Dibujo de IA Copilot |
La
meditación: reducción del estrés para la mayoría, el nirvana para pocos.
“Igual
que en el piano, se necesitan diez años (por lo menos)
para aprender a tocar
las teclas del alma”.
Pablo D’Ors
“En el budismo el yo es insustancial. Así que da igual si publicas mi nombre”. Me dijo Mu-shin, un monje budista, cuando le entrevisté. Me pareció muy irónico y me dio la risa, pero un par de días después me percaté de que ahí estaba toda la cuestión y se me había escapado. ¿A qué se refería con ese Yo? ¿Se refería al ego freudiano, al Ello? ¿Es un yo más profundo que se encuentra dentro de nosotros? De forma automática me vino a la mente el “llega a ser el que eres” del Oráculo de Delfos. Pero… ¿es que podemos ser otros?
La primera impresión es que meditar te hace desconectar de ti para poder liberarte de ti mismo. Entonces, ¿queremos olvidarnos o queremos encontrarnos? Somos unos seres extraños, híbridos de biología y cultura, como nos recuerda a menudo J.A.Marina. La inteligencia nos ha ampliado y facilitado la vida, pero parece que casi de forma proporcional nos ha entrampado, nos la ha complicado. Basta ver cómo han aumentado nuestros miedos: antes nos bastaba con el miedo a las fieras y a las tormentas, ahora el miedo más común es el de no realizarse personalmente entre otros miles que nos hemos fabricado.
Parece que el hombre del s.XXI tiene que hacer muchos malabarismos para sostenerse en pie. La meditación se presenta como una gran herramienta. Los famosos van por delante: Richard Gere, Madonna, Youval Noah Harari, Paul McCartrney, Oprah Winfrey…
El método parece sencillo: quietud y concentración en la respiración: un auténtico asalto a nuestra parte más primigenia, a lo más puro, a lo más esencial de la vida.
Es como si en el imaginario colectivo existiese una idea genuina de ser hombre y, por ende, un yo auténtico en cada uno de nosotros y andamos tras ello, no sólo en la meditación, por cierto, sino en todas esas modas de vivir en el campo, comida bio, ecologismo…Estoy rodeada de gente que se fabrica hasta sus propios detergentes y te miran mal si te equivocas reciclando.
Witold Gombrowicz, escritor polaco, dedicó toda su vida a mostrar el mito de la autenticidad, nos vino a decir que, si nos desprendemos de todas las máscaras, nos encontraremos con el vacío, porque ser persona implica ser “artificial”. Sin nuestros revestimientos culturales, no seríamos nada….
Pero ¿cómo reaccionar al observar que “la tecnología ha sofisticado de manera extraordinaria nuestras posibilidades de no ser nadie?” Ferran Toutain nos muestra cómo el individuo actual se reduce a una esponja que absorbe todos los fluidos que genera la sociedad. “La postmodernidad ha llevado hasta sus últimas consecuencias tanto la despersonalización del hombre como su afán por personalizarse”. De ahí el éxito de las identidades colectivas como medio para encontrar la ilusión de ser original. Otro gran malabarismo actual.
Vivimos tan cómodos con nuestras ilusiones que me resulta descorazonador averiguar, como decía André Bretón, que el “Yo” es una fantasía de las ciencias sociales.
Sería muy inquietante pensar que el supuesto “yo auténtico” que queremos descubrir pueda ser igual de impostor que nuestra máscara. Se dice que “Víctor Hugo era un loco que creía ser Víctor Hugo”. Toda una locura, por eso la filosofía no es para todos los públicos y puede uno “morir” fácilmente de sobredosis. Así que mejor a sorbitos…
La mayoría de los mortales quizás sólo acuda a la meditación para rebajar el estrés, cosa que en la Universidad de Massachussets aseguran que hace, además de otros beneficios como reducción de la ansiedad y los síntomas de la depresión secundaria. Así que como hecho fáctico si te quedas quieto y te concentras en la respiración aumentará tu sentido del bienestar. A mayor atención y concentración menos posibilidades de sufrir secuestros emocionales. Sólo por eso, vale la pena.
Además de la relajación y la concentración, los monjes añaden una tercera fase a esa práctica: la contemplación, que en su estado máximo puede llevarte al Nirvana. Y esto ya son palabras mayores y nos obliga a adentrarnos en el terreno de la metafísica.
Lo que parece claro es que la sociedad líquida (Zygmunt Bauman) en la que vivimos no está necesitada de más dogmas, sino de más cuerpo. Añoramos como nunca sentir el simple latido de nuestro corazón. Hasta Pablo d’Ors está revolucionando el catolicismo recuperando esta práctica como lo hacían los padres/madres del desierto y está teniendo éxito.
¿Cómo podemos comprender esa dimensión espiritual? Pues probablemente no podamos, como tampoco entendemos la física cuántica. Pero veamos por dónde pueden ir los tiros. La escuela de budismo japonés Rinzai utilizaba los koans en su práctica. Los koans eran unos acertijos para trabajar durante la meditación, en realidad, no pueden resolverse desde la lógica, hay que disolverse en ellos. Experimentar esa sensación es como dinamitar todo lo racional, romper con ello e instalarse en un plano más intuitivo y visceral. Debe ser como tomarse la pastilla roja de Matrix o sentirse el esclavo liberado de la Caverna de Platón. En esas experiencias hablan con frecuencia de fusión con el universo, con el todo… y cómo has arrasado con todo y estás en otro lugar, ahí ya no está ni tu ego ni tus máscaras ni tu yo más profundo y, probablemente, ni siquiera estás siendo más tú mismo. Estás comprendiendo el todo.
Lo que parece claro es que la sociedad líquida (Zygmunt Bauman) en la que vivimos no está necesitada de más dogmas, sino de más cuerpo. Añoramos como nunca sentir el simple latido de nuestro corazón. Hasta Pablo d’Ors está revolucionando el catolicismo recuperando esta práctica como lo hacían los padres/madres del desierto y está teniendo éxito.
¿Cómo podemos comprender esa dimensión espiritual? Pues probablemente no podamos, como tampoco entendemos la física cuántica. Pero veamos por dónde pueden ir los tiros. La escuela de budismo japonés Rinzai utilizaba los koans en su práctica. Los koans eran unos acertijos para trabajar durante la meditación, en realidad, no pueden resolverse desde la lógica, hay que disolverse en ellos. Experimentar esa sensación es como dinamitar todo lo racional, romper con ello e instalarse en un plano más intuitivo y visceral. Debe ser como tomarse la pastilla roja de Matrix o sentirse el esclavo liberado de la Caverna de Platón. En esas experiencias hablan con frecuencia de fusión con el universo, con el todo… y cómo has arrasado con todo y estás en otro lugar, ahí ya no está ni tu ego ni tus máscaras ni tu yo más profundo y, probablemente, ni siquiera estás siendo más tú mismo. Estás comprendiendo el todo.
La comparación con Matrix requiere una aclaración porque no es tan fácil como tomarse una pastilla, es más bien como aprender a tocar al piano: mínimo diez años para aprender a tocar las teclas del alma -nos aclara D’Ors.
Muy impresionante todo y algo debe tener el agua cuando la bendicen. Filósofos como Schopenhauer conocieron el budismo y lo incorporaron en parte a sus filosofías.
Los efectos de la meditación no son equiparables al síndrome de Stendhal, pero sí intuyo una conexión con la experiencia estética porque la meditación como el arte tendría una función reveladora: mostrar lo que de ninguna otra manera sería accesible, revelar lo que el intelecto -o la razón- roba a la experiencia sensible, revelar el dios de cada cosa, como decía Heidegger.
Muy impresionante todo y algo debe tener el agua cuando la bendicen. Filósofos como Schopenhauer conocieron el budismo y lo incorporaron en parte a sus filosofías.
Los efectos de la meditación no son equiparables al síndrome de Stendhal, pero sí intuyo una conexión con la experiencia estética porque la meditación como el arte tendría una función reveladora: mostrar lo que de ninguna otra manera sería accesible, revelar lo que el intelecto -o la razón- roba a la experiencia sensible, revelar el dios de cada cosa, como decía Heidegger.