma parte.

El amor espinosista se contenta con celebrar la existencia de lo amado sin necesitar su posesión. "Que bueno que existas, me llena de alegría tu existencia".

1 comentario:

  1. Interesante, como todos tus artículos, Ana. Filosofía parda de gusto estoico. Respecto a los angustiados, Camus y Sartre, fueron sin duda mejores escritores que filósofos, si por filosofía entendemos eso de "savoir vivre". Se ha dicho que el estoicismo es un cristianismo sin esperanza. A la apatía estoica corresponde la resignación o conformidad cristiana.
    Como muy bien analiza María Zambrano el futurismo, la tiranía del futuro, a la que podemos llamar en su versión ideológica "progresista", exige sacrificios, incluso de inocentes, y hasta el sacrificio de la inocencia del presente y su hontanar de misterios, desde luego. Pero el presentismo también tiene sus riesgos. Está muy de moda el Carpe diem y el autor se suma a la misma.
    Sin embargo, sólo los animales -quiero decir el resto de animales- viven en presente. De hecho, si no miramos al futuro, toda la esperanza conservacionista y ecologista se va al traste. La aventura de la Historia que nos hace especiales se va al traste sin memoria y proyecto. "Viva yo alegre, en mi burbuja de confort, y el que venga después que arree", este es el lema del Presentismo.
    La esperanza sin duda es una virtud, la última que se pierde. Sin embargo, pasa con ella como con el resto de las excelencias, si es excesiva o si se apuesta sólo a ella, se sacrifican otras.
    Reapreciar lo que se tiene, desearlo, profundizar en sus misterios -esa sí me parece una buena lección. Vale la pena que proporciona más alegría, mientras esta sea mayor que el sufrimiento. Y no hay salvación sin esfuerzo.
    Es la alegría -como decía el poeta de Fontiveros- la moneda contante y sonante de la felicidad. Y depende de causas simples: comer pan cuando se tiene hambre, beber agua cuando se tiene sed, la compañía y conversación de buenos amigos...

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