domingo, 20 de julio de 2014

HAS DE CAMBIAR TU VIDA

Escrito por Ana Azanza


Peter Sloterdijk, Has de cambiar tu vida, Pre textos, Valencia 2012. (en alemán, Frankfurt am Main 2009)

Estamos ante una obra difícil en principio por el modo de expresión que utiliza, pero merece la pena sumergirse en su lectura y consideración.

El planteamiento de este grueso volumen, casi 600 páginas, parte de un fenómeno social: se dice que hoy la religión vuelve a estar de moda. Sin embargo Sloterdijk desconcierta con una doble objeción: no vuelve la religión y la religión propiamente hablando no existe, es un espantajo conceptual.


Lo que vuelve es el reconocimiento de lo inmunitario del ser humano. ¿Qué significa lo inmunitario del ser humano? Es un concepto que toma prestado de la biología: hasta un molusco porta en sí una especie de saber previo, es decir, una serie de expectativas de vulneración, el molusco “sabe” que corre peligro, y está preparado para su defensa y reparación.

Esos sistemas inmunitarios en el caso del hombre son lo que el autor llama antropotécnicas. El ser humano desarrolla su existencia no sólo en condiciones materiales sino que estamos inmersos y vivimos en “sistemas inmunológicos y bajo velos rituales”.  Lo que erróneamente se llama religión, y Sloterdijk demuestra su tesis de que es un error examinando el caso del fundador de la iglesia de la Cienciología, sería en realidad un conjunto de prácticas o de ejercicios.

El hombre vive ejercitándose. Es la tesis que podríamos decir es central en esta obra. El hombre produce al hombre en el ejercicio, en esto se resume la nueva mirada de este filósofo sobre lo que la tradición ha dado en llamar espiritualidad, devoción, moral, ética, ascesis.

En este sentido propone andar una senda que ya recorriera Michel Foucault en otro plan: conservar los cuatro siglos de Ilustración  y retomar los primeros ejercitantes de la humanidad. Sloterdijk está convencido de que no hay nada nuevo bajo el sol en lo cognoscitivo, y se trata sólo de hacer explícito lo implícito.

“Antropotécnica son los procedimientos de ejercitación físicos y mentales con los que los hombres de todas las épocas han intentado optimizar su estado inmunológico frente a los vagos riesgos de la vida y las agudas certezas de la muerte.”

No le falta poesía a la prosa de Sloterdijk. Es importante destacar que la frase que da título al libro procede de unos versos de Rilke hechos ante un torso sin cabeza de Apolo:

“….Si no, esta piedra estaría desfigurada y corta
bajo la caída transparente de la espalda
y no centellearía como una piel de animal de presa;
y no estallaría desde todos sus bordes
como si fuera una estrella: pues no hay sitio alguno
que no te mire a ti. Has de cambiar tu vida.”


El posesivo “tu” es fundamental, no se trata de cambiar la vida en general, sino de preocuparse de la propia, para ello están todos los numerosos tipos de “ascetología” que la humanidad ha desarrollado a lo largo de su historia en todas las culturas. No se trata de hacer desaparecer al individuo ni de separar al hombre, aunque el que se ejercita se diferencia. Eso se muestra bien por ejemplo con los ascetas cristianos que huían al desierto o los monjes budistas que se retiran al monasterio en lo alto de las montañas.

Lo interesante del ejercicio es que frente al dualismo en el que nos introducimos a partir del racionalismo occidental, Sloterdijk propone que el puente, la pasarela, el paso que une espíritu y naturaleza es precisamente la vida como ejercicio. Las prácticas corporeizadas, como pueden ser las lenguas, los rituales, el manejo de las técnicas en tanto que materializan las formas universales son ejercicios. La educación, los usos y costumbres, la conformación de hábitos constituyen esa zona intermedia. Sloterdijk pretende entretenerse y lo consigue “en ese jardín de lo humano, donde coinciden plantas y artificios.” (Weiszäcker, Der Garten des Menschlichen.)

Con la Ilustración emergió la antropología como saber que se antepone a las otrora reinas de la filosofía, ontología, metafísica, lógica. La idea es que todo discurso sobre lo humano acaba siendo normativo antes o después. Desbancados los nobles del antiguo régimen de su posición social, todos son nobles, todos son hombres. Es decir, todos los seres humanos están sometidos a lo que Sloterdijk llama “tensiones verticales”. Hay exigencias, no se puede ser hombre sin tratar de superarse y por tanto de ejercitarse. De ahí que la antropología se vuelva necesariamente normativa.

La vida como ejercicio es una excursión hacia el universo poco investigado de las tensiones verticales del hombre. Quien busque hombres encontrará acróbatas. Las diferencias están en todas las culturas, entre lo perfecto y lo imperfecto, entre lo sagrado y lo profano, entre la abundancia y la carestía, entre la iluminación y la ceguera…Entre esos polos y otros más se mueven los hombres. Lo interesante es que se dan superposiciones y entrecruzamientos de esos polos y así sigue fascinando una definición no económica de la riqueza, una definición no aristocrática del noble o una definición no señorial de lo superior.


El autor hace una crítica muy dura a la barbarie que no distingue que hay jerarquías y que podemos diagnosticar cuando a cualquier cosa se llama arte, cultura o educación. Hay universales, meta-ídolos de los que nadie puede emanciparse y forma parte de nuestra ignorancia contemporánea el rechazarlo. Uno de los capítulos más potentes del libro está dedicado al simulacro de educación que practicamos ¿por qué nuestra educación no educa? y a la degeneración del arte contemporáneo. Basados ambos según Sloterdijk en “falsas repeticiones autorreferenciales”.


Diversos son los ejercitantes que desfilan a lo largo de estas páginas. La erudición de Sloterdijk es impresionante: Cioran, el budista parisino, Unthan el lisiado, Kafka y su arte circense, Coubertin fundador del olimpismo moderno, Ron Hubbard fundador de la Cienciología…entre muchos otros. Acertada la consideración del deporte actual como una “ascesis desespiritualizada”.
De todos estos autores y prácticas, meditando sobre sus falsas y acertadas repeticiones y con una acerada ironía, Sloterdijk va dando un contenido muy serio al título de su libro, la vida humana es ejercicio o no es. La principal diferencia entre los seres humanos estaría entre los que no hacen nada de sí mismos y los que hacen algo de sí mismos.
Como punto de partida y para no desanimarnos, hombres y mujeres contemporáneos que no aceptamos tutelas, Sloterdijk ha escogido que la llamada a la autosuperación venga del arte. De la estética. Porque el arte no se impone, por ello mismo exhorta sin cohibir. De ahí esos versos de Rilke al torso desnudo de Apolo. Las propias cosas hablan, las artísticas y los seres vivos. El poeta descodifica los mensajes, como indica ese verso: “no hay sitio alguno que no te mire a ti”. La cosa con plenitud de ser no cesa de hablarnos. Y esos dos últimos versos irradian como un evangelio del arte, dice Sloterdijk.

Con Dios o sin Dios, “has de cambiar tu vida”, has de ejercitarte. La religiosidad en ese sentido es susceptible de entrenamiento. Es como la musicalidad, el oído puede entrenarse y afinarse. La capacidad de recibir los mensajes de los seres-cosas del mundo también. Si hay una conmoción estética, hay una conmoción religiosa. El torso desnudo de Apolo me habla, me mira, comunica. Algo me dice: “tú no vives aún de verdad”. La autoridad de las formas goza del privilegio de interpelarme con un “has de”, “abandona tu querencia a formas de vida cómoda”. En eso consiste el llamado imperativo metanoético, “has de cambiar tu vida”.




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