Puede que el amor no sea más que una sublimación del apetito gonádico, un efecto bioquímico del funcionamiento y reacción de glándulas y hormonas, pero hay mil formas de tensión erótica hacia el otro inasequible, como muy bien sabía el erotófilo Ovidio, gran poeta de la antiguedad clásica romana: Mille Venus artes. Y alguno de estos quereres o necesitares que entrañan dependencia emocional son desastrosos para quien ama a quien no es amable, quien se apasiona por el odioso o la odiosa, que no merecen el cuidado de nadie.
Es el caso el amor tóxico, del vínculo traumático (trauma bonding) entre una persona que necesita sin condiciones a otra. Se trata de una conexión emocional intensa entre una víctima y un verdugo, el enlace de dependencia que una persona desarrolla respecto de su abusador o maltratador...
Por desgracia, es un fenómeno más común de lo que se cree. Se trata de una dinámica afectiva, emocional y pasional, tóxica. Lo peor es la dificultad extrema de la víctima para salir de la relación, incluso si es consciente del abuso. Decir que la víctima es masoquista, que "le va la marcha" resulta una simplificación peligrosa que, además, descarga la culpa sobre la víctima.
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¡Escapa! "Volar es ponerse" |
El apego traumático se desarrolla a través de un ciclo intermitente en el que se alternan violencias y muestra de afecto, el llamado "bombardeo de amor" del abusador, que tiene efectos adictivos sobre la víctima de maltrato. Es más frecuente que el monstruo sea varón, pero también se dan casos de "abusadoras", tanto en relaciones heterosexuales como en relaciones entre tríbadas o de hembras de dos ganas.
El abusador o la abusadora ofrecen migajas de afecto y de esperanza, prometen regeneración y cambios a la maltratada o maltratado, este o esta minimizan la gravedad de las agresiones o las justifican, atribuyéndose culpas inexistentes. "No estoy a su altura", "no me comporto como merece", "no le doy lo que quiere", "no gano lo suficiente"... Cabe también el maltrato de padres a hijos, y se dan caso de maltratos de hijos a padres, por lo que han nacido asociaciondes de padres maltratados. Hay quien incluye todos estos casos en lo que llama "terrorismo doméstico".
El fenómeno del vínculo traumático o dependencia emocional podría interpretarse como lealtad irracional y hasta como impulso tanático de inmolación en el otro. La manía (locura, alienación) impropia del dependiente a favor del abusador, su pasión tóxica, le impide una feliz sindéresis (capacidad de enjuiciar para actuar), pues su capacidad de reflexión está sesgada por sus emociones. Podría decirse que la heurística de sus decisiones está afectada por el morbo de su pasión. En lugar de analizar detalladamente los pros y contras de su lamentable situación, la maltratada o abusada simplemente consulta sus sentimientos, lo que le permite llegar a una conclusión sin mucho esfuerzo cognitivo. Los motios del corazón son en realidad aquí efectos tóxicos, enajenantes.
He comprobado que esta impronta traumática se da también en animales superiores, en mascotas que obedecen y desarrollan un vínculo afectivo más sólido con quienes les tratan con superioridad y hasta les gritan y golpean, que con quienes les parlan dulce, les acarician y soban, buscando contrapartidas que así no obtienen, como si perros y gatos hiciesen más caso del que apenas les hace caso, como si esperaran mayor protección del lobo alfa que del sometido o creen sometido al alfa. Es triste y trágico que la crueldad y la violencia sean social y políticamente rentables, pero es el caso.
El patrón de comportamiento del abusador es abuso --> arrepentimiento --> reconciliación --> abuso, etc. La víctima humana puede desvirtuarse a sí misma y cambiar su personalidad sometiéndose para adaptarse a los valores y expectativas de quien le trata mal, el que con saña promete no hacerlo si el sometido o la sometida "cambian" o "mejoran". La maltratada no reacciona por el miedo a perder la relación, pues, primero, la han aislado de sus amigos, de su familia, y la han convencido de que nadie la va querer. Han desmantelado su autoestima. También puede ser que acepte su sufrimiento por los hijos o por su dependencia económica respecto al maltratador, que usa esta para dar cancha a menosprecios, insultos, crueldades y maldades.
Es curioso que los hijos de maltratadores tiendan a reproducir el comportamiento de sus progenitores... Aunque la rehabilitación de violadores y maltratadores es posible, no es un proceso fácil ni rápido y no está garantizado. Muchos maltratadores restan importancia a sus violencias o externalizan la responsabilidad: "ella me provocó", "yo no era así antes". Mientras persista esta negación, cualquier intento de cambio será superficial y fallido. Por otra parte, la reincidencia, aún con distintas parejas, es frecuente, por eso la prioridad de la justicia debe ser la protección de las víctimas, antes que la rehabilitación de los abusadores.