miércoles, 14 de diciembre de 2011

Cum granum salis



No hay ingenio grande sin una pizca de locura. ¡Qué sería de la ensalada sin una pizca de sal! A los grandes genios, ¿les falta un tornillo? ¿No es cierto que la capacidad de concentración -en un problema de matemáticas, por ejemplo- puede ofrecer fácilmente la apariencia de un TOC, de un trastorno obsesivo-compulsivo? ¿No asoció Freud la religión, pero también la filosofía, a una forma de neurosis? Tales de Mileto se concentra en la matemática estelar, predice un eclipse en 585 a. C., pero se olvida de donde pone el pie por mirar las estrellas y cae a un pozo, aún oímos el eco de la criada que le reprocha mirar como un lunático al cielo, con la boca abierta de admiración, mientras no sabe donde pone los pies.
¿No hay un fundamental desequilibrio en todas las mentes privilegiadas? Mozart podía recordar una melodía oída en la calle y transcribirla de memoria en un instante y de corrido en el pentagrama, pero ¿era competente socialmente?, ¿sabía administrar el dinero?
Podríamos extrapolar la extravagancia del genio, a la extravagancia del humano, tan adaptable, tan ensimismado, tan fuera de sí, tan imprevisible, tan insatisfecho, ¿una criatura demente? A veces se nos pide a los profesores que alentemos la diferencia, que cultivemos la creatividad y la originalidad..., ¿no será la creatividad y la originalidad una deformidad de las funciones cerebrales? Aurea mediocritas. Los normales no innovan, pero tienen más posibilidades de adaptarse y ser felices, ¿no? El cultivo de la inteligencia, ¿no nos deja solos? El de la conciencia, ¿no nos abisma en un océano de conmiseración y dolor?
Si por cada cien personas, en las sociedades avanzadas, hay cuatro que padecen trastornos mentales serios, ¿no habrá alentado la evolución en nuestra especie la proliferación de mentes "especiales" de cuasiautistas geniales? Anormales inventores, extravagantes artistas. ¿Acaso no implica toda invención una transgresión de las convenciones?
Este es el interesante tema del artículo de Pedro Donaire en Bitnavegantes: "La ventaja de los trastornos mentales en la evolución humana".

1 comentario:

  1. El artículo aporta un punto de vista más a la complejidad de factores incidentes en la evolución pero me temo que su contribución causal ha tenido que ser marginal y nunca determinante. Sí es cierto que en las culturas antiguas los sujetos con dones o características "extrañas" podían ejercer como mediadores con lo sobrenatural y también ser respetados en su diferencia, como el tercer género entre los indios en Norte América, pero también podían ser demonizados por ello, como todavía ocurre actualmente con los albinos en Africa. No es cierto, pues, que nuestros antepasados fueran más tolerantes con la diferencia que nosotros. Solo si esa diferencia armonizaba con los intereses sociales hegemónicos o si no se enfrentaba a los tabúes de sus respectivas sociedades, ni más ni menos que lo que sigue sucediendo hoy en día.
    Lo más estimulante, la batería de preguntas de Biedma.

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