jueves, 10 de mayo de 2012

Conversación sobre la vida y la muerte. El cielo gira

Autora Ana Azanza


Me emocionó la película "El cielo gira" (2004) de Mercedes Alvarez.

  Me sentí identificada con la autora. Nació en una aldea de Soria pero pronto su familia emigró a Pamplona. De niña escuchó muchas historias del pueblo que llenaron su imaginación. Mercedes Alvarez tenía dentro todo ese mundo, y después de trabajar con José Luis Guerín  en una película documental ("En construcción" 2001) se dispuso a hacer su propia obra echando mano de los recuerdos y de los pocos viejos que quedaban en el pueblo de la infancia.
La cineasta Mercedes Alvarez



"El cielo gira" está llena de poesía, de realismo, de filosofía hecha como antiguamente, con los pies en el suelo y al ritmo de la vida. Una película con alma. Los abuelos que quedan en el pueblo han sido filmados sin guión previo en situaciones cotidianas, en sus tareas, ocupándose de sus animales, arreglando el cementerio del pueblo, charlando en la plaza. Pero la directora de la película no se ha olvidado de la historia. Estas pocas personas son los últimos protagonistas en una cadena de vidas que empezó con los dinosaurios. En una de las primeras escenas de la película, una mujer del pueblo muestra las huellas de estos animales, ni se sabe cuando anduvieron por aquí. La resistencia numantina, importante cualidad vital, también es protagonista del film porque las ruinas de Numancia  están a pocos kilómetros de la aldea. Los árabes dejaron una torre, de ello se alegran dos marroquís que viven hoy en la zona, uno como pastor y el otro que no tiene mejor sitio para entrenar la maratón que los páramos de Soria.

Los pueblos desaparecen y con ellos la memoria, la historia, el lenguaje. Los habitantes del pueblo nos muestran su escepticismo, su sabiduría y su sentido del humor. El paso de una sociedad arcaica y tradicional a una sociedad urbana es el hecho más importante de la época contemporánea en palabras de Caro Baroja. Han desaparecido muchos pueblos en España y la tendencia sigue. Las grandes historias suceden en el pueblo.

Estos jubilados sin embargo no viven anclados en el pasado, están en el presente y se enteran de la guerra de Irak. Falta total de neurosis con respecto a la muerte, naturalidad y mirada de frente al final. La muerte forma parte de la vida.
Pello Azqueta, pintor enfermo de la vista, le sirve a la directora de la película como un "medium" para sacar los recuerdos de la niebla.

Para el poeta Julio Llamazares es de las pocas películas española que le ha dado "calambre". La poesía de "El cielo gira"  fascina. Y tiene el mérito de haber plasmado el ritmo tranquilo de la vida en el pueblo. No pasa nada y a la vez está pasando todo, porque el cielo  gira. Una maravilla que no os podéis perder. Aquí el coloquio de Versión española
http://www.rtve.es/alacarta/videos/programa/version-espanola-cielo-gira/1399483/


He encontrado sólo este vídeo de la película en el que los dos abuelos van por el camino charlando sobre lo difícil de subir cuando eres mayor, que la vida es un soplo, que hoy estamos y mañana no,... con una sencillez y una veracidad que cualquier `palabra que se añada lo estropea. El habla, la entonación y las expresiones de estas personas es prácticamente el mismo que el de mi tierra,  me ha llegado hondo."Cuando mataron al carbonero en Andosilla, lo dejaron ahí..." "Te haces de cuenta que te vas quedando ya en la nada." "A mayor llegarás pero de ahí no pasarás." "No sabemos quien vió el principio ni quien verá el fin."

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1 comentario:

  1. Lamentablemente, no pude ver la película. Espero que se pueda localizar por internet. Lo que sí vi varias veces fue el anuncio del film. Me llamó poderosamente la atención la imagen de la viejecita junto a las huellas de los dinosaurios, metáfora visual que evoca con claridad que también ese mundo rural es un modo de vida en extinción.
    No sucede en Levante, donde en general los pueblos son bastante populosos, pero sí en esa miríada de aldeas que te encuentras en Galicia en cuanto coges la carretera montaña arriba. Un normal sentimiento de empatía me lleva siempre a preguntarme cómo subsistirán esas personas tan lejos de la "civilización", pero también me asalta simultáneamente la duda de si no serán mucho más felices que los urbanitas o, al menos, si no vivirán más en paz y sosiego consigo mismos que los que andamos ansiosos a todas horas, al ritmo que marca la vida en la ciudad.

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