JAN PATOČKA, UN SÓCRATES DE NUESTRO TIEMPO
Por supuesto nada tiene que ver con la finanza. Si Platón
viera cómo hemos construido un mundo en el que la especulación dineraria tiene
un peso tan determinante, me parece que se llevaría las manos a la cabeza.
Ana Azanza
Ahora que Europa está en crisis por Grecia, me he encontrado
con un libro fundamental, muy iluminador sobre Europa, sobre la filosofía,
sobre lo que hay de “salvable”, “exportable” al resto del mundo en nuestro acervo
cultural europeo.
El fundamento de un mundo humano no puede ser la finanza, lo
fundamental es el cuidado del alma. Es el mensaje de la filosofía platónica, de
la filosofía en su mismo nacimiento. Es lo que debería importarnos a cada uno
en particular y por extensión, como a Platón, el cuidado “del alma de la
polis”, es decir, la justicia. Nada más lejos de lo que estamos viviendo, por tanto, nada
más necesario de ser traído a primer plano.
Patočka (1907-1977) |
El libro al que me refiero se titula “L’Europe après
l’Europe”, es un conjunto de ensayos del filósofo checo Jan Patočka publicado
en 2007. Patočka (1907-1977) fue un intelectual comprometido que pagó con
tortura, interrogatorio policial y al fin con la vida su compromiso. Revivió en
sus carnes el proceso a Sócrates, de ahí la fuerza de todas sus consideraciones
sobre Europa, Occidente y su legado, la filosofía como cuidado del alma, la
doble reflexión en la raíz del nacimiento de Europa, la posibilidad de una
historia universal.
Jan Patočka da una explicación certera de la doble raíz que
la civilización occidental ha legado al mundo, con sus luces y sombras.
Una parte de esa doble raíz es la ciencia base de la
técnica, volcada sobre el conocimiento del mundo material y su dominio. Sin
duda todo un éxito occidental comprobable en el mundo contemporáneo. Es el
éxito del materialismo, de la ciencia, no de Demócrito, ya que la ciencia
cambió mucho con la nueva aplicación de las matemáticas en la revolución del
siglo XVII, pero sin duda sí es un éxito de la relevancia del conocimiento del
universo visible para el ser humano, que ya está en el atomismo antiguo.
Sin embargo y esto es lo interesante, Occidente o Europa se
ha dejado olvidada por el camino una parte del legado griego que está tanto en
Demócrito como en Platón: el cuidado del
alma. En Demócrito el cuidado del alma se entiende como una búsqueda de la
verdad del mundo, el hombre que se aplica a reconocer el ser real de las cosas
tras los fenómenos y los cambios, se mide con lo imperecedero. Cuida por tanto
de su alma.
En Platón el cuidado del alma no es sólo fruto de esa
mentalidad “científica”, sino que es la finalidad de la filosofía y además debe
de tener consecuencias políticas, aspecto este último que no hallamos en la
reflexión del filósofo de Abdera.
I. EL ALMA HECHA PARA CONOCER
El atomismo a diferencia de los
presocráticos de Elea, no se contenta con señalar la diferencia
apariencia-realidad, sino que descubre un puente entre ambos, la vía que nos
lleva al todo para, partiendo del todo, volvernos a traer a nosotros mismos.
Platón integra y supera la reflexión de Demócrito. Lo que
Platón acoge de Demócrito:
- Las matemáticas como paradigma ontológico fundador y puente hacia lo que es.
- El proceder reductor y la reconducción del análisis a dos principios: unidad de lo imperecedero, multiplicidad de lo aparente y perecedero.
- Jerarquía ontológica y epistemológica: desde lo absolutamente inteligible a lo parcialmente inteligible.
Demócrito de Abdera |
Los atomistas reducen los fenómenos al ente en cuanto tal: el átomo. Van de lo visible a lo invisible, de lo inexacto a lo exacto. Como hará
Platón con su doctrina de las ideas. La oposición “Doxa” y “episteme” también está pergeñada en
los atomistas. El fenómeno es como un velo que recubre la figura verdadera sin
deformarla totalmente.
Los dos principios atomistas son el vacío y lo sólido. Lo
incorpóreo y lo corpóreo. En Platón los dos principios son incorpóreos.
El espacio vacío que puede ser explicado por la geometría
euclideana es el descubrimiento de Demócrito. Va unido a su teoría de los
infinitos mundos simultáneos. Se trata de un descubrimiento matemático y filosófico. Un
espacio homogéneo e isótropo, en el seno del cual el sólido que se mueve no
sufre modificación de su forma, no es fruto de la geometría sino de la
filosofía, esa noción nace en el suelo de la doctrina de la “fisis”.
El movimiento del sólido idealizado es la base de la
geometría. Solo en el espacio vacío del atomismo se puede decir que las
dos paralelas no se encuentran y que toda recta puede prolongarse al infinito.
El espacio vacío del atomismo es el espacio en el que es posible la experiencia
geométrica fundamental de la estructura del movimiento del sólido.
El cuerpo no se distingue desde el punto de vista geométrico
del espacio que ocupa. El espacio representa el esquema del movimiento de los
sólidos. Esta reflexión muestra que ese principio termina en el infinito de la
grandeza. El estudio del espacio geométrico lleva a los principios
hacia abajo, pues las leyes de la similitud permiten tener la intuición de
estructuras dirigidas por leyes independientes de la grandeza absoluta. ¿Hay lo
infinitamente pequeño? Las cosas están inscritas por sí mismas en el ser, tienen
límites que se pueden modificar en lo visible. Los cuerpos pueden cambiar
Tiene que haber lo indivisible que forme lo divisible, la
división no puede ir al infinito, porque entonces no habría fundamento para la
división. Por tanto EL ÁTOMO, que puede ser descrito exactamente gracias a la
geometría, la ciencia más clara de las conexiones necesarias.
Demócrito no distingue entre filosofía, geometría y física.
De ahí su interés para nosotros, habitantes del siglo XXI perdidos entre mil
ciencias cada una mirándose a sí misma.
¿Son las consideraciones de Demócrito sobre el átomo
matemáticas o son físicas? En Demócrito tenemos los dos principios del ser,
multiplicidad del ser en movimiento y la unicidad del no ser, juntos hacen
posible el esquema de asociación y disociación. Por condensación nacen los
mundos. En un primer nivel del torbellino, nacen las formas macroscópicas.
El ser preciso y determinado es el átomo. Lo demás es
derivado, simple copia e imitación. Para comprender la apariencia del mundo hay
que remontarse al original. El método de conocimiento es remontar a los
elementos base para estudiar la asociación y disociación. Una disolución constante
borra los límites, hace todo indistinto y borroso, sin esa disolución constante
podríamos distinguir una hormiga en el cielo.
distingue entre el conocimiento auténtico que llega hasta los
principios y el conocimiento ilegítimo, bastardo, de segundo rango. Sólo el primero llega al ser. Llegar a lo más
pequeño es llegar a lo más grande. La “fren” es la fuerza que permite atravesar
los datos de los sentidos e interrogar a esos datos sobre su origen. Todo lo
que vemos y saboreamos no son más que deformaciones de un origen elemental… No
existen más que por convención, como la palabra. Es imposible reducirlas a lo
elemental, por eso son convenciones. El
“nomos” es la marca que los separa del origen, y la marca de cierta autonomía
que les es propia. El atomismo fue el primero en hacer de las matemáticas el instrumento
de la filosofía. Para Democrito solo existe lo que puedo coger con la mano.
Mas allá del vacío y del no ser.
II. EL CONOCIMIENTO ES PARA EL ALMA
En el Gorgias,
Platón se encuentra con Demócrito. En el Gorgias, el hombre filosófico está por
encima del político, la geometría es la que enseña la armonía, el todo y su ensamblaje regular es el modelo del filósofo. Polo y Calicles discuten. El atomista sabe que el
cuestionamiento transforma al hombre, le permite remontar a las cosas primeras,
a lo primordial, a lo inmutable, y comprendiendo tomar parte en ellas. La
figura descubierta de las cosas ejerce una influencia sobre el hombre gracias a
la cual descubre su naturaleza más profunda. Y la buena fe que antes no podía
ejercer. El criterio del atomista, es el ser tal cual es, no los demás. El atomista no es un político, sino un
ontólogo, No le importa el aparecer sino el ser. Hay que ser bueno y justo a
los ojos de uno mismo. No solo importan los actos, también las intenciones.
Y más los actos que las palabras, las palabras disimulan la verdad.
Demócrito tambien dice que el que comete la injusticia es
más desgraciado que el que la sufre. Esta tesis sólo tiene sentido en el
contexto del cuidado del alma., la filosofía, también en su forma científica
como en Demócrito es UN CUIDADO DEL ALMA:
El alma al lado de lo
que no muere, el alma que modula su comportamiento según la totalidad, sólo
sobre la verdad que ha descubierto. El cuidado del alma, procede de la contemplación, que es
exaltante y tranquilizante y nos quita las preocupaciones habituales. El alma accede a una región que ignora el combate por el
rango y el honor, por la vida y la muerte, esas diferencias no existen en la región
de lo imperecedero. Las cosas en ese mundo no están para subvenir a las
necesidades sino sólo para ser explicadas a partir de sus fundamentos. De ahí,
la tranquilidad del alma, la aspiración a una verdad imparcial y a la medida en
los juicios.
En Demócrito la
preponderancia de lo objetivo es tan flagrante que se podría decir que el alma
no existe más que para explicar el mundo, se dedica entera a la verdad del
universo, no hay otro fin en su vida que reflejar la totalidad.
A pesar de los puntos en común, el modo de proceder es
diametralmente opuesta al socrático-platónico. Para Demócrito el alfa y omega es el
conocimiento bien fundado. Pero que el saber pueda ser medio para una actividad
original, que ser bueno pueda ser un saber en un sentido en que la bondad está
determinada por el saber, sobrepasa a Demócito.
Atenas es el pivote
de la civilización griega, así la ve Platón. En ese lugar se encara la madurez
de la mirada filosófica. Ciudad por excelencia (Menexeno, Timeo, Critias) asilo
de la libertad griega y de su superioridad frente a los bárbaros. En el
Menexeno, historia de Atenas, las guerras médicas, los hombres se defendieron
contra los Persas, porque vivieron en contacto con sus orígenes, con su
tradición, su orden ético. La envidia y el odio que hay en el mundo helénico contra
Atenas, la harán sucumbir. La ciudad permanece fiel a su esencia a pesar del declive.
Como las divinidades se retiran, sólo nos queda la ayuda de
la filosofía. En Atenas ha predomnado el gobierno de los mejores. Sobre la base
de un orden ético y la tradición, se ha puesto un gran acto. Luego nos hemos
perdido. Atenas no vuelve a alcanzar esta altura del pasado y decae. La
experiencia de ese perderse se lee en el relato de juventud de Platón, no hay
forma de ser justo en una ciudad injusta.
Desde joven en vez de lanzarse a la política, Platón
reflexiona. Se decepciona cuando ve que quieren perder a Sócrates los que antes
eran sus amigos. Los nuevos demócratas que llegan del exilio, lo denuncian, lo
condenan como ateo, a él que siempre estaba hablando de la sumisión a la voluntad
divina. Incapaces de discernir lo verdadero, lo evidente para los discípulos de
Sócrates que han aprendido con él la reflexión filosófica.
Sócrates es el viejo ateniense que vive la época en la que
divinidad ha abandonado a la comunidad y reacciona. Es valiente, incapaz de
comportamiento indigno. La valentía es
la base de su justicia y piedad. La ciudad se pierde porque piensa que
basta volver a la tradición, sin reflexión. Sócrates hace que los orígenes
estén presentes gracias a la reflexión. Tiene el papel de un Tiresias mandado
por la divinidad, como hombre no para de desvelar la ceguera de los que piensan
que pueden seguir igual cuando la reflexión ha despertado.
Sócrates no sabe, sólo refuta. La refutación sólo es posible
si se mira de forma positiva lo QUE ES.
Esa negatividad es la única sabiduría humana. Y basta para
avalar todo el trabajo de reflexión desde los primeros filósofos y para
reconciliarlos con la divinidad. El que interroga y somete a la prueba la unidad de vida,
opinión y discurso, el que se pone en cuestión, encargado de misión del único
detentor de saber positivo, el dios.
La distinción entre verdad y error presupone la positividad,
el ser. Esa distinción no está al alcance del hombre, la refutación reenvía a lo sobrehumano. Sócrates ha introducido una prueba nueva de la divinidad, la refutación, una prueba sólo posible
al filosofar. El demonio de Sócrates es lo que la divinidad da al que practica la filosofía. El que combate la ceguera, el
que se preocupa del alma preguntando, cuestionando sin parar.
Una preocupación de la propia alma y del alma de la
comunidad, las dos son inseparables.
El alma regenerada de Sócrates vive en una comunidad nueva, o
se le deja en paz o se le mata. No hay paz entre una vida fundada sobre opinión
y tradición, y una vida fundada sobre lo que es del que busca lo que es.
Lo que lleva al alma a una actitud nueva hacia la verdad, es
QUERER llegar a ella. Erigir esa
verdad en criterio cada vez con rigor renovado. Bastaría conocer la esencia de
una cosa para juzgarla bien, bastaría conocer el bien para ser bueno. Si
nuestro saber fuera auténtico, atravesando las cosas, todo lo particular se
vería como consecuencia de la esencia, y el saber sobre el bien nos llevaría a
la vida buena. Hay que convencer de su no saber a los que se figuran saber. El pensamiento es esencial porque es la acción que nos
permite tomarnos en mano y llegar a ser quienes somos. No se limita a reflejar lo que es. Se desarrolla en el alma.
Es acción del alma sobre el alma, forma y determina. El deseo y la emoción
deforman e indeterminan.
En la escuela de Sócrates no nos preocupamos del alma como
Demócrito para penetrar en los principios últimos, sino que dado que nos preocupamos del alma por eso
queremos conocer la realidad del mundo y sus principios. El pensamiento es
el órgano de la preocupación positiva, que determina y enriquece el alma. La
apertura al ser del alma viene dada por la preocupación. No se puede comprender el alma más que si nos preocupamos de
ella. El alma es por tanto el centro de la filosofía. La filosofía es la
preocupación por el alma en su verdadera esencia y el elemento que le pertenece
propiamente.
La enseñanza de Platón gira en torno del cuidado del alma. A
partir de ese cuidado surgen las demás dimensiones filosóficas. Ese pensamiento cuestionante toma forma en un diálogo, y
es obligatorio cuestionar. Pues sólo un discurso claro, coherente, no
contradictorio dará un alma interiormente una, comprometida con sus
pensamientos, no descoyuntada.
El que no cesa de buscar está inmunizado contra la
contradicción y sus consecuencias en el alma. Platón descubre algo nuevo que no
estaba en Demócrito: el “logos” inquisidor, instructor, con sus encuentros, sus
preguntas inopinadas, sus instancias antagónicas, al principio que ve poco, que
hace posible la recapitulación, y progresivamente abrirse a un campo más vasto. Un movimiento sin fin.
La preocupación del alma es fundamental para la comunidad.
Sólo lo invisible, la preocupación por el alma
indica cuál es el sentido de la tensión y del movimiento: la intelección
exige forma, una búsqueda que compromete toda la vida y que no es asunto de
cada uno por individual. Si la
preocupación por el alma hace posible una vida nueva, en el discernimiento
moral que pone en obra, será posible una nueva comunidad. Poder controlado por
el bien del todo. Los hombres
espirituales valientes, que nunca son simples ejecutores, llevan esta comunidad,
los guerreros que son capaces de arriesgar su vida por la comunidad que dan
pruebas de valentía interior y arrojo, no obediencia ciega, sino hombres de
espíritu siempre alerta.
CONCLUSIÓN
La exploración
científica del mundo a lo Demócrito tiene un papel fundamental para la
fundación espiritual de Europa. Siguiendo sus huellas
se desarrolla un saber que nada nos va a decir sobre la naturaleza del hombre. Muy
lejos está Demócrito de los problemas reales de la polis. Atenas es el lugar
donde nacerá una preocupación del alma, que no parte de la naturaleza sino del
alma.
Cuanto más avanza más clara se vuelve el alma. Avanza hacia sus fundamentos. El camino se
puede poner siempre a prueba para avanzar. El alma es valiente para autocuestionarse, retenida,
disciplinada, subordina todos los demás asuntos de la vida a su actividad de pensamiento,
y justa, porque hace lo que tiene que hacer, su deber, sin pretender ir más
allá. Tenemos así un criterio del ser auténtico, un criterio que el alma se ha
dado a sí misma en esa experiencia: el criterio es lo que es uno, constante y
preciso. El alma se da cuenta de que no le satisfacen la vida en la ciudad ni
el comercio con las cosas. Nuestra relación habitual con las cosas y con los
demás es imprecisa, variable, llena de contradicciones, sin unidad. Es el mundo
de la apariencia y la doxa.
El alma que reflexiona al lado de lo puro. Las
satisfacciones agravan la nulidad, sobrepasar la nulidad conduce a la
determinación, a la precisión. De lo indeterminado a lo definido, es el trabajo
de la filosofía. La filosofía reside en ese movimiento, no hay ninguna prueba
de hecho de la filosofía, no hay prueba comparable a las pruebas matemáticas
que no tocan nuestro ser. Filosofar es
ese movimiento que consiste en ir de la inmediatez indeterminada a la reflexión
que define.
Evidentemente hemos construido un mundo sobre la ciencia y
la técnica, el conocimiento del mundo material para uso y disfrute. ¿Qué hemos
hecho de la otra enseñanza griega?, ¿qué hemos hecho del cuidado del alma?, ¿qué
del cuidado de la conducta en relación a los principios?, ¿qué hemos hecho en
definitiva de la ética fruto de la reflexión y la atención a lo que es?
Esa parte contemplativa y de cuidado de sí la hemos dejado.
Si Occidente quiere recuperar algo de su pasado más glorioso, ahora que según
todos los índices estamos en franca decadencia, haríamos bien en mirar del lado
de las enseñanzas platónicas. La materia forma el mundo y su conocimiento nos
ayuda a crecer, pero no podemos quedarnos en el nivel de la ciencia. Recordemos
con Platón que el bien sólo existe porque hay alma, es decir, porque hay
conciencia y reflexión, capacidad de tomar en mano la propia vida resistiendo a
la fuerza de la costumbre y la comodidad. Como hizo Sócrates, siempre en
camino, siempre cuestionando y sobre todo cuestionándonos a nosotros mismos. Es
lo único que le da alguna consistencia a nuestra breve vida.
Se puede leer toda la obra platónica como una contestación, como un expediente contra Demócrito, al que Platón -lo cual es muy significativo- no cita jamás. Ambos parten de dos apuestas metafísicas distintas: la materialista y la idealista. No obstante, es posible que la tradición haya exagerado esa bipolaridad, y que haya, como señala tu entrada, más afinidades de fondo de las que solemos reconocer entre ambos autores. Incluso es posible que Demócrito emplease la palabra "idea" para referir a la figura esencial de sus átomos... No creo que Demócrito despreciara la ética. De hecho escribió sobre ética, si no recuerdo mal, aunque de su obra sólo conservemos fragmentos. En efecto, el cuidado del alma es un tema principal de la filosofía, y suena muy moderno en su original griego de la Apología: Therapeia psyjês, o sea, terapia síquica, algo en lo que los urbanitas se gastan millones de euros cada año, para poder reducir sus niveles de angustia y acceder a una vida más digna y feliz. Lou Marinof ha explotado con éxito esa dimensión terapéutica de la filosofía platónica, que no es la única, desde luego.
ResponderEliminarLo que me ha llamado la atención es que también para Demócrito hacer ciencia, en el sentido de conocer el mundo material en profundidad, interesarse por lo material, es cuidado del alma
ResponderEliminarMuy interesante Ana. Recién tomo contacto con este pensador. Por lo poco que sé, en su caso el "cuidado del alma" también tiene una dimensión socio política.
ResponderEliminarSería bueno, como tú dices, que el Occidente recupere algo de su glorioso pasado platónico. Pero también sería bueno, a mi juicio, que la "modernidad occidental" no se olvide de celebrar el consenso, los derechos del hombre, la libertad de conciencia y de expresión, y otros bienes del alma que ha conquistado luchando contra enemigos que no han desaparecido de ningún modo.
En ambos sentidos este Patocka parece una referencia valiosa. Gracias por el descubrimiento. Ya te debo varios... :-)