martes, 10 de enero de 2012

Distorsión del juicio por influencia del grupo



Autora Ana Azanza


En este vídeo con el que se puede practicar al mismo tiempo inglés y francés, se muestra el llamado experimento de Asch (1907-1996).

 He empezado a explicar el racionalismo cartesiano a los alumnos de segundo, causa mucha inquietud observar que el ejercicio de "pensar por uno mismo" es algo bastante difícil, incluso más raro de lo que nos gustaría. El grupo tiene un peso muy fuerte en nuestras opiniones manifestadas y en nuestros juicios, somos seres sociales, evidentemente. ¿Cómo compaginar el pensamiento en libertad con el hecho de que vivimos insertados en un grupo o en grupos que nos llevan sin que nos demos cuenta a hacernos ideasde las cosas? Ideas que la mayor parte de las veces no son nuestras sino ajenas.

No es necesario estar en una secta ni en un régimen fascista para que el peso del grupo sea determinante en las opiniones que creemos más nuestras.

En este vídeo se dan varias versiones del experimento:

-Primero, todos los individuos menos uno, el de la camiseta blanca, están compinchados con el psicólogo que experimenta. El joven sufre una distorsión del juicio, al ser de los últimos en contestar, da la respuesta que todos han dado, piensa que está equivocado si dice lo que está viendo.
-Segundo, el individuo se da cuenta de que es falsa pero da la respuesta de los demás. El fallo está en la respuesta. Arsch repitió el experimento y en el 37% de las ocasiones el individuo se conforma a lo que dicen los demás.
-Tercero, sólo con que una sola persona rompa esa unanimidad, el individuo ya se encuentra con más fuerza para dar la respuesta correcta. Cae al 5% las respuestas de "conformidad".
-Cuarto, si al "conejillo de indias" se le hace llegar tarde a la reunión y después de escuchar a los demás escribe la respuesta en un papel, la persona se muestra más fácilmente "no conforme".

Llaman conformidad normativa a este fenómeno, en general a nadie le gusta ser el raro de la reunión. Es curioso que los individuos tienden a negar  que se veían sometidos a la presión del grupo y en el caso de que otro contestara igual, tampoco se reconoce la complicidad.

Asch fue el maestro de Milgram, el psicólogo que dió lugar al experimento del mismo nombre tan célebre en la psicología social. En él se quería probar hasta qué punto las personas eran capaces de torturar a  otro ser humano porque una autoridad representada por el investigador con su bata blanca símbolo de prestigio científico así se lo ordenaba. No eran psicópatas sino gentes de lo más común los que "creían" estar descargando corrientes sobre otras personas. 

En realidad todo era fingido, pero todos estos experimentos dan mucho que pensar sobre lo perjudicial que es para la humanidad nuestra tendencia a seguir al rebaño, y lo sano y necesario para la supervivencia incluso de la especie salirse de él de vez en cuando.


Por si se quiere profundizar en los resultados del experimento, en inglés


Y en francés, gracias Julio.



1 comentario:

  1. No sé si habéis oído hablar de Marina Abramovic, una artista serbia que actualmente está muy en boga por la ópera dedicada a su figura en el Teatro Real. Como cuenta un interesante artículo en el cultural Blanco y Negro, su notoriedad le viene de sus rompedores espectáculos, en los que intenta convocar los fantasmas del psiquismo más oscuro del ser humano. En 1974, cuando Milgram se encontraba realizando los experimentos sobre ética colectiva, Abramovic llevó a cabo una performance en Nápoles con el título Ritmo 0. Durante las seis horas del espectáculo, la artista permaneció inmóvil, rodeada de numerosos objetos, entre ellos cadenas, látigos, plumas, rosas…exhibiéndose ella misma como una cosa ante el público, a quien autorizó a actuar con plena libertad. Lo que sucedió es imaginable: la desnudaron, la arañaron, le dibujaron grafittis, le colgaron cadenas…En definitiva, la dejaron maltrecha y después se marcharon del lugar de autos a toda velocidad. La reflexión de la artista acerca de esa actitud es que no pudieron soportar su presencia como persona, después de todo lo que le habían hecho como objeto.
    En la década de los 90, las actuaciones de Abramovic giraron en torno a las atrocidades de la guerra de los Balcanes, problemática que le tocaba de cerca: asesinatos y violaciones en masa, delaciones entre quienes hasta entonces habían sido buenos vecinos, y todas esas pasiones destructoras que se desatan cuando el sujeto ingresa en la turba y, con ello, se siente liberado de responsabilidad personal. Desde luego, es una de las explicaciones para esa vergonzosa mancha en el historial de la humanidad - entre otras muchísimas de esa inacabable historia universal de la infamia que no nos cansamos de escribir-, que constituye el período hitleriano. Otra es la excusa de la cadena de mando, de la que habla el texto de Ana. Es muy interesante al respecto la novela El lector, del juez alemán Bernard Schlink, adaptada en una excelente película. Pero lo verdaderamente llamativo de la cuestión es que la masa humana puede generar también felicidad, solidaridad, el sentimiento profundamente consolador de pertenencia a una colectividad. No hay más que prestar atención a las manifestaciones de euforia de los participantes en eventos multitudinarios, conciertos, marchas, espectáculos deportivos…El reto para la neurociencia es averiguar el modo en que podría potenciarse esa fuerza pacífica y beneficiosa y, sobre todo, cómo evitar que el grupo pueda ser manipulado hasta deshumanizar a las personas, despertando en ellas los instintos egoístas y antisociales que esperan agazapados en las capas más antiguas del cerebro humano, siempre dispuestos a saltar a la menor sombra de amenaza.

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