miércoles, 28 de noviembre de 2018

EL MAL SIN FORMA



Esplín. O criatura mutante en un paisaje apocalíptico.

Ensayo sobre el aburrimiento


“La alegría, por supuesto, es lo contrario del aburrimiento”
J. A. Marina

El aburrimiento puede envolvernos como una telaraña. ¿Es una enfermedad de lujo, propia de culturas que satisfacen las necesidades de sus miembros, o un sentimiento natural y universal? ¿Se aburren también los animales? ¿Existe una propensión genética al aburrimiento? 

En su Diccionario de los sentimientos (Anagrama, 1999), José Antonio Marina y Marisa López Penas describen el aburrimiento como una desactivación completa del sistema motivacional.

          “Normalmente, el sujeto forma un campo de fuerzas con su entorno. Sus deseos y proyectos iluminan el mundo, lo hacen interesante. Los valores de la realidad, por su parte, enganchan con alguna de sus aspiraciones o necesidades. Esta tensión mantiene muy ocupados a los humanos. Los sentimientos intervienen en esta iluminación valorativa del mundo. El miedo, la alegría, el deseo, la furia mantienen vivo el intercambio.
          "Pero con el aburrimiento la cosa cambia. Es la emoción de no sentir ninguna emoción. El aburrimiento puro es el sentimiento que no es ningún sentimiento, sino la posibilidad <o imposibilidad> de todos los sentimientos”

El tedio, miembro del mismo “clan sentimental” que el aburrimiento, es indiferencia, falta de interés, carencia de estímulos, sobre todo internos. Si ese eclipse motivacional se agrava, el aburrimiento puede incluso llevarnos a la depresión o a la desesperación.

J. A. Marina divide el aburrimiento en tres tipos, utilizando como criterio las diferentes causas del “hundimiento de la tensión valorativa” que implica este sentimiento:

1.    Los humanos se aburren por falta de estímulos. 

En efecto, se ha probado que la reducción de estimulaciones provoca inquietud, irritabilidad y una verdadera hambre de estímulos. Por eso, entre los desencadenantes del aburrimiento se menciona la monotonía, la repetición, la rutina, la habituación. Gracián lo describió así:

“Esta es la habitual carcoma de las cosas. La mayor satisfacción pierde por cotidiana, y los hartazgos de ella enfadan la estimación, empalagan el aprecio”.

Cuando el mundo deja de serle interesante, el animal se duerme; el hombre no, y entonces se aburre. Para evitarlo, busca excitaciones, diversiones, viaja. Los temperamentos extravertidos soportan muy mal la reducción de estímulos, por ello están siempre buscándolos. A los introvertidos, por el contrario, la abundancia de estímulos les ahoga...
          
La vida humana es mucho más larga que la de la mayoría de las especies vivas. La cultura ha de ofrecer por ello diversiones cada vez más elaboradas, entretenimientos que emocionen, escalofríos de mentirijilla, espectáculos incesantes. Ortega y Gasset comprendió el profundo fundamento antropológico de la necesidad de diversión:

          “El más sobrio examen debiera hacernos caer en la cuenta de lo desazonador y sorprendente que es el hecho de existir en el universo una criatura –el hombre- a quien es menester divertirse. Porque di-vertirse es apartarse provisoriamente de lo que solíamos ser, cambiar durante algún tiempo nuestra personalidad afectiva por otra de apariencia arbitraria, intentar evadirnos un momento de nuestro mundo a otros que no son el nuestro. ¿No es eso extraño? ¿De qué cosa necesita el hombre divertirse? ¿Con qué logra divertirse? El problema de la diversión nos lleva más directamente al fondo de la condición humana que esos otros grandes temas melodramáticos con que nos abruman en sus discursos políticos los demagogos” (OO.CC., IV).

Entreteniéndonos matamos el tiempo; divirtiéndonos gozamos de él. El placer que nos entretiene es siempre frívolo y ligero; el que nos divierte es más vivo, fuerte e interesante. El entretenimiento es la ocupación del que no tiene ninguna obligación, del hombre ocioso, fastidiado... Cuentan que el feroz emperador Domiciano se entretenía días enteros matando moscas. Se dice del diablo, que cuando se aburre, mata moscas con el rabo. A fuerza de diversiones se cae en el fastidio, y cuando es absoluto, nada puede entretenernos ni divertirnos... Caer en el delito o el crimen por aburrimiento es el colmo de la imbecilidad social y ética, pero sucede, está sucediendo. Y es que no puede haber verdadera diversión donde menudea el deseo, donde falta el interés y escasea el movimiento personal de las pasiones.

2.    Los humanos se aburren porque carecen de impulsos y proyectos. 

La mayoría de los que se aburren son aburridos. El tedio prolongado es así consecuencia de una carencia de recursos internos. Falta de imaginación o de energía personal. La pasividad y la pereza generan aburrimiento, mientras que la actividad, la aventura, la ilusión, los proyectos, conjuran el tedio.

          “El aburrimiento no es la desesperación, sino la indiferencia, la inapetencia, la desgracia en calma. Y aunque después lo contemplemos como pasajero, nos parece eterno mientras nos oprime. Nos aburrimos cuando creemos tener ante nosotros todo un inmenso porvenir, cuando imaginamos que la vida no tiene fin. Pero la vida no es larga, la vida es breve como un sueño”Vladimir Jankélevitch.

Para gentes que no saben llenar su tiempo, que no tienen nada para el tiempo, las vacaciones pueden ser más aburridas que la rutina laboral. Por eso en los centros turísticos y cruceros se programan actividades para guiar la diversión de los clientes o sorprenderlos. El sillón es el mejor aliado del tedio, mientras que el deporte o la actividad al aire libre son sus mejores enemigos.

Peter Brueghel el Viejo. Desidia.

Los psicólogos han puesto de manifiesto cómo el aburrimiento se produce ante la dificultad de anticipar situaciones de momentos positivos o a causa de la incapacidad para concentrarse agradablemente en las cosas del entorno... Las personas sin hábito de ocio, que no han aprendido a divertirse ni a alienarse generosamente en la contemplación, cuando no son estimulados desde el exterior se quedan sin saber qué hacer o caen presas de compulsiones, buscando la distracción en adicciones a video-juegos o en actividades maniáticas: comen por comer o compran para matar el rato. Las personas que no se aburren son las que no tienen tiempo para nada. Las que no tienen nada para el tiempo acaban llenándolo de vicios. Por eso se ha dicho que el ocio (o más bien, el aburrimiento de un ocio vano) es "el padre de todos los vicios". Séneca afirmó que el ocio sin las letras (estudio, actividades creativas) es la ruina del alma.
          
Los filósofos medievales especularon sobre la peculiar forma del aburrimiento de su tiempo, al que llamaron acidia o acedía. San Gregorio atribuye a la acidia seis hijas: malicia, rencor, pusilanimidad, desesperación, indolencia en lo tocante a los mandamientos, divagación de la mente por lo ilícito. Petrarca usa “accidia” para nombrar su pesimismo y el dolor cósmico. Los teólogos habían denominado a esta especie de aburrimiento “el demonio del mediodía” y le convirtieron en el antónimo de la caridad.

Demonio meridiano, representación medieval.


3.    Los humanos se aburren porque están saciados. 

Los estímulos han sido eliminados por hartazgo. “Harto de carne, el diablo se metió a fraile”, dice el refrán. El hastío, o fastidio, desactiva el sistema de deseos. No sólo nos aburrimos por falta de preocupaciones, aventuras y peligros, sino también por falta de angustia y de estrés (tan malo es su exacerbación como su ausencia): un futuro sin riesgos ni azares, una carrera segura, una vida cotidiana exenta de tensión traen como fruto la falta de curiosidad. “La carne es triste, ¡ay!, y he leído todos los libros”, escribió Mallarmé.

Parece que hay cierta relación entre el desarrollo de la civilización y el aumento del tedio. El hombre moderno teme aburrirse, y se encuentra continuamente amenazado por el aburrimiento. La incapacidad para soportar el aburrimiento caracterizan ciertas personalidades que buscan compulsivamente excitaciones. Esa sed de experiencias ha jugado un papel negativo en la historia... ha vuelto atractivo el conflicto o la guerra, al mostrarla como oportunidad para una experiencia excitante o una “gran aventura”. Los seres humanos se vuelven peligrosos cuando están aburridos.
          
Poetas e intelectuales han descrito y expresado el hastío, “spleen” o esplín de la vida urbana. Se trata de una especie de enfermedad de lujo, un mal sentimental de los hombres felices. Lo cierto es que la facilidad y comodidad excesiva, así como la seguridad, aburren, tanto como desanima la exagerada dificultad. Sartre se dio cuenta y dijo que el aburrimiento es el destino de los animales domésticos, presos en una realidad amortiguada, sin peligros y sin emociones. La conjugación media “me estoy aburriendo” describe bien, según Marina, al sujeto enroscado en su inercia e inoculándose a sí mismo, como un alacrán reflexivo, ese “puro hastío de vivir”, cómodo, indolente y abúlico.  

Baudelaire fue el poeta maldito del esplín. Para una inteligencia y una sensibilidad excepcionales este tipo de aburrimiento fue también el efecto de las mediocres rutinas de la sociedad burguesa de la primera mitad del XIX, en combinación con unas dolorosas circunstancias personales. Baudelaire entiende su actitud de dandy como el último lance heroico en sociedades decadentes. Su ascética bohemia corre el riesgo de caer en la desidia y desemboca en la apatía y el desinterés, primo hermano del desenfado, anima a embriagarse para no sentir el horrible fardo del Tiempo (principal "enemigo"). A esto Baudelaire le llamó su pereza, imagen de una angustia vital que paraliza, en un mundo en el que todos los valores espirituales e ideales han sufrido una inflación y ya no motivan. De ahí la búsqueda de nuevos estímulos (y como principales, cierta belleza sombría, cierto éxtasis trágico): en la bebida, las drogas, la prostitución, lo satánico y, al fin, en Las Flores del mal, título de su poemario más famoso. De sus pequeños poemas en prosa (1865, XLIV):

"Ensuite on fit apporter de nouvelles bouteilles, pour tuer le Temps qui a la vie si dure, et accélérer la Vie qui coule si lentement".
          
El hombre ha evolucionado para soportar una cierta medida de dolor y afrontar riesgos, por eso, de la superación de obstáculos se sigue una gran alegría y autosatisfacción. Ninguna satisfacción más sólida que la contemplación del trabajo bien hecho. Desechadas las preocupaciones, el vacío sustituye a la lucha, y así, muchas personas acaban deprimidas tras su jubilación. Una vida cotidiana exenta de tensión figura entre las condiciones más frecuentes del aburrimiento. Algunas personas, en las cimas de sus carreras profesionales, no encuentran sentido a la vida porque ya sólo pueden caer o repetirse. A veces, para evitar el tedio, se embarcan en proyectos diametralmente alejados de lo que fue su actividad, intuyendo que aventura y aburrimiento son incompatibles. No hay que pensar en la aventura sólo como deporte de riesgo o viaje al Amazonas. La aventura puede ser también intelectual, emotiva, interior o espiritual. A cualquier edad, con tal de que tengamos facilidad lectora, un libro entretiene, emociona, instruye y da alas a la imaginación.
          
El famoso filósofo y psicólogo Jung no encontraba ninguna necesidad de que la vejez fuera asociada al aburrimiento:

          “El otoño de la vida humana es tan rico de sentido como la primavera... y lo que la juventud hubo de encontrar fuera debe encontrarlo dentro el hombre llegado a su vejez”.

Estas palabras nos recuerdan una hermosa y muy citada máxima de San Agustín: “No te derrames fuera: en el hombre interior habita la verdad”. El solitario no se aburre si sabe convertir su duración en tiempo pleno, enriquecedor... Guido Segundo el Cartujo se dedicaba a leer, meditar, rezar y contemplar. San Benito recomendaba a los monjes de su orden la regla: “Ora et labora”. El tiempo vuela cuando nos concentramos en labores manuales como la jardinería, el bricolaje, la costura, la cerámica, el dibujo, la cocina...
          
Algunas personas dependen demasiado de las demás para divertirse y descuidan de esta forma la sociabilidad consigo mismos. La oración puede entenderse a este respecto como un diálogo íntimo con el Otro, ese que, según Antonio Machado, siempre va contigo. El solitario con recursos, si busca la compañía, es por el placer de compartir y no por paliar su soledad.
          
La diversión difícilmente puede programarse. Incluso rodeados de gente a la que queremos, podemos caer en el tedio, sobre todo si las expectativas eran exageradas, de modo que se ha matado la frescura y la espontaneidad de la relación.
          
Lo mejor para no aburrir a los niños es incentivar su fantasía y creatividad, animándoles a afrontar actividades lo más variadas posibles, pero que conecten con lo que les resulta familiar. Diversificar afectos e intereses, desarrollar aficiones constructivas (coleccionismo, asociacionismo, actividades artísticas...) es muy conveniente para luchar contra el aburrimiento, a cualquier edad.

ETIMOLOGÍAS

          Aburrimiento: del latín ‘abhorrere’, tener aversión a algo, aborrecer.
          Aburrir: Dicc. de Autoridades: “apesadumbrar mucho, hacer despechar y desasosegar a uno, de suerte que no sólo lo entristezca sino que casi llegue a aborrecerse”. El aburrido era, para Covarrubias, el descontento de sí mismo, despechado y medio desesperado.         
          Acidia o Acedía: del griego ‘akedia’, embotamiento, estado de no importarle a uno nada.

DEFINICIÓN

Aburrimiento: La experiencia de algo ligeramente molesto, repetitivo o sin interés, o la falta de ocupaciones o de estímulos agradables, provoca un sentimiento negativo, acompañado de una sensación de alargamiento del tiempo, de pasividad o de una difusa actividad, y de deseos vagos de experiencias estimulantes.

     “Clan sentimental”: Acidia, empalago, esplín, fastidio, hartura, hastío, tedio.
     Antónimos: diversión, interés, satisfacción, animación.

Para saber más sobre la Acidia o Acedía: http://marabse.blogspot.com/2014/10/004-ii-acidia-o-acedia.html

2 comentarios:

  1. Habiendo injusticias que paliar, a nivel micro, macro y medio la palabra aburrimiento se queda en el diccionario. Dado que la población en edad de retirarse va a crecer en los próximos años, ya lo está haciendo, el mundo cambiará. Las cohortes de 60, 70, 80 que gozan de buena salud y se mantienen activos son una realidad, su proporción crece y en determinadas firmas se han dado cuenta de que no se puede prescindir del saber hacer de los expertos, se puede seguir aportando mucho a la humanidad más allá de lo que hasta ahora venimos considerando la edad de retirarse. "Retirando el retiro", firma Linda Marsa, 67 años bien llevados y sin ningún tipo de medicamento, nos presenta a su suegro de 97 que se acaba de comprar un Lexus.
    http://nautil.us/issue/67/reboot/retiring-retirement-rp?utm_source=Nautilus&utm_campaign=07f875ba7b-EMAIL_CAMPAIGN_2018_12_05_10_07&utm_medium=email&utm_term=0_dc96ec7a9d-07f875ba7b-60415117

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    1. Don Quijote no se jubiló ni se aburrió, pero sus empresas más que útiles fueron ridículas. La gente quiere jubilarse antes, para poder hacer lo que le da la gana, aunque esté en forma. Lo que resulta bastante estúpido es que en determinados oficios se prescinda de los eméritos, cuando suelen ser los que mejor hacen las cosas. Gracias por el comentario, Ana.

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