miércoles, 16 de noviembre de 2011

Ser creativo

 Autora del post, Ana Azanza


El tema de la creatividad en el arte me parece una cuestión muy pertinente para este blog. Y dado que no soy artista debo reconocer que hoy en día el arte contemporáneo despista mucho, no es fácil saber si te están tomando el pelo.
Me he topado con una opinión que creo cualificada sobre lo que significa ser creativo. Me refiero a la opinión de Albert Boadella. Asistí a una de sus representaciones teatrales: don Quijote en Manhatann. Creo que es un espectáculo que no podré olvidar. Fue una obra altamente creativa, divertida, bien montada, obra de arte y sin demasiado derroche de medios, una representación más bien sobria, muy bien hecha.

Esto dice Boadella a propósito de ser creativo

:http://www.elsjoglars.com/blog.php?post=486

La creación del mundo

Dentro de unos días debo impartir una conferencia sobre mi forma de hacer teatro en unas jornadas que llevan por título La Creación del Mundo. El lema, sin duda muy sugestivo, resulta totalmente contradictorio con la forma como he forjado mi teatro y he percibido las artes en general. Así me tocará explicarlo ante un auditorio seguro de asistir a los razonamientos de un creador.
En uno de nuestros múltiples decálogos escénicos figura como primer mandamiento “Dejar a Dios como único creador” Parece una obviedad, si nos remitimos a nuestra cultura judeocristiana. Sin embargo, lejos de ser una simple butade refleja un principio esencial que debería regir el ánimo de todo artista en el momento de encararse a una obra. Esta concepción “creativa” es un fenómeno muy actual derivado precisamente de una época que induce al practicante de un arte a repeler cualquier forma de tradición. Todo debe empezar y acabar en uno mismo pues el “yo” obsesivo es hoy la base de cualquier expresión artística que se precie. De aquí la cantidad ingente de productos de esta índole que no alcanzan ni los mínimos técnicos exigibles. Me refiero, naturalmente, al principio indispensable de comunicación con el espectador. El término crear, tal como expresa la primera acepción del diccionario de la lengua española, es “Producir algo de la nada” o sea, absolutamente contradictorio con el acto de elaborar una obra de arte, la cual necesita siempre de la referencia externa y muy especialmente de la tradición artesanal del propio oficio.
Mi teatro no existiría sin la substancia de Aristófanes, Moliere o la Commedia dell’arte por citar solo unos pocos. Pero es que estos colegas titiriteros tampoco hubieran existido sin sus predecesores y así hasta el primer simio que expresó su ánimo amenazante golpeándose a si mismo el pecho para atemorizar a sus rivales. Pienso que nos encontramos ante una confusión interesada, pues aprovechando la epidemia relativista que nos invade, se coloca en el mismo rasero al bricoleur de materias plásticas y Vermeer, eso para no citar las petulantes comparaciones con los manipuladores de alimentos.
Hace unos días, durante el coloquio de una conferencia sobre toros donde, entre otras cosas, alababa la importancia vital de la tradición en la firme y sutil evolución de la lidia, una señorita me preguntó qué significaba exactamente la tradición en el arte. Le respondí que la primera sinfonía de Beethoven, si la escuchaba sin saber a quien pertenecía, era muy fácil confundirla con una obra de sus antecesores Mozart o Haydn pero que esa duda ya no sucedía con la tercera o la quinta que a su vez ejercieron influencias decisivas en otros grandes compositores.
En definitiva, el influjo desacertado que le confiero al término "crear" puede parecer una nimiedad si consideramos sus beneficios publicitarios pero como toda palabra falseada en su significado no resulta totalmente impune. Induce a los jóvenes artistas a una concepción errónea sobre el punto de partida. Se miran a si mismos en lugar de mirar a su exterior. Pierden el sentido de su acto que no es expresar fanáticamente las propias “neuras” sino catalizar las ajenas, y lo que es aún peor, están convencidos que van a inventar algo cuando precisamente todo existe ya en su entorno. Solo se trata de poner la luz sobre lo oculto y devolverlo a la realidad para que tome una nueva dimensión. En este preciso sentido, es mejor cambiar el endiosamiento que conlleva el vocablo "crear" por algo más científico como la simple función de desvelar, y así de paso, cumplimos con el segundo mandamiento que dicta: No tomarás el nombre de Dios en vano.      

2 comentarios:

  1. ¡Bien por Boadella! ¡Fuera el narcisismo romanticoide! Respeto al público, y antes de llamarse "artista", uno tiene que aprender las habilidades del artesano. El humano -es cierto- combina, desvela, descubre, inventa, estructura o desestructura, pero no crea.

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  2. Me gustó tantísimo Don Quijote en Manhatann que hasta me lancé a hacer una extensa crítica teatral en inglés. Son absolutamente maravillosos y esas genialidades suyas, hasta el reirse de su sombra, como hacen en la penúltima obra, Omenaje, son resultado de la concepción artesanal y autocrítca que comenta Boadella en el texto.
    Además de Daalí, Ubú presidente o El retablo de las maravillas, que son un auténtico festín para los amantes del teatro, el acabose fue La cena, en que la emprendieron con las moderneces ministeriales y de los cocineros endiosados. En ese caso, al final y veladamente llega a saberse que el lugar prístino y superoriginal al que había llegado el cocinero estrella era la carne cruda y ¿el canibalismo?A estos juglares no hay que perdérselos nunca.

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