lunes, 26 de febrero de 2018

EL REGALO DE PROMETEO.



Al crear a las especies mortales, tal como cuenta Platón en el Protágoras, los dioses encomendaron a los titanes Prometeo y Epimeteo que dotaran a cada especie de sus facultades, distribuyéndolas equilibradamente. Epimeteo repartió cualidades de forma armónica, de modo que la velocidad, la habilidad para trepar o la capacidad de volar compensaran la debilidad o el pequeño tamaño. Dotó de piel grasa y abundante pelo a aquellos seres que vivía en ambientes fríos; dio velocidad, fuerza, garras y colmillos a quien necesitaban cazar a otros animales para alimentarse, y dotó a su vez a estas presas de cuernos y cuerpos grandes y pesados para defenderse de los depredadores. Pero Epimeteo -el que siempre llega tarde- se olvidó del ser humano, así que cuando su hermano Prometeo –el previsor- comprobó que todos los seres, excepto uno, estaban dotados naturalmente para vivir, decidió robar a los dioses la sabiduría y el fuego para permitirle al hombre sobrevivir en la naturaleza con divinas propiedades.