sábado, 4 de octubre de 2014

INOCENCIA, REFLEXIÓN, CORRUPCIÓN



El filósofo Peter Sloterdijk ya trató el tema de las generaciones en su libro “Has de cambiar tu vida” (2009). Al comienzo del capítulo “Psicología de lo superior” recoge la recomendación del Zaratustra nietzscheano a los hombres superiores, los hijos que se asemejen a sus padres serían superfluos. La procreación no debería ser repetitiva sino ascendente.

Nietzsche estaba convencido de que el movimiento de la reproducción es de menor valor que una línea ascendente que va de los padres a los hijos. Tras la muerte de Dios, no hay ser superior al que parecerse o al que imitar. El artista es la figura del hombre que se supera a sí mismo.
Sólo el acróbata se atreve a salir de lo rutinario y superarse haciendo cosas imposibles para la gente normal. El que está en lo alto es un “monstruo” que amonesta, inspira, advierte a los espectadores.


En su último libro el filósofo de Karlsruhe vuelve sobre el tema de lo monstruoso, sobre la relación paterno-filial, la tradición que se transmite o se ha dejado de transmitir. Le preocupan las aspiraciones de la juventud actual que no quiere parecerse a sus padres y busca triunfar.
Llega a todo ello después de observar la ruptura del nexo entre las generaciones, de reinterpretar la doctrina del pecado original y de establecer la diferencia entre una moral ingenua y una moral sentimental.


Entrevista en Frankfurter Rundschau de Michael Hesse, traducción Ana Azanza

Juicio Final, catedral de Orvieto


Profesor  Sloterdijk, en su nuevo libro designa Ud. a los hombres de la modernidad como “Los hijos terribles de la modernidad”. Tras los llamados “hijos terribles” está la figura de la ruptura con los padres. ¿Cuál es la causa de esta ruptura con la tradición?
Describo la edad moderna como un extenso experimento “antigenealógico”. Dicho experimento se fundamenta en la circunstancia de que ya no hay automatismo cultural que de una forma segura pase de los abuelos a los hijos y a los nietos. Más bien ocurre que en cada intervalo genealógico la cadena se puede romper. Para los modernos es típico que el intervalo entre los padres y los hijos sea cada vez mayor. 

¿Los padres y los hijos se diferencian cada vez más?
Inevitablemente, dado que los mundos de la vida cambian aceleradamente. Los modernos no dejan otro diagnóstico. La orientación proveniente de la sabiduría de los mayores casi se ha olvidado. La edad pierde su autoridad. Con ello empieza la época de los hijos siempre diferentes. A veces se tiene la impresión de que el mundo puede terminarse en el espacio de una generación. Nos admiramos de que a pesar de todo el mundo sigue ahí.

¿Considera que el siglo XIX es  la época de la gran ruptura entre las generaciones?
Es sobre todo el tiempo del realismo. Tendríamos que darnos cuenta de que el realismo es un hallazgo juvenil. Significa que los jóvenes por vez primera ya no quieren ser como los padres. Los hijos modernos son conscientes de que el mundo de los adultos es una comedia.  Kasper Hauser ya no podría repetir la frase: „Me gustaría por una vez ser como otro“. Los típicos modernos no quieren lo mismo, de ninguna manera quieren ser „lo que otro fue“.

¿Qué quieren en su lugar?
Quieren ser ellos mismos y como ellos mismos. No saben todavía que la individualidad y la monstruosidad convergen. Cada uno de ellos aspira a convertirse en un monstruo, una singularidad, sin comprender lo que eso significa realmente. Se ha olvidado, que la individualidad feliz consiste en la igualdad de la especie, en ser una variación personal de un tipo, sin embargo el hombre, que consiguiera la cualidad perfecta de ser inconfundible caería en el aislamiento del último hombre o del último animal. El que es totalmente irrepetible se convierte en monstruo. Para un ser de esta naturaleza el pensamiento de tener descendencia cae por sí mismo.


¿El hombre de los modernos sería fundamentalmente un monstruo?
Hay que entender bien la palabra: los monstruos de la prehistoria griega son hijos de Gaya la madre tierra y un gigante humano. A partir de ese horrible abrazo se originaron numerosos monstruos, de los que la mitología griega nos cuenta muchas historias: la esfinge, la quimera, la hidra…etc. El signo distintivo del monstruo clásico es que es siempre el primero, el último y el único de su especie. Ningún otro es igual que él. Este resultado contiene la primera enseñanza sobre el individuo. En la modernidad regresa como la doctrina del último hombre.

Esfinge de Naxos

¿Por qué aparece esta tendencia en el siglo XIX?
El siglo XIX opera bajo el signo de una idea fija que se llama la cuestión social, que gira en torno al problema: ¿cómo se juntan realmente los hombres entre sí? El siglo XIX se mete en el callejón sin salida de una falsa respuesta que consiste en decir que la gente se une a través de la sociedad, es decir, de la socialización y la solidaridad de clase. La relación real que es la genealógica, se queda en segundo plano. La cuestión genealógica y la cuestión social van en direcciones opuestas. Cuanto más se desvaría hablando de la sociedad, más se desgarran las líneas genealógicas. La ruptura genealógica se muestra particularmente en Estados Unidos, la patria de los hijos e hijas que se escaparon. Según su constitución los Norteamericanos son del Derecho por ser hijos de nadie. Thomas Jefferson fue de los primeros que subrayó la independencia radical de las generaciones entre sí. No tiene que haber ninguna competencia de las generaciones antiguas sobre las siguientes, porque equivaldría a reducir la descendencia a esclavitud.

En su libro entiende Ud. la idea del pecado original como una forma primitiva de la corrupción humana. ¿Cómo puede un filósofo actual interesarse por el pecado original?
He acercado la antigua doctrina del pecado original a la luz para descubrir si aparece algo que podamos tomar en serio tras la retirada de la sobretensión teológica.

¿Y en su opinión qué es lo que aparece?
La tendencia a la corrupción. Si uno se contenta con las declaraciones de Pablo y Agustín sobre la constitución pecadora del hombre sucumbe a exageraciones cristianas. La teología del pecado original es una tendencia al consentimiento con un castigo exagerado que Dios envía al hombre: una pequeña desobediencia una vez tuvo como consecuencia 5000 años de expulsión, la muerte, la indigencia, el miedo al infierno. Esta doctrina agustiniana se cuenta entre las herencias más oscuras de la antigua tradición europea. Hace 200 años que está enseñanza se debilita, para nuestra gran ventaja, tenemos la oportunidad de considerar el problema de la corrupción humana desde otro punto de vista totalmente distinto.

¿Es la corruptibilidad una especie de componente existencial-ontológico del hombre, una condición fundamental de su existencia como lo formuló Martin Heidegger?
Me parece importante hacer constar que la corrupción no es un “existenciario“, sino un resultado. Tanto como señalar que la esperanza, al contrario que Ernst Bloch, no es principio sino efecto u oportunidad. Aquí se separan los caminos entre los representantes del optimismo absoluto y los realistas antropológicos, que admiten que hay motivos para la esperanza, pero siempre de forma local y ocasional, no al modo de un principio que mueva la historia en general.

¿Hay ejemplos de hombres que no son corruptos?
Sí claro, se me ocurren los nombres de Noam Chomsky y Jetsun Pema, la hermana del Dalai Lama – dos personas, que este año han recibido el premio Myschin. Son los íntegros de nuestro tiempo, que representan el contraste con lo mundano, los que antiguamente se consideraban santos. Parece que en su caso es cierto que cometieron menos errores que los demás. Durante toda su vida consiguieron dejar a un lado del camino los demonios de la corrupción.
Noam Chomsky
Según Agustín ni siquiera esos hombres pueden evitar la corrupción.
La enseñanza agustiniana sobre el pecado original es radicalmente pesimista porque el teólogo describe al hombre como un animal rebelde. Esto constituye un teorema básico de su antropología: el hombre como tal no puede sublevarse contra Dios. Pero Dios puede ayudarle a dejarse ayudar. Los santos y Dios hecho hombre son reconocidos con el predicado “particularmente humilde”. El hombre corriente es según Agustín un animal orgulloso.

¿Y este sería el principio de su corruptibilidad?
Todo empieza con el orgullo: toda la cascada del resto de corrupciones depende de un gesto de orgullo. Una vez que se levantó la cabeza en exceso, una vez que el hombre se gustó a si mismo, bastó para alejarlo de Dios. En el libro „La Ciudad de Dios“ hay un párrafo en que se describe con dureza al Angel caído. En la terminología moderna hablaríamos de una crisis narcisista. Al mirarse en el espejo y por un momento preferirse a Dios, comenzó el viaje al Infierno.

Y esta desviación es según Agustín de todo punto  incorregible.
Cuando se lee su enseñanza sobre la predestinación quedan pocas esperanzas de salvación para el creyente.
En el Cielo no hay sitio para todos. Sólo pueden ser ocupados los lugares que quedaron libres tras la caída de los ángeles y no son muchos. Para la mayoría de los candidatos a la salvación las perspectivas son bastante sombrías.
La chute des anges rebelles
Frans Floris el Viejo, Caída de los ángeles rebeldes
¿Cómo llegar al lado de los buenos si desde una perspectiva moderna se rechaza la enseñanza del pecado original?
Estamos ante la relación idealista entre la ingenuidad y la reflexión. Lo mismo que en Schiller existe la diferencia entre la poesía ingenua y la poesía sentimental, se observa parecida diferencia en los asuntos éticos entre una moral ingenua y una moral sentimental. Hay gente que gracias a la reflexión se vuelven tan honrados como sólo podrían haberlo sido gracias a una ingenua bondad inicial, antes del encuentro con la dificultad de la vida, antes del roce con los malos ejemplos que echan a tanta gente fuera del camino.
Se puede ser de nuevo honrado ingenuo y altamente reflexivo.

¿La existencia de otros corruptos echa a perder al hombre?
El mundo está lleno de muchos malos ejemplos. Desde que la modernidad eliminó a los héroes, a los sabios y a los santos y proclamó a los bellacos como modelo, la corrupción se extiende. En todas partes donde los hombres no quieren ser el “tonto del pueblo”, se establece el poder del mal ejemplo.

¿El mundo del último siglo ha empeorado o mejorado?
Es una cuestión delicada. Personalmente creo que desde hace poco está mejorando, admito que es una afirmación que va contra la intuición. Para muchos contemporáneos parece que los tiempos nunca fueron peores. Si se me permite esta actitud es pesimismo narcisista, porque nuestros contemporáneos de hoy que viven en el primer mundo no tienen derecho a comparar sus complicaciones con las oscuridades de los años 30 o las de los años 1914 a 1945.  Hay que guardarse de las almas bellas, que otorgan a nuestro tiempo la corona del envilecimiento.

¿Qué ocurre con la herencia que se debe transmitirse en el intervalo generacional?
El siglo XX ha despilfarrado el mundo antiguo de las relaciones genealógicas. El signo más claro de ello es en qué medida se ha terminado la discriminación del hijo fuera del matrimonio: totalmente. Más bien se observa una discriminación positiva de los perjudicados antiguamente. Ha tenido lugar una revolución sin precedentes en el orden genealógico, no se sabe todavía cuáles serán las consecuencias a largo plazo. Las herencias anímicas se han quedado en la actualidad para el psicoterapeuta. Cuando un niño se parece demasiado a sus padres se le lleva al médico. Cuando las cosas no funcionan como en el libro de imágenes de la psicología, se recurre a la terapia.

¿Qué hay de las relaciones materiales y de su consolidación a través del derecho sucesorio? ¿no es tiempo de una rebelión a la vista de los pocos ricos que se han repartido el mundo? Los desposeídos transmiten también su precaria posición social a la siguiente generación.
Con las llamadas de odio a los ricos se consigue lo contrario de lo que sería deseable, a saber, la corrección inteligente de las crecientes asimetrías en muchos niveles. Esto concierne naturalmente al uso inteligente de las desigualdades sociales. Hay que considerar que las relaciones de comparación entre los hombres se han desplazado. Dado que el estatus, posición y clase casi han desaparecido como regulativos sociales, cada uno se ve hoy condenado a compararse con cualquiera sin protección. Esto no hace más que envenenar. La mayoría de la gente, no consigue compararse con los más exitosos sin distancia. Necesitan una protección, que estabilice sus posibilidades de vida en el espacio de juego y que suavice las diferencias producidas por la comparación. Los antiguos enseñaban al joven: „(Ser feliz) depende de estar satisfecho con lo que se tiene y con lo que se es.”. Esa forma elemental de inteligencia vital ha sido desechada a través de las modas en los medios de comunicación de masas. Vivimos en una sociedad de “Stars” que esperan ser descubiertas. En cada Ego suena el tic tac de una bomba de relojería: It could be you, ¡tú podrías ser la nueva estrella!

¿No es un problema que sólo afecta al uno por ciento de la población?
Los discursos sobre el uno por ciento se basan en engaños ópticos. ¿No ocurre por el contrario que el uno por mil produce las ideas de las que prácticamente viven todos? Más exactamente un uno por mil del uno por mil.

Caída de los ángeles rebeldes de Luca Giordano
Caída de los ángeles rebeldes, Luca Giordano 1666
¿Quiere Ud. decir que son realmente tan pocos?
En lo referente a los decisivos logros técnicos, terapéuticos y estéticos del mundo moderno hay que decir que proceden de personas a las que sus sociedades no tienen en cuenta. Todo lo que hoy tienen y son las gentes del primer mundo hoy, sean ricos, medianos o pobres, se debe a un grupo que dieron el empuje inicial al desarrollo, del que por otra parte no todos, ni siquiera la mayoría se aprovechan. Temo que el odio popular contra los ricos que se presenta como resultado del sentido de la justicia, oculte un desagradecimiento con respecto a los ingenios a los que en el fondo casi todos debemos casi todo.


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