domingo, 24 de agosto de 2014

DEUDA Y GRACIA


 Escrito por Ana Azanza

Nos quieren convencer de que las deudas de un país son de todos y que los países serios pagan sus deudas. Ciertamente se deben de pagar las deudas, es más difícil de entender porqué si no se lleva el nivel de vida del banquero cuando a éste le va bien, hay que cargar con la deuda por él causada entre “todos” cuando le va mal. Algo se cuela en el razonamiento, el sistema financiero sería como el Matrix o red de la sociedad, un "dispositivo" inevitable, que hemos de sostener entre todos, siendo “todos” los de abajo. Sin la finanza la economía se iría al traste.
No me voy a meter en un terreno que desconozco, pero si no nos hemos lucrado con la especulación financiera ¿por qué tendríamos que cargar con las malas consecuencias de la misma? En especial cuándo los beneficiados y causantes del desbarajuste siguen con el mismo tren de vida o mayor mientras la base de la sociedad, o sea, la inmensa mayoría se resiente y paga el pato recortando de lo necesario, que no de lo superfluo.

¿No hay nadie a quien pedir cuentas, hacer investigación de bienes, que afloren los millones y que se devuelva lo “saqueado”? parece ser que no, el dinero si es en forma de capital, corre libre por el mundo y hay multitud de candidatos para ofrecerle un escondite.  Son los nuevos dioses, lo sagrado e intocable del mundo globalizado, la finanza que decide sobre nuestras vidas.
 
En “Le Prix de la verité. Le don, l’argent, la philosophie“ (2001), Marcel Henaff explora el universo del don. ¿No había antes del homo oeconomicus una forma de reconocer, honrar y unir mediante el don? ¿Por qué en las relaciones entre grupos de individuos, la oferta y el intercambio considerados preciosos son el medio por excelencia de reconocerse, de manifestar la estima, garantizar la continuidad de la relación? ¿Cómo se expresa por medio de los bienes la relación con seres invisibles, los dioses, capaces de decidir nuestro destino? ¿Qué es un don de los dioses? ¿Qué se les debe a los dioses? ¿Cómo nace y se extingue una deuda? ¿Hay relación entre una deuda simbólica y una deuda financiera?

La primera cuestión que merece ser examinada es la práctica del don ceremonial, que no se explica ni por el trueque ni por la mera generosidad. El verdadero enigma está en el nexo entre los tres gestos dar, obligación de aceptar y la respuesta en forma de contra-don. “Dar-recibir-devolver”, lo que Levi Strauss no señala en esa terna es que al dar algo se da uno mismo, si uno se da es que se debe a los demás. Dar supone un avance del sí mismo al corazón del otro o del otro al corazón de uno.

El “orden del don”, como lo llama Henaff, manifiesta que la alteridad es constitutiva de la “ipseidad”. Todavía más enigmático resulta si nos fijamos en la unidad que forman la ofrenda, el desafío o demanda y el nexo de unión.

Hegel pensó que cuando se intercambian dones ceremoniales nos metemos en una dialéctica del reconocimiento, que luchamos por el reconocimiento. Pero si en vez de lucha por el reconocimiento hablamos de desafío-demanda, la cosa cambia, porque el reto-demanda no instala la rivalidad sino que “lanza el arco de un puente hacia la otra orilla todavía invisible y pretende obtener que desde la otra orilla se complete el puente haciendo el mismo gesto.” El desafío del que da de corazón provoca e invoca la confianza, tranquiliza porque da todo, se da a sí mismo en lo dado.
El que da espera recibir y sería equivocarse ignorarlo, espera al menos reconocimiento.
Se puede examinar la regla del don en la práctica matrimonial de la exogamia, gracias a la cual el extranjero deja de serlo por el intercambio de dones.

Y luego están las cosas sagradas en el sentido romano del término. Aquellas cosas que se sustraen a la lógica del don porque son tesoros inalienables de la comunidad.

La segunda cuestión sobre el don, se refiere al que llega de los antepasados, simbolizado por lo sagrado. Los hombres responden a ese don de los ancestros o de los dioses por medio de ofrendas, palabras de gratitud y a veces sacrificios. Henaff estudia detalladamente en qué contextos históricos precisos se produce la “edad del sacrificio”
Sería a partir de la sedentarización cuando los hombres tienen que gestionar el nuevo poder adquirido. Así los hombres renuncian voluntariamente a parte del poder, inmolando algo de su producción a los dioses. Y esta hipótesis histórica conlleva que la institución del sacrificio no es lo contrario de la racionalidad tecnológica sino una de sus primeras manifestaciones. Véase el significado fundacional de los mitos griegos para los diferentes gremios artesanos. No es un simple adorno, el mito está en la base de la forja o de la alfarería.

Dar, comunicar, separar, realizar son las cuatro dimensiones de la acción sacrificial, las cuatro razones que la justifican y que dejaré a un lado para centrarme en la tercera cuestión sobre el don que me ha interesado más: la deuda originaria.

La deuda originaria expresa la desigualdad del don de los dioses a los hombres y también de los hombres entre sí. Es un elemento cultural de primera magnitud que debe interesar al filósofo. Ya Sócrates antes de morir recordó a Critón que no dejara de sacrificar el gallo a Esculapio.
 
Si todo don recibido crea una deuda, en el sentido de que nos obliga, no por ello nos hace culpables. Henaff examina 3 expresiones de la deuda:

-la representación védica de la deuda original
-la representación bíblica de la deuda acontecimiento.
-la representación griega de la deuda cósmica.

El pensamiento védico ilustra el carácter de la deuda sin connotación de pecado. El brahman paga la deuda estudiando los textos sagrados, sacrificando a los dioses, procreando un hijo. Cada una de las tres acciones es una forma de superar la contingencia y a la vez inscribirse en el mundo humano, inacabado, que exige ser purificado y mejorado. La deuda es una deuda de vida, una “deuda de réplica” más que una deuda de dependencia.

Nos encontramos a años luz de la deuda financiera que tiene cuyo objeto parece ser que la gente trabaje de por vida para pagar al acreedor.
De ahí los años jubilares establecidos en la Biblia en los que se perdonaban todas las deudas

La deuda cósmica se ilustra perfectamente con el texto de Anaximandro que impone a todos los seres el respeto del “orden del tiempo”. Sea cual sea la figura de la deuda simbólica, la modernidad y su proceso de secularización, lo tomemos como lo tomemos, ya como Carl Smith ya como Blumenberg, nos confronta a un problema análogo al del declive del sacrificio:

¿Toda deuda simbólica se puede reducir a una deuda financiera? Llevada hasta el extremo la traducción económica de la deuda y del don tiene el efecto de ocultar el problema del mal radical. Haría ridícula la pregunta “¿Qué puedo esperar?” que se transformaría en “¿Qué me es dado esperar?”.

Y aparece la última cuestión que hablando de deuda jamás se menciona en la actualidad: el don sin devolución, es decir la “gracia”, que el filósofo Marion llama “fenómeno saturado”. En su sistema filosófico un fenómeno saturado es el equivalente a la paradoja. De hecho Marcel Hénaff dedica varias páginas a las paradojas de la gracia.

La primera paradoja sería preguntarse que puede tener en común la kharis griega con la gracia cristiana de la que habla san Pablo, “donde abundó el pecado sobreabundó la gracia”, entre la gratia de Séneca y todas ellas con la hèn de los textos bíblicos. Se podría responder que el denominador común está constituido por la idea de “un favor que no solamente no se merece sino que además es imposible devolver”.

Pero este denominador común no puede ocultar la especificidad de las respectivas herencias culturales y religiosas de cada término.

La “gracia griega” reposa en la equivalencia entre las palabras don, belleza, encanto, elegancia. ¿Estaría la gracia andaluza cercana a este campo semántico? 
Todo lo “gracioso” nos seduce y, por ello mismo, nos persuade, también en el campo de la política. Recordadno a Hannah Arendt, Hénaff define el espacio público de la polis griega como el de una visibilidad “llena de gracia”. Ese espacio “dado a cada uno de nosotros” es el ámbito donde mejor se puede ejercitar la palabra democrática que debe convencer y seducir. Pero esa kharis griega ¿Basta para constituir el nexo social? Es decir, ¿es suficiente la gracia, el encanto, para el reconocimiento recíproco recíproco que antiguamente encontraba su principal expresión en el don ceremonial? Es una de las cuestiones más profundas que se pueden plantear a los teóricos de la “razón comunicativa”, si existe comunicación social posible sin algo de gracia.

Tenemos como hemos dicho la gracia utilizada en el léxico bíblico, cuya fuente es la creencia en el Dios de la Alianza, la elección y la Ley. A partir de esa triada que refleja el carácter incondicional e inexplicable del favor de Yavéh el pensamiento cristiano sobre la gracia pudo florecer en particular en las cartas de san Pablo.

Confrontando la fuente griega y la fuente bíblica nos damos cuenta de la dificultad de entrecruzar significados tan dispares. Y sin embargo ese mestizaje que no sé muy bien porqué Levinas ha calificado como hipocresía en “Totalidad e infinito”, es fundador del pensamiento occidental. Soy de la opinión como Hénaff y Jean Greisch que es mejor descubrir como fue el encuentro de cosas tan dispares antes que investigar como por ejemplo hace Heidegger, la pura fuente griega o la pura fuente bíblica.

El problema es todavía más complicado al considerar la palabra latina gratia con la connotación de generosidad y gratitud. Séneca escribe el modelo de la gratia latina en su obra De beneficiis, libro interpretado como un ensayo sobre el don, gesto ético, y la generosidad mutua fundamento del nexo social, en el que la ética releva a la lógica tradicional del don ceremonial. Séneca al elogiar el don puro, que no es puro más que si es unilateral, oculta el aspecto del don como demanda o reto, como exigencia de réplica y rivalidad generosa. En su elogio del don que no espera nada a cambio, Séneca es el origen del malentendido persistente que llega hasta hoy, según el cual, no hay doy más que si es absolutamente unilateral.

Por aquí pasa la vía romana del mestizaje entre gracia romana y gracia cristiana, incluido el problema de oponer el estoicismo y el cristianismo. Oponer la gracia cristiana al voluntarismo estoico es ocultar su denominador común, ambos tienen que ver con la generosidad y el don unilateral que es para Séneca un “don divino”. Para cristianos y estoicos el don divino es absolutamente intransitivo, favor sin condición, no espera respuesta. La diferencia estaría en la creencia cristiana en un Dios que dirige su amor incondicional a todos los seres humanos sin diferencia de raza, sexo…etc y que muriendo por ellos hace posible el nuevo orden de reconocimiento al que llamamos caridad.

Hénaff se cruza también con Max Weber al examinar la naturaleza del nexo social. A propósito del espíritu del capitalismo a partir de la reforma protestante, habría que decir que la diferencia del protestantismo frente al catolicismo sería que a partir de la Reforma la sociedad reposa sobre la complementariedad de las tareas definidas más que sobre la reciprocidad de los dones. Habría que preguntarse cómo pudo ser que el pensamiento de la gracia, que hace de Dios un ser cercano, se transformara en la idea radicalizada y un poco angustiosa de la predestinación (Lutero). La historia teológica de la gracia se transformó en desgracia.
El desencantamiento del mundo de Weber va unido al desencantamiento de la comunidad.



Para terminar con la gracia griega recogemos el mito antiguo de las Tres Gracias, Aglae, Thalia y Eufrosine, fuerza, frescura y juventud. Séneca cita este mito al hablar de la generosidad pero no contesta a la pregunta por el significado de esta ronda que forman el don, la recepción del don y la devolución del don. “¿Por qué las manos de las tres Gracias se entrelazan?” Se podría, como hace Jean Greisch, releer la imagen de las tres gracias a  la luz de fe, esperanza y caridad, tres virtudes descritas por san Pablo en su himno a la caridad. La fuerza de la fe, la frescura de la esperanza y la eterna juventud del amor, tres respuestas fundamentales al don primero de la gracia.



6 comentarios:

  1. Parece un libro muy intersante, Ana. La variedad y complejidad de los temas que tocas me inhiben de decir nada. Pero te agradezco el acicate intelectual...

    Dicho sea de paso, los niños, antes de ser condicionados por la cultura que los llena de conceptos acerca de sí mismos, suelen hacer el descubrimiento de la autoconciencia de un modo directo y enternecedor. Yo una vez escuché a uno preguntarse: ¿porqué soy yo?

    A mi entender la existencia consciente de sí es una deuda que sólo se puede 'pagar', es decir sólo puede ser correspondida, dándose. Dando de sí. Por ejemplo, como has hecho tu en este post... :-)

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  2. Gracias por el comentario.
    En realidad el libro siendo denso lo he descubierto dentro de otro todavía más denso sobre las diferentes paradigmas de la filosofía de la religión.
    Me ha gustado esa reflexión sobre la palabra gracia en sus diferentes acepciones, que cuando se separan unas de otras pierden "gracia", nunca mejor dicho, pierden sentido.

    Y más adelante ya ahora estoy en ello, está el paradigma de Ricoeur que acepta el reto a la religión que suponen Freud, Marx y Nietzsche. La fe cambia tras la lectura y el tomar en serio sus críticas, es una fe trágica, también una fe purificada, porque en el fondo se ha pretendido "racionalizarla" mucho y sé de qué hablo.
    Difícil de entender, pero el esfuerzo merece la pena y se llevaría de maravilla dedicarle un seminario entero a este autor Jean Greisch, es muy exhaustivo en esta temática.

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  3. Bueno eso (quiero decir Ricoeur y su proyecto) nos introduce de lleno en el complejo problema de la hermenéutica. ¿Desde dónde, con qué supuestos, leemos la religión?

    Pues no debemos olvidar que Freud, Marx y Nietzche era ateos (tal vez eso es más difícil de decir del último debido a su 'dionisismo'), por lo cual sus lenguajes y su racionalidad (es decir los criterios bajo los cuales algo se hace para ellos inteligible) se orientaban de un modo distinto, y hasta opuesto, de aquél que inspira el lenguaje y la inteligibilidad religiosa.

    Dicho de otro modo, a mi modesto entender, no se puede interpretar todo desde cualquier lado, pues hay supuestos que hacen inaccesible aquello que justamente se pretedende entender. Para tomar la sopa, la cuchara... pues el tenedor la dejará la escapar entre sus dientes :-)

    Como sea, siempre es intelectualmente estimulante leer tus post. Gracias otra vez. Y espero el de Ricoeur :-)

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  4. Sócrates asevera en el "Fedro" refiriéndose a los mitos: "todas estas cosas tienen su gracia" (229d). Es el mismo diálogo en el que afirma que es una simpleza decir que toda demencia (manía) es un mal, ya que algunas "manías" son un don de los dioses, constituyen distintas clases de entusiasmo (posesión divina), y por medio de dicho don gratuito (gracia o inspiración) nos llegan los mayores bienes. Tales especies de "locuras divinas" son: la profética, la ritual, la poética y la erótica, y son producidas "por un cambio en nuestras normas sociales acostumbradas". Habla también allí Sócrates de las penalidades que sobrevienen a algunas estirpes "por antiguas y confusas culpas" y para las cuales la demencia constituye una liberación, volcada en súplicas y entrega a los dioses (244d).

    Cuando Ricoeur habla de la "economia del don" se refiere a esa frontera, difícil de trazar, entre Amor y Justicia. El primero se puede reclamar, pero no exigir, la justicia se debe exigir. Mi "evangelio" a este respecto ha sido hasta hace poco "Amor y Justicia" (Caparrós ed., Madrid, 1990) una colección de artículos del filósofo francés. Digo en pasado "ha sido" porque ahora soy consciente de los excesos de la compasión, en detrimento de la justicia. La multitud tiende a despreciar cuando se le ofrece gratuitamente y exige fácil e injustamente recursos producidos por el sudor y el esfuerzo de otros, de acuerdo a la retórica demagógica de los "derechos", exige lo que no se gana ni se merece. A este respecto, sirve de contrapeso, a la lógica excesiva de la caridad "fraternal", la lógica hiperbólica del emprendimiento meritocrático (Ayn Rand).
    La regla de oro del 'do ut des' seguirá siendo la base del orden social. El amor hay que ganárselo, con "amabilidad".
    Y la banca es necesaria, de nada nos sirve demonizarla. Lo que el estado con nuestros recursos ha salvado no es solo al banquero, sino sobre todo al impositor, al ahorrador...
    Muy interesante la alusión al sentido andaluz de la gracia, que se llama a veces "duende" y que sin duda tiene un sentido predominantemente esteticista, como el concepto andaluz de "poderío", tan próximos ambos al vitalismo nietzscheano.

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  5. - Gracias...
    - De NADA...
    Perdona la simpleza

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  6. San Emilio Botín que estás en los cielos, ruega por nosotros

    Listado de hechos heroicos del banquero más potente
    https://www.diagonalperiodico.net/global/botin-y-banco-santander-cielo-es-limite.html

    Los ministros socialistas echando una manita con los problemillas judiciales de nada del nuevo santo y héroe nacional ( a juzgar por los panegíricos escuchados estos días). Total, millones arriba millones abajo....ya se los cargaremos a los pobres haciendo pagar los medicamentos, ambulancias, y degradando otros servicios sociales. El dinero es de quien es y con las cosas de comer no se juega

    http://vozpopuli.com/economia-y-finanzas/49365-la-muerte-de-emilio-botin-o-el-funeral-de-un-jefe-de-estado

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