domingo, 4 de noviembre de 2012

Comte Sponville, la filosofía como salvavidas



Autora Ana Azanza

Me he decidido a trabajar este vídeo entrevista de André Comte Sponville. No pensaba hacerlo. Así como he leído a Luc Ferry, conozco los libros de Comte Sponville sólo por los títulos. Y la primera vez que ví este programa no me “conmovió”, una expresión utilizada con frecuencia por este filósofo. Pero tras dedicarle un poco de tiempo, reconozco que merece la pena el esfuerzo. Comte Sponville ha escrito mucho sobre la vida, la muerte, el amor, el sufrimiento, las virtudes. Parece que lo hace de manera demasiado “simplista”, pero es una falsa impresión desde mi punto de vista. Me convence el hecho de que su filosofía es una necesidad vital, no una necesidad académica o de fama.

En los primeros compases de este programa se le ve pesimista, con un pensamiento que no me atrae por la “emoción negativa”, casi deprimente que parece transmitir. Pero conforme avanzan las preguntas llega a tocar puntos autobiográficos que dan una explicación de su forma de pensar. Realmente a André Comte Sponville la filosofía le ha servido para sobrevivir como confiesa al principio de la entrevista.

Es de resaltar las relaciones que establece entre filosofía y psicoanálisis, distinguiendo ambas prácticas. “La filosofía empieza donde termina el psicoanálisis”. Tras siglos de una filosofía meramente académica, de conceptos que van y vienen, se desarrollan y complican, he aquí un filósofo que añade a la necesaria erudición del universitario  su propia peripecia personal. Quizás no es justo decir que “añade” su biografía, ya que primero fue su vida, una infancia muy desgraciada según explica y luego el descubrimiento de la filosofía como una materia para la que estaba especialmente dotado, su tabla de salvación.

En los años universitarios de Comte Sponville, (nacido en 1952) en Francia dominaba la filosofía alemana. Heidegger era el astro alemán del momento, que implícita o explícitamente y por oleadas como ha expuesto Dominique Janicaud, (“Heidegger en France”) orientaba en diversas direcciones muchas de las discusiones de la filosofía francesa. Frente a la germanofilia de sus profesores, Comte Sponville se interesara por la tradición gala de Montaigne, Pascal, Descartes, más a tono con su tono y talante vital. En eso se parece a Nietzsche, más amigo de la filosofía francesa que de la alemana.

Coincido con él en preferir la genialidad del filósofo que logra llegar al gran público a la genialidad del filósofo que se queda para los especialistas. Como a Comte Sponville no me fascina el esoterismo filosófico, sin negar la necesidad de practicarlo para quien ha estudiado filosofía. Pero lo mejor de la filosofía se puede compartir con un público más amplio que no son los eruditos. La filosofía es un recurso de la humanidad que merece la pena sacar de las cátedras y vocear por la calle, como en nuestro país ha hecho Fernando Savater. No nos vendrían mal unos cuantos más “Savateres” en España.

Felicidad, verdad, sabiduría ¿cómo combinar estos tres grandes sueños en uno? Inevitable la sonrisa escéptica ante palabras tan sonoras y redondas después de 2.500 años de filosofía y de tantas catástrofes en la historia de la humanidad. Pero esos no son los motivos de Comte Sponville para un ejercicio escéptico sobre su propia disciplina filosófica. Más bien como tantos seguidores de Nietzsche, no tiene ídolos. Toda actividad humana, literatura, poesía, música tiene una parte de vanidad de la que es sano darse cuenta, aún practicándola como profesión, para no caer en el engaño de divinizar lo que se hace.

Importante el tema religioso, Comte Sponville se define a sí mismo como un “ateo fiel”. Michel Onfray lo llama “cristiano ateo” y Ferry lo ve más bien cercano al budismo. Expone su compromiso de juventud en movimientos católicos y su abandono de la fe. Prácticamente en la misma línea que Luc Ferry, asegura que la religión cristiana hace unas promesas demasiado bellas para ser verdad. Y de todas formas él no las cree, no tiene “esa gracia” y explica la mala y la buena razón por las que dejó de creer. A pesar de su increencia hay que subrayar su  análisis de las enseñanzas evangélicas, en especial la referencia al Sermón de la Montaña o Bienaventuranzas.

Es llamativo que sean los filósofos ateos y agnósticos los que hagan un análisis y una exposición de la religión cristiana más atrayente y relevante que los “profesionales” eclesiásticos, que martillean de vez en cuando con el relativismo de nuestra sociedad, pero sin reactivar el tesoro de enseñanza moral que dicen custodiar.

Comte Sponville y Luc Ferry han aprendido la lección, y defienden las enseñanzas de Jesús como norma de vida a la que se atienen. Combinado con otras muchas enseñanzas morales de los filósofos a lo largo de la historia, paradójicamente hacen del evangelio algo creíble. Digo paradójicamente porque sospecho que no es su intención generar seguidores del cristianismo. Comte Sponville piensa que la cuestión de Dios es indecidible, pero que eso no debe llevar a renunciar a 2000 años de cultura y valores judeocristianos, y lo piensa en especial de cara a la educación de los niños. El cantante Georges Brassens juega un papel en su evolución religiosa.
El amor y la justicia, como nudo del mensaje cristiano, la infancia y el elogio de la misma por Jesús de la que Comte Sponville no se siente cercano, prefiere el Jesús de la cruz que sufre el abandono, porque lo ve hermano de nuestra angustia e incluso nuestra desesperación.

Sobre la infancia Comte Sponville tiene mucho que contar y lo ha hecho en su libro “La vida humana” donde repasa las edades de la vida. Una pregunta del poeta y amigo Christian Bobin nos lleva a descubrir muchas claves del pensamiento moral del filósofo.

En cierto sentido prefiere las enseñanzas de Epicuro a las de la religión. Pero ello no le impide haberse inspirado en Buda sobre la vida como sufrimiento. Alterna las dos, la religión del amor y la alegría con la religión oriental sobre el dolor de vivir. El sermón de la Montaña con el de Benarés.
La lectura de un texto de Péguy sobre el hombre de 40 años emociona al filósofo pues en él ve reflejados sus sentimientos de padre hacia sus hijos. Se trata de una profunda y sentida reflexión que me parece se puede extrapolar en cierta medida a cualquier persona comprometida con la educación de la juventud.

Al final del vídeo se menciona la obra colectiva “Le grand livre de la mort à l’usage des vivants” de la que Comte Sponville escribió el prefacio. Médicos, psicoanalistas, religiosos, juristas hasta profesionales de las pompas fúnebres desfilan contribuyendo a tratar un tema tabú en nuestra sociedad pero no menos necesario de afrontar en todas sus consecuencias. 

4 comentarios:

  1. Hola Ana. No conozco a Compte Sponville. Mis comentarios van dirigidos a cosas que comentas, no a su libro.
    Lo de que "la filosofía empieza donde termina el psicoanálisis" lo entiendo al revés. Pienso con hador que la filosofía es una forma de vida, que se vuelve en parte acedémica a partir del helenismo hasta hoy, pero en parte continua como forma de vida. pero la filosofía acaba cuando topamos con el inconsciente y aquí empieza el psicoanálisis.
    Lo de alternar Buda con Epicuro creo que se consiguió en China, con la influencia del taoismo sobre el budismo : budismo chan , en parte, budismo zen.
    Bueno, solo un par de pensamientos al vuelo.
    Un abrazo

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  2. Es que me parece que en el vídeo lo dice porque el psicoanáliis es una terapia, en el sentido de que la filosofía se hace en estado de salud. Me pareció entender al ver el vídeo que esa era la idea. Comte Sponville es un gran divulgador de filosofía, que prefiere la tradición francesa de un MOntaigne, un Pascal, algo más ligerito que la tradición alemana que como bien sabes nos ha alucinado a todos los latinos. No es para menos. También a los franceses les ha "deslumbrado".
    Frente a la grandísima influencia de los Hegel, Heidegger... profundos y nebulosos en especial cuando tu idioma materno no es el alemán, Comte Sponville hace una filosofía más a pie de calle, para la vida, y reivindica esa línea típicamente francesa, que no por estar escrita en el propio idioma ni por ser los libros menos gordos que los germánicos, deja de ser útil, profunda y necesaria.

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  3. Sin llegar a ser deslumbrante, no está nada mal la entrevista y el acercamiento al autor que proporciona. De Comte - Sponville me gusta muchísimo un librito que recoge una conferencia sobre Montaigne, que es cierto que es un pensador que se ha menospreciado en el mundo académico, aunque resulta de una actualidad rabiosa. No sé si en los institutos le dedicáis alguna atención o ya os llega sobradamente con los autores del canon. Yo me he ido enamorando poco a poco de él, de su forma absolutamente honesta de actuar en política, de su curiosidad insaciable, de su visión del mundo un poquito descreída. Primero, con la biografía que le dedicó Zweig al final de sus días; después, y sobre todo, con el inclasificable libro de Jorge Edwards publicado el año pasado, que es una auténtica delicia; y, para rematar mi pasión, esa joyita en manos de Comte –Sponville, de una claridad cristalina en su expresión y que logra ir a lo absolutamente esencial. Me ha parecido estupendo el resumen que haces del contenido de la entrevista. Dices bien que la simplicidad del autor es solo aparente. Contra la oscuridad oracular germánica, el filósofo se queda con la elegancia y economía expresivas de la tradición gala. Hay una frase un tanto rotunda que se le puede aplicar: tener el instinto del tigre por la yugular, es decir, saber dónde está el verdadero núcleo de los problemas y atacar allí. En ese sentido veo que acierta en proponer un modelo de felicidad relativa o negativa como ausencia de sufrimiento y, para conseguirla, la filosofía como práctica discursiva sobre la vida, por medio de la razón, debiendo ser conscientes de que la felicidad absoluta es imposible de lograr pero también de que constituye una aspiración necesaria para la vida buena.
    Sorprende el ateísmo en un autor que ama a Pascal, con lo fácil que es dejarse seducir por el argumento de la apuesta. También me llama la atención ese apostolado ateo que se traen entre manos estos divulgadores filosóficos. A veces parece que lleven comisión con el tema. No estoy segura de que sea estrictamente necesario negar a Dios para explicar su modo de entender la práctica filosófica. Bastaría que se guardaran sus opiniones religiosas para la trastienda de su subjetividad y el resultado sería el mismo. Por eso digo que parece que estén vendiendo algo, sobre todo porque el ambiente intelectual en Francia no parece muy clerical, para tener que contestarlo en plan rebelde. En cualquier caso, son muy razonables al hablar del tema y, singularmente, muy leídos en los textos evangélicos. De hecho, todos destacan la figura de Cristo como maestro de sabiduría, y tal vez es eso lo que debería vender mejor la Iglesia católica para “pescar” almas perdidas.
    Y, como soy un poco pedigüeña, te sugiero ¿para cuándo Roger Pol Droit, que está en la línea de Ferry, Onfray y Comte-Sponville? Por cierto, que este acaba de sacar un libro nuevo en España, Ni el sexo ni la muerte, y tiene otro muy aprovechable, Lucrecio, la miel y la absenta, que no se menciona en la entrevista aunque con frecuencia menciona a Epicuro.

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  4. Tienes razón con que bastaría que se guardaran sus opiniones religiosas, pero es que se trata de un canal católico, por lo cual siempre tratan el tema. Me agrada esta forma de diálogo entre creyentes y no creyentes, esta fluidez de relaciones, intercambio y escucha mutua, sin que nadie tenga que convencer a nadie, sólo hablar de cómo vemos la vida cada uno y con respeto incluso admiración hacia el otro. Lo echo en falta, por aquí todo es tirarse los trastos a la cabeza o querer vender la moto con mentirijillas o medias verdades. Imposiciones, martirios inventados o reales, pero todo a sangre.


    Este diálogo reposado, sereno y sabio sobre temas humanos que a todos nos afectan porque estamos en el mismo barco de la vida con el mismo principio y el mismo final, si tú sabes algún lugar donde se dé encantada de conocerlo.
    Pienso que justamente es el peso político tan seguido y tan profundo de la institución ecelsiástica en nuestro país el que impide descubrir por nosotros mismos, sin tiranteces, sin dogmatismos, sin fundamentalismos, sin hipocresía, el valor y peso de los textos evangélicos. Paradójicamente hay un obstáculo al espíritu en la "borrachera" eclesiástica que hemos vivido.
    Tampoco nos beneficia la ausencia de tradición de convivencia reciente con otras confesiones religiosas, la uniformidad hace que nos falte flexibilidad intelectual para aceptar que hay diversas formas y maneras de entender y vivir estas cuestiones. Y que la religiosidad no está en la confesión sino en cada persona que lo vive.

    Roger Pol Droit no conozco, buscaré.

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