martes, 13 de septiembre de 2011

Jung y la educación del espíritu


Jung se percató de que en su tiempo los estudios de psicología todavía andaban trabados por el materialismo del siglo XIX y de que tal materialismo representó una reacción violenta -tal vez necesaria, pero exagerada-, frente el idealismo medieval. El materialismo es un prejuicio filosófico, no es la ciencia misma, aunque pueda desequilibrarla, y desde luego el materialismo no es la esencia del empirismo, como pretenden ciertas metafísicas.

El dogmatismo de Freud fue una consecuencia de aquellas exageraciones materialistas. Jung se dio cuenta de hasta qué punto el psicoanálisis freudiano imponía una interpretación unilateral de la experiencia. Sin embargo, por eso no le negó el mérito de haber abierto "las herméticas puertas del sueño" ni la importancia de examinar sus resultados para una mejor comprensión de la mentalidad infantil.

Como Freud, Jung da una gran importancia al entorno familiar en la explicación de los transtornos de comportamiento de los niños. Desde muy pronto, Jung consideró la afectividad como el fundamento de la personalidad; la afectividad, o sea la idiosincrasia intuitiva de nuestras reacciones. Los complejos nacen de experiencias relacionales problemáticas, vinculadas a fantasías de temor y expectación. Y las relaciones primeras suelen ser con los progenitores. Los padres suelen ser los factores determinantes más importantes, sus propios conflictos psíquicos afectan a sus hijos. Para todo niño es imprescindible la atención de los padres, en especial de la madre, su verdadero nutrimento psíquico. Durante muchos años, el espíritu de un niño es un elemento de la atmósfera espiritual configurada por los padres. Los estados neuróticos se irradian misteriosamente en el ambiente familiar, y suelen arrastrarse a través de generaciones enteras.

Sobre la sexualización prematura de los niños, Jung nos previene: "un brusco y prematuro esclarecimiento de las cuestiones sexuales es susceptible de perjudicar las relaciones del niño con sus padres, consecuencia casi ineludible si se parte del dogma de que dichas relaciones son por naturaleza de índole sexual". A Jung le parece una exageración la jerarquía concedida por Freud al complejo de Edipo como hecho causal en la mentalidad infantil. "El complejo edipiano no es sino un síntoma". La madurez sexual precoz es un hecho patológico que no se puede extender sin más al campo de los fenómenos normales. Igual que la crueldad no es por fuerza sadismo.

Los niños se encuentran desamparados ante la influencia espiritual de los padres y están condenados a imitar el autoengaño, la insinceridad, la hipocresía, la cobarde meticulosidad, o la egoísta comodidad y autosuficiencia de sus progenitores, como imitarían las virtudes contrarias a estos vicios. Ni siquiera la cultura es un antídoto frente a la mala educación: Cuanto más inteligente y culto se sea, tanto más refinadamente puede uno mentirse a sí mismo. Los padres deben comenzar por reconocer sus errores. Los educadores también; y todos somos educadores de nuestros semejantes, para bien y para mal. "Porque los hombres se encuentran tan ligados moralmente que el conductor es conducido, y los conducidos seducen al conductor".

Si bien es innegable la importancia de la sexualidad en la vida humana, es inaceptable que todo dependa de este instinto. No hay en el ser humano pulsión que no se halle contrarrestada por otra. Y el mismo instinto sexual se halla limitado por el de conservación y autoafirmación, que Adler -"el primer discípulo de Freud- puso en primer plano. Los instintos modifican su intensidad y ora predomina uno, ora otro. Por eso es posible conciliar a Freud con Adler, solo con considerar el alma humana, no como un sistema rígido e inmutable, sino como un suceder móvil y fluido.

La biología, la fisiología y las neurociencias cavan sus túneles por un lado de la inmensa montaña de lo que desconocemos, el antropólogo, el psicólogo y el filósofo por otro lado, puede que un día las ciencias naturales y las ciencias morales se den la mano en los puntos de unión de los túneles que cada una de ellas ha comenzado a cavar desde su propia ladera en la montaña de lo desconocido. Mientras esto ocurre más nos vale ser modestos. Debemos renunciar a considerar "con entera certeza" que tales o cuales fenómenos psicológicos sean "exclusivamente" sexualidad o "exclusivamente" voluntad de poderío, o que tales conductas se puedan reducir a simples reflejos provocados por la excitación de tal o cual parte del córtex.

Un buen ejemplo es la religión. ¿Puede la ciencia ofrecernos la certeza de que no existe algo así como el "instinto religioso"? ¿Podemos estar seguros de que el comportamiento religioso no es un un fenómeno genuino de nuestra especie sino una función secundaria, producto de la represión de la sexualidad? "¿Por ventura -se pregunta Jung- puede alguien indicarnos algún pueblo o raza normales libres de tan insensata represión?".

La exageración ridícula del criterio "sexualista" constituye ella misma el síntoma de una perturbación del espíritu de nuestro tiempo. La obscenidad de esta exageración vuelve a la sexualidad tan odiosa como la más exagerada condenación moral. La sexualización intelectual de todo impide una correcta valoración de la sexualidad.Tal vez siguiendo a Jung, Marcuse se dio cuenta de cómo podía actuar aquí la represión: "desublimación represiva", la llamó. "Antes de Freud -escribe Jung-, nada debía ser sexual; ahora, de pronto, todo es, en cierto modo, sexual".

Pero no. Los padres no son meros "objetos sexuales" ni meros "objetos placenteros", representan por el contrario potencias vitales que, como factores favorables o peligrosos, acompañan al niño por el camino intrincado del destino, y que también sobre el adulto ejercen una influencia de la que raramente solemos sustraernos. Nos desprendemos de los padres cuando pasamos a un nivel de madurez superior. Los seres humanos necesitamos una comunidad más amplia que la familiar; si nos reducimos a la vida familiar, solo vegetamos moral y espiritualmente. Pero las organizaciones mundanas nunca podrán satisfacer los anhelos espirituales y afectivos que se orientaron hacia los padres. Es inútil, por ejemplo, pedir a la escuela lo que no puede dar: vigilancia, corrección, protección y cuidados paternales. Y "para la organización mundana no es nada benéfico contar con miembros que le dirigen tales exigencias". Jung pone el ejemplo de las "irracionales esperanzas que las personas de espíritu inmaduro ponen en el padre Estado", y de como estas ilusiones pueden ser utilizadas por dictadores y tiranos sin escrúpulos que se aprovechan de la inmadurez popular para obtener un poderío patriarcal sometiendo a sus pueblos a una psicosis colectiva que lleva a la catástrofe. En situaciones así se impone la pobreza de espíritu, el embrutecimiento y la degeneración moral.

Y es que ni siquiera es posible la vida humana biológica si el modelo biológico es presentado como exclusivo. Es innegable la existencia de un "espíritu vivo creador de cultura", un espíritu que emplea un simbolismo religioso superior a la razón; "y cuando ese simbolismo falta, o es víctima de la incomprensión, nada bueno puede resultar"

"Cuando se pierde la posibilidad de tomar por guía las verdades religiosas, nada subsiste ya capaz de redimir al ser humano de su primitivo encadenamiento biológico a la familia, pues, en tal caso, no hará sino transferir sus principios infantiles al vasto mundo, sin corrección alguna, condenándose, de esta suerte, a estar vinculado, a un padre que no conducirá, sino que lo seducirá" (pg. 55, Jung. Psicología y educación, Paidós, 2009).

Una meta espiritual que trascienda al mero ser humano natural es requisito ineludible para la salud anímica. Dicha meta es lo que troca un estado natural en cultural. Y la psicología debe observar al ser humano total, tanto al natural como al cultural. Debe tener presente tanto el cuerpo como el espíritu (un innegable aunque misterioso fenómeno psíquico).





8 comentarios:

  1. Que el hombre más culto se autoengaña más refinadamente no puede ser más acertado.

    Me intriga ese salto de lo cultural a lo espiritual que explicas en los últimos párrafos. Soy de la misma opinión, no es posible agotar las explicaciones sobre el hombre en pura biología, ni las explicaciones ni la vida cotidiana. Aunque uno no quiera explicar por no ser filósofo ni científico, vivir humanamente es más que vivir a secas.

    Pero lo de las "verdades religiosas" me gustaría saber concretamente a cuales se refiere Jung.
    Porque si hay tiranos politicos, que se aprovechan de la inmadurez popular, también hay tiranos religiosos que hacen lo mismo.
    Por lo demás la imagen de las diferentes disciplinas cavando túneles en esa montaña que sería el ser humano me ha encantado ¿es de Jung o de Biedma?

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  2. Yo quisiera incidir en un aspecto completamente marginal en el texto pero que va directo al corazón de un problema gnoseoógico central.
    Dicen Jung/Biedma que el materialismo es un prejuicio filosófico, no es la ciencia misma. Parece deducirse que la primera podría ser calificada como ideología, en contraposición a la segunda. Y me pregunto yo qué problema hay para reconocer que cualquier cuerpo de conocimiento humano es siempre ideología, de mejor o peor clase, bien o mal intencionada, con mayores o menores aspiraciones a la perfectibilidad, pero ideología al cabo.
    Ya recordaba Marcuse, en su crítica a la racionalidad de Max Weber, que ciencia y técnica responden a un proyecto calculado de dominio sobre la naturaleza y los hombres, podría añadirse aquí que al servicio de intereses de mercado cada día menos disimulados, lo que las aleja claramente de sus pretensiones de objetividad absoluta.
    Más aún, la ciencia occidental padece un imperialismo explicativo incurable con su invasión de todo aspecto visible o invisible de la realidad, ya sea propia o ajena. Y, desde esa atalaya de supuesta superioridad intelectual y moral, se permite descalificar otras interpretaciones alternativas de la realidad por parte de pueblos calificados como primitivos, en contraposición a nuestras sociedades avanzadas tan científicas y tecnológicas. Si no tenemos el menor problema en calificar como ideologías indígenas a esas cosmovisiones( por lo demás absolutamente valiosas como corpus de información), en que se basan los pueblos con otras culturas para subsistir, ¿por qué no somos capaces de mirarnos a nosotros mismos en ese espejo antropológico?

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  3. La metáfora de los túneles que cavan las disciplinas naturales y las humanas y que tal vez se encuentren algún día en ese todo complejísimo que es el ser humano tbn me impresionó a mí. Es de Jung.Creo que esos túneles sólo rascan la epidermis.
    La suposición de que solo hay materia o de que todo es materia no solo es ideológica, sino que a la luz de las ciencias actuales (física cuántica, teoría de cuerdas) resulta más bien falsa, pues se ha comprobado la existencia de entidades puramente formales o energéticas. En todo caso el materialismo contemporáneo debería acreditarse como una especie de energetismo inmanentista...
    Opino que hay que preservar el respeto a la ciencia en la crítica de la ciencia. La decisión de qué investigamos es ya una decisión política, pues el objeto parece antes que nada ilimitado.
    Gracias por vuestra atención y comentarios.

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  4. A mi la ciencia moderna me parece esencial y uno de los logros más importantes de la humanidad, no faltaba más.Pobres de nosotros si no contáramos con ella, pero no sé qué respeto sacral merece a la hora de la crítica/comentario de algunos aspectos discutibles de su actividad o incluso sobre el valor mismo que le conferimos.
    Esa frase en el anterior comentario de que hay que respetar a la ciencia en la crítica a la ciencia ya supone reconocer implícitamente que se ha erigido en una especie de nueva divinidad que , como principio y garantía, se presenta al mundo como inatacable.
    No se trata de descalificar a ninguna disciplina científica ni a ningún profesional o institución, ni tampoco de hacer un canto naif a las culturas primitivas sino de hacer autocrítica, y ello sin necesidad de caer de cabeza en un relativismo extremo, por supuesto.Me gustaría dejar claro, en todo caso, que no es mi intención crear polémica con este tema.

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  5. No podría estar más de acuerdo con el Anónimo de aquí arriba: la ciencia tiende a no ser demasiado científica cuando se trata de poner en duda "lo que ya se sabe". Y mira que ha habido giros copernicanos a lo largo de su historia. La ciencia es la nueva religión; máxime teniendo en cuenta que la mayor parte de la gente que la venera ni siquiera la comprende.

    Yo soy el primero en condenar la fe ciega en cualquier cosa. Ahora bien, respetamos la ciencia porque normalmente (supuestamente siempre) es capaz de explicar y, sobre todo, demostrar, lo que predica. Exigir el escepticismo ante sus argumentos a través de afirmaciones tan difusas y descaradamente antropocentristas como las que se pueden leer en los últimos tres párrafos del artículo es, a mi parecer, y como gusta de llamar Jung, "de espíritu inmaduro".

    En mi opinión, la cultura es un subproducto del instinto de reproducción. Heil Freud.

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  6. encarnación lorenzo24 de septiembre de 2011, 1:13

    Muy bien traído por D. el argumento de los giros copernicanos, que con tanto acierto explica Kuhn.Además, como igualmente demuestra Popper,lo científico debe ser por definición falsable.
    Sucede que, después de perder a Dios como garante del bien y la verdad, es solo la ciencia la que parece garantizarnos la firmeza del suelo sobre el que pisamos, el refugio contra el caos circundante, así que cualquiera discute la ``fe´´ en la verdad científica. Ya sembrar dudas sobre su objetividad, o poner de relieve su carácter de producto cultural sin perjuicio de su valor de verdad( provisional e impugnable), da lugar a susceptibilidades.

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  7. En otro orden de cosas, la figura de Jung se va a poner pronto de rabiosa actualidad. El 15 de noviembre se estrena una película, Un método peligroso, sobre el enfrentamiento entre Freud(Viggo Mortensen) y el joven Jung(Michael Fassbender). El director es Cronenberg y espero que sea algo más que el típico biopic hollywoodiense, obsesionado solo con mostrar las rarezas y miserias de las grandes figuras(el morbo parece ser que es lo que más vende).

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  8. Me parece demasiado reductiva la definición de ciencia como "saber probado". Algunas hipótesis científicas, como la del "big bang", se venden como teorías demostradas, y no son sino meras hipótesis plausibles (de 'plauso', aplaudo), aplaudibles y posibles. Y muchas veces olvidamos que la verdadera ciencia es la que está por hacer, de modo que el propio espíritu científico entraña un cierto grado de escepticismo respecto a sus propias conquistas pasadas y modelos explicativos actuales.
    En cuanto a la necesidad de una meta espiritual, incluso para hacer ciencia, incluso una meta atea como el progreso histórico o el dominio de la naturaleza, coincido con Jung -y con Steiner-. Sin meta ideal, sin ideales, nos quedamos sin ideas y sin creatividad. Un ajedrecista y filósofo admirable, Francisco J. Fernández, me acaba de regalar una extraordinaria metáfora: Aníbal enrolaba en sus ejércitos a los honderos baleares. Eran admirables porque se entrenaban tirando piedras con sus hondas a la luna, en la creencia de que alguna vez, acertándole, obtendrían un premio formidable (tal vez la inmortalidad), el caso es que esa misión imposible les dotaba de una destreza extraordinaria.

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