viernes, 29 de septiembre de 2017

CONÓCETE A TI MISMO

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ΓΝΩΘΙ ΣΕΑΥΤΟΝ. Explora y desarrolla tus posibilidades, pero acepta también tus limitaciones. Interpretado desde la ironía socrática: Comienza en todo caso por reconocer al necio que te habita.

"Conócete a ti mismo". Tal era el mandamiento de Apolo, el dios de la luz de la verdad, padre de las Musas, el dios más idolatrado por los griegos después de Zeus.

La idea del autoconocimiento como imperativo capital fue también muy popular en la ascética y la mística cristianas medievales. Bernardo de Claraval (1090-1153) siente este mandamiento como cuestión de dignidad y vida auténtica. Como en Sócrates: una vida que no se examina a sí misma no merece llamarse humana.

Bernardo fue el redactor de los estatutos de la Orden del Temple. Con él, la Orden cisterciense se expandió por toda Europa y ocupó el primer plano en la influencia religiosa y la doctrina de la Iglesia. Polemizó con el racionalismo de Abelardo y predicó la Segunda Cruzada. De Orígenes imitó la exégesis alegórica de las Escrituras (1), la más razonable.

Para San Bernardo, cuando el hombre no reconoce su propia dignidad se animaliza: "El que no vive como noble criatura, dotada de inteligencia, se identifica con los brutos animales". Conviene por ello evitar una doble ignorancia: la que nos incita a buscar placer en niveles más bajos que los nuestros; y la de atribuirnos cosas que superan nuestra capacidad (2). También conviene saber que la dignidad nos ha sido dada, es un regalo o una gracia, por eso "debes recordar que eres y que no eres por ti mismo. Así no serás nunca orgulloso". Independiente dependencia, individuo en comunidad pues, para nosotros, vivir es convivir.

Son por tanto evidentes dos cosas: "que la dignidad propia es inútil si no se reconoce, y que su reconocimiento sólo servirá de castigo si no le acompaña la virtud" (3). Ese "no se reconoce" impllica obviamente el reconocimiento de los otros. Y a este respecto, el conocimiento del yo es imposible sin la dialéctica con el prójimo, que corrige mis desmesuras y aporta ecuanimidad al juicio sobre mí mismo y mis acciones (o sea, lo que éticamente soy).

La dignidad reside en la libertad de la voluntad, el fondo esencial de la naturaleza humana que -para Bernardo- es imagen del amor divino. Esta Libertad de la Voluntad es otro nombre del Espíritu. Sin embargo, el autoconocimiento no lleva al ser humano a la soberbia (el peor de los pecados capitales), sino antes bien a la humildad, precisamente por el reconocimiento de la posibilidad de una mala voluntad. Quien explora suficientemente las entretelas de su corazón reconocerá la inconveniencia, el egoísmo de segundas y terceras intenciones. No extraña que San Bernardo fuera admirado por Lutero y por Calvino.

Por eso, conocerse a sí mismo es también descubrir la propia indignidad. Y no atender al Soberano Bien -al Ideal de Verdad, Justicia, Belleza y Unidad- de cuya imagen en nosotros depende toda dignidad lleva con ello a la desesperación. Por consiguiente, el conocimiento de lo que somos exige también el conocimiento de lo que debemos aspirar a ser, del ideal de crecimiento interior o -dicho al modo platónico- del ideal de hacernos semejantes a Dios en lo posible.

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Lactatio de San Bernardo.
Ilustración de manuscrito medieval


Notas

(1) La leyenda de la "Lactatio", según la cual San Bernardo recibió un chorro de leche de los pechos de una estatua de la Virgen María ("néctar de sus pechos"), la recoge el Cancionero de Juan López de Úbeda (1579-1586). La fuente literaria puede estar en dos de los sermones del santo: 'Monstra te esse matrem".
(2) Libro sobre el amor de Dios, II, 4.
(3) De diligendo Deo, II, 5.

Bibliografía

Miguel Siguán Soler. La Psicología del amor en los cistercienses del siglo XII, Abadía de Poblet, 1992.

1 comentario:

  1. Luis Manteiga Pousa18 de febrero de 2023, 18:28

    Conocerse a uno mismo. No es fácil eso. No se hasta que punto es posible. No se hasta que punto es conveniente.

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