PERNICIOSAS REDES SOCIALES
Selección del texto de Gonzalo Torné, “Amigos, público y
enemigos” incluido en el volumen
Plutarco “Sobre el inconveniente de tener muchos amigos” (2023)
Gracias Torné, no sabía por qué las redes no eran mi sitio.
Intuía sin razonar, “venga sí, ábrete un FB, metete en Twiter, yo te sigo.”
Como nunca he estado no podía dar argumentos basados en la
experiencia. He visto muchas personas inteligentes, o que estimo como tales, “subirse
y bajarse” de este tren. Bien disgustados.
La parte positiva es evidente, gran rapidez en los contactos
y como solucionador de problemas pequeños, mensajes veloces, “recados” o “mandados”
realizados en un suspiro. Contacto con seres queridos físicamente muy alejados,
ya no es el ritual de hace 40 años, “llamamos por teléfono a nuestra hija que
está en otro país una vez al mes”. Años luz tecnológicos han pasado desde entonces.
Lo mejor ya está dicho. La cara menos gozosa de las redes
ocupa 40 páginas en un libro que considero “ejercicios espirituales a la altura
de 2025”. Con los de San Ignacio hoy no vamos lejos, ya no es nuestro
imaginario, si no somos fervientemente católicos.
Habrá más ejercicios por las librerías, estoy segura.
Yo me he topado con estos.
Selecciono, y es difícil, una sola página de Gonzalo Torné:
“Una de las consecuencias del desplazamiento del interés
desde los chats (públicos y privados como el desalojado Messenger) al as redes
sociales de microblogging, es decir,
Twitter y Facebook, es que aunque siguen pululando resistentes nicknames se ha ido consolidando la
costumbre o el deseo de proyectar una imagen estable: con nuestro nombre y
nuestra foto, o si se prefiere, ilustrado con algo que refleje nuestro estado
de ánimo, el interés o el alcance de nuestra cultura, pero que nos refleje y
nos exponga no que nos vele y disimule.
En Twitter y Facebook básicamente nos proyectamos. Son redes
que no están pensadas para dibujar breves o prolongados escarceos, ni tampoco
relaciones de tú a tú, no son redes íntimas, sino que basan su éxito en la
ficción para el que publicamos y nos exhibimos.
¿Ser auténtico o
metamorfosearse?
El primer cambio notable en el usuario se da en la esfera de
la psicología. No es que nos volvamos locos, me explico. El juego de devenir
otro presupone cierta capacidad de la psique para alterarse, para
transformarse, o, como le gustaba decir a Canetti, metamorfosearse: darse
sorpresas a sí misma, no dejarse encasillar por sus propios presupuestos. En la
medida que las dos grandes redes sociales (a las que debería añadirse
Instagram) proyectan nuestra imagen y nos proponen cierta continuidad,
prefieren y uno diría que casi esperan que el usuario desarrolle una psicología
de la “autenticidad”, muy acorde con la que impera en el mundo físico. De
manera que aquí se borra una de las principales novedades de la amistad
virtual.
En mi opinión la psicología de la autenticidad es, entre
otras cosas, una imposición y una auténtica lata. Hay algo opresivo y pobre en
esta exigencia de ser coherentes todo el tiempo, y también algo decididamente
forzado en hablar y actuar (y en escribir cuando se trata de redes) de acuerdo
de una imagen preconcebida de nosotros mismos para la que a saber si tenemos
algún talento, o si guarda el menor parecido sobre lo que los otros perciben de
nosotros, en el caso de que sea una sola cosa la que percibe el grueso de
nuestros amigos virtuales.
Supongo que la mayoría de los lectores ha pasado por la
experiencia, sobre todo los días en que se acumula correo por responder, de ir
cambiando de máscara en función del destinatario y la clase de solicitud que
nos hacen. Sin el mejor deje de falsedad, ¡a todos estamos tratando de decirles
la verdad en el tono que más se adecua a su carácter!, vamos seleccionando el
tono y modulando la información.
Uno diría que esta capacidad metamórfica se ha impuesto como
una exigencia social derivada del perfil tan diferente que tienen las
relaciones que uno entabla si quiere vivir en sociedad, tan diferente incluso
entre las que de buen grado admitiríamos juntas bajo el rubro de “amistad”. No
todos los amigos disfrutan de las mismas facetas (otra palabra que casa mal con
autenticidad) de nuestra personalidad ni a nosotros nos interesa hablar con
todos ellos de los mismos asuntos, con la misma intensidad y tono.
Al contrario, esa capacidad plástica que nos permite ser
levemente distintos sin dejar de ser nosotros, y sin incurrir en falsedades,
hipocresías ni mentiras, es uno de los rasgos más destacados y emocionantes de
los seres humanos. Y su difícil encaje con la autenticidad deja a esta última
en una posición ciertamente molesta y burda.
Burda y molesta, pero también dominante, pues el hecho de
tener que publicar tuits y estados en abierto pone trabas a que nos
relacionemos usando nuestras facetas distintas, pensadas para cada amigo en
particular, y nos empuja a que vayamos puliendo el mismo tono para todos.
No tan libres:
exigencias de la ciberamistad
…
Aquí lo dejo. Espero
que sean muchos los internautas que piquen y adquieran el libro: contiene ejercicios
espirituales modo antiguo, gracias Plutarco por tus pensamientos sobre la amistad,
los enemigos, la adulación, y los ejercicios modo contemporáneo, gracias Torné
por este bello texto que haríamos bien en leer y comentar entre adultos y con
los alumnos en nuestras clases de secundaria y bachillerato. Oro molido.
Ana A