domingo, 2 de marzo de 2025

PERNICIOSAS REDES SOCIALES

 PERNICIOSAS REDES SOCIALES

Selección del texto de Gonzalo Torné, “Amigos, público y enemigos” incluido  en el volumen Plutarco “Sobre el inconveniente de tener muchos amigos” (2023)

 Gracias Torné, no sabía por qué las redes no eran mi sitio. Intuía sin razonar, “venga sí, ábrete un FB, metete en Twiter, yo te  sigo.”

Como nunca he estado no podía dar argumentos basados en la experiencia. He visto muchas personas inteligentes, o que estimo como tales, “subirse y bajarse” de este tren. Bien disgustados.

La parte positiva es evidente, gran rapidez en los contactos y como solucionador de problemas pequeños, mensajes veloces, “recados” o “mandados” realizados en un suspiro. Contacto con seres queridos físicamente muy alejados, ya no es el ritual de hace 40 años, “llamamos por teléfono a nuestra hija que está en otro país una vez al mes”. Años luz tecnológicos han pasado desde entonces.




viernes, 28 de febrero de 2025

EL CASO JÜNGER


 Luis Roca Jusmet 


 El "caso Jünger" es muy interesante, ya que presenta un caso muy sugerente y paradójica de nuestra mitología moderna. Si entendemos el mito como un modelo ejemplar, entonces Ernst Jünger lo fue y lo es para muchas generaciones desde un espectro político-ideológico extraordinariamente amplio y contradictorio. No sólo para los extremos (que para algunos se tocan) sino también para el centro. El neofascismo se entusiasmó con Jünger (como podimos comprobar en muchas de sus publicaciones, como la desaparecida "Punto y coma") pero también lo hizo un sector de intelectuales heterodoxos procedentes de la izquierda radical (como verificamos igualmente en antiguos números de revistas también desaparecidas como "Archipiélago" o "Ajoblanco"). Lo sorprendente es que también los grandes estadistas de la socialdemocracia europea, como François Mitterand o Felipe Gónzalez visitaron a Jünger en su mansión de la Selva Negra con la única intención de conocerle y conversar con él.

 ¿Por qué nos sedujo Jünger ? En primer lugar,por su legendaria y romántica figura de superviviente, de hombre que había recorrido un siglo después de curtirse en mil batallas. Su talante aventurero, que se inicia en la adolescencia cuando huye de su casa burguesa para enrolarse en la Legión Extranjera (experiencia que describirá en su novela "Juegos africanos"). Luego, su legendaria participación en la Primera Guerra Mundial, donde escribió desde las trincheras sus impresionantes "Tempestades de acero". Experiencia intensa, desde las trincheras, que le supuso varias balas en su propio cuerpo. Libro polémico en la medida en que reivindica la guerra como experiencia-límite. Posteriormente su experimentación con drogas alucinógenas, al lado de Albert Hoffman, el inventor de la LSD. Siempre buscando ampliar las puertas de la percepción, lo que le llevó a escribir tanto uno de los mejores estudios teóricos sobre las drogas ( Acercamientos ) como  un relato breve denso y muy sugerente (Visita a Godenhom Su carácter indomable, su libertad interior le hizo ser respetado al mismo tiempo por Bertolt Brech y por Hitler, que paraban respectivamente a "las huestes comunistas y nazis que lo querían colgar". Movilizado en la Segunda Guerra Mundial en un puesto burocrático en el París ocupado Jünger escribe un valioso testimonio en sus "Radiaciones". Sospechoso de haber colaborado en un atentado contra Hitler lo movilizaron como oficial al frente ruso pensando que les esperaba una muerte segura, que por muy anunciada no se cumplió.
Un hombre inquieto, entusiasta, lleno de energía, pero capaz de mantener su serenidad en las situaciones más difíciles. Una especie de samurai europeo, un ronin "sin señor al que someterse". Un emboscado, como se definía, que resistía la uniformidad del mundo burgués, la lógica de la mercantilización.
 ¿Quién fue realmente Jünger ? No cabe duda que Jünger formó parte en su juventud de la revolución conservadora alemana, aristocrática, nacionalista y guerrera. Que no fue un oportunista y que se mantuvo al margen del nazismo, con todos los peligros que comportaba, aunque manteniendo una posición política ambigua bajo el lema de la lealtad a su patria. Que a la larga se convirtió en un escéptico que mantuvo un espíritu muy crítico con el mundo en que vivía. ¿Desde que posición? Yo diría que desde una serenidad aristocrática, nietzscheana, que despreciaba lo plebeyo, que no soportaba a las masas y que sentía nostalgia por un pasado de caballero heroico que seguramente nunca existió y que queda reflejado en su novela Abejas de Cristal y en su ensayo La emboscadura. Como diría Jacques Rancière, tuvo odio a la democracia, al poder de cualquiera. Al igual que Nietzsche, por cierto. Pero, en todo caso, inclasificable.


 ¿Qué queda de aprovechable de Jünger, una vez "muerto el mito" ? Muchas cosas, por supuesto. Sus parábolas políticas contra el totalitarismo, como "Heliópolis","Los acantilados de mármol" o "Eumeswill", que vale la pena revisar. Quizás una lectura bien crítica de sus libros teóricos, como "El trabajador". Sus reflexiones sobre lo que llamaba "la era de los titanes" o la discusión que mantuvo con su amigo Martín Heidegger sobre el nihilismo son todavía interesantes.Sus novelas, como justamente le reconoció el Premio Goethe, tienen valor propio. Igualmente libros muy potentes de aforismos (como "La tijera" y "la emboscadura" ).
  Pero lo que yo salvaría incondicionalmente de Jünger son sus diarios. Radiaciones y Pasados los setenta, los diarios que fue escribiendo y se fueron publicando a lo largo de su vida. Reconozco mi debilidad por esta escritura sobre uno mismo, mucho más sincera y directa que las memorias autobiográficas, que siempre pasan un filtro que los hacen menos sinceros. Los diarios de Jünger me parecen extraordinarios y son un testimonio humano e histórico impagable.  También hay que reconocer el valor que continúa teniendo hoy el testimonio  reflejado en las inteligentes entrevistas de los italianos Antonio Gnoli y Franco Volpi (Los titanes venideros) o el francés Julien Hervier (Conversaciones con Ernst Jünger), ambas dirigidas a un viejo Jünger que, desde una perspectiva serena sobre su propia biografía nos ofrece un valioso recorrido de todo el siglo XX.
 Me gustaría invitar a estas lecturas porque son un material inestimable para cualquiera que quiera pensar el mundo en que vivimos. Lectura crítica, por supuesto, como en cualquier otro caso. Formarse un criterio es, muchas veces, leer y dialogar con aquellos que, estando ideológicamente en nuestras antípodas, nos hacen pensar desde una experiencia vital enormemente rica. Porque uno de los peores síntomas de la banalidad de nuestra época es que no existen adultos, es decir personas capaces de interpelarnos desde sus propias experiencias.Vivimos en un mundo donde ya no hay experiencia, decía Walter Benjamín. Hay que recuperarla, y Ernst Jünger es un maestro para mostrar el camino. Júnger fue también un adulto, un hombre capaz de responsabilizarse de su vida y de sus actos. "Ya no quedan hombres mayores", digo alguien hace unas décadas. Jünger lo fue.


miércoles, 12 de febrero de 2025

DEL "SIEMPRE TUYA" A "EL AMOR ES UN MITO"

Ilustración creada para el artículo por Bing IA


por MAR CRUZ

Los monjes budistas no están obligados a renunciar al amor ni a la sexualidad, así me lo comentó Mushin, un amigo de juventud que ha cambiado la filosofía occidental por el budismo, pero ¿cómo ama un monje budista? ¿Qué relatos tiene el budismo sobre el amor? ¿No amamos todos de la misma forma?

Recordé el libro El Profeta que él mismo me había regalado hace bastantes años. “El amor os trillará hasta dejaros desnudos, os tamizará hasta liberaros de lo inútil, os molerá hasta dejaros como el campo en la nieve…”. Así lo relataba Kahlil Gibran en lo que ya se considera un bestseller de todos los tiempos. ¿Seguirá Mushin esperando un amor así, que lo trille, que lo tamice, que lo muela…?

La filosofía postmoderna nos dice que cualquiera amará en función del lenguaje y los relatos que hayan ido calando culturalmente en él: porque el lenguaje nos instruye sobre el modo de ver la realidad. En nuestra forma de hablar subyace siempre un tratado de psicología popular. Así, nos dice J.A. Marina, cuando aprendemos el léxico sentimental asimilamos un saber ancestral sobre los sentimientos humanos y se nos instruye acerca de los afectos y las relaciones.

¿Elegimos nuestra forma de hablar sobre las cosas? ¿Soy libre al menos cuando me hablo a mí misma sobre lo que siento? Para los estructuralistas como Lévi-Strauss, Lacan o Foucault, la respuesta es un rotundo No. El lenguaje es un fenómeno social y como tal está controlado por la estructura social y a ésta no le queda otra que mantenerse y transmitirse a través de él.

Derrida, uno de los que llegó más lejos con su interpretación, habla de la erradicación de la subjetividad individual en el proceso de la comunicación. Así cuando Julie Lespinasse, una mujer culta e ilustrada, amiga de D’Alambert escribía esto a Jacques de Guibert: “Os amo como hay que amar, de una manera exagerada, con locura, arrebato y desesperación”, no es que Julie hubiese decidido voluntariamente amar así, sino que la mitología grecorromana o textos como “Romeo y Julieta” habían hecho mella en ella y seguían perpetuándose a través de ella.

De la misma manera, cuando yo digo, en broma, que me sentí flechada (aquí el mito de Cupido) por Darío Sztajnszrajber, el rockstar de la filosofía en Argentina, fue algo que sucedió fuera del campo de mi consciencia. Yo no fui dueña de esa emoción, fue el discurso de Sócrates en el Banquete, el que hizo su trabajo. Platón argumenta que el amor a alguien es una excusa para llegar a un amor más profundo, el amor por el saber en el sentido de búsqueda de un sentido. Es decir, mi inclinación por Darío es sólo una excusa para desplegar mi verdadero amor, que es el amor a la filosofía –palabra que aparece por primera vez como sustantivo en ese texto.

Este relato que configura nuestra subjetividad provoca que el amor a alguien exceda a ese alguien y siempre esté queriendo ir mucho más allá. Darío diría algo así como “siento una relación erótica por el todo, pero llegué al todo porque me enganché con Vos”.

Hablando con Mushin me percaté que desconocía el movimiento queer, la idea del sexo no binario… y andaba in albis sobre el poliamor. Se ha hecho budista, pero es un hombre occidental maduro. Todo apunta a que los textos clásicos se apoderarán de él y está esperando que una mujer le diga: “¿Hasta cuándo, dónde, si no contigo? Y qué, sino tuya” como dice Elisabeth Barrett a Robert Browing en sus cartas.

Al final, siempre dependemos de vivir en una tribu inteligente con relatos inteligentes, incluso para amar.

lunes, 10 de febrero de 2025

MICHEL FOUCAULT : ANÁLISIS DEL PODER

 


Escrito por Luis Roca Jusmet



Después de todo su análisis sobre el poder Michel Foucault acabó aprendiendo ( y enseñando) tres cosas :

La primera que el poder no es una propiedad sino una relación.

La segunda que el poder es más productivo que represivo.

La tercera que el poder está en todas las relaciones y que solo es insoportable cuando no genera una resistencia, es decir un contrapoder.

miércoles, 29 de enero de 2025

SOBREVOLANDO LA MEDITACIÓN

 

Dibujo de IA Copilot

La meditación: reducción del estrés para la mayoría, el nirvana para pocos.

“Igual que en el piano, se necesitan diez años (por lo menos) 
para aprender a tocar las teclas del alma”. 
Pablo D’Ors
Por Mar Cruz

“En el budismo el yo es insustancial. Así que da igual si publicas mi nombre”. Me dijo Mu-shin, un monje budista, cuando le entrevisté. Me pareció muy irónico y me dio la risa, pero un par de días después me percaté de que ahí estaba toda la cuestión y se me había escapado. ¿A qué se refería con ese Yo? ¿Se refería al ego freudiano, al Ello? ¿Es un yo más profundo que se encuentra dentro de nosotros? De forma automática me vino a la mente el “llega a ser el que eres” del Oráculo de Delfos. Pero… ¿es que podemos ser otros?

La primera impresión es que meditar te hace desconectar de ti para poder liberarte de ti mismo. Entonces, ¿queremos olvidarnos o queremos encontrarnos? Somos unos seres extraños, híbridos de biología y cultura, como nos recuerda a menudo J.A.Marina. La inteligencia nos ha ampliado y facilitado la vida, pero parece que casi de forma proporcional nos ha entrampado, nos la ha complicado. Basta ver cómo han aumentado nuestros miedos: antes nos bastaba con el miedo a las fieras y a las tormentas, ahora el miedo más común es el de no realizarse personalmente entre otros miles que nos hemos fabricado.

Parece que el hombre del s.XXI tiene que hacer muchos malabarismos para sostenerse en pie. La meditación se presenta como una gran herramienta. Los famosos van por delante: Richard Gere, Madonna, Youval Noah Harari, Paul McCartrney, Oprah Winfrey…

El método parece sencillo: quietud y concentración en la respiración: un auténtico asalto a nuestra parte más primigenia, a lo más puro, a lo más esencial de la vida.

Es como si en el imaginario colectivo existiese una idea genuina de ser hombre y, por ende, un yo auténtico en cada uno de nosotros y andamos tras ello, no sólo en la meditación, por cierto, sino en todas esas modas de vivir en el campo, comida bio, ecologismo…Estoy rodeada de gente que se fabrica hasta sus propios detergentes y te miran mal si te equivocas reciclando.

Witold Gombrowicz, escritor polaco, dedicó toda su vida a mostrar el mito de la autenticidad, nos vino a decir que, si nos desprendemos de todas las máscaras, nos encontraremos con el vacío, porque ser persona implica ser “artificial”. Sin nuestros revestimientos culturales, no seríamos nada….

Pero ¿cómo reaccionar al observar que “la tecnología ha sofisticado de manera extraordinaria nuestras posibilidades de no ser nadie?” Ferran Toutain nos muestra cómo el individuo actual se reduce a una esponja que absorbe todos los fluidos que genera la sociedad. “La postmodernidad ha llevado hasta sus últimas consecuencias tanto la despersonalización del hombre como su afán por personalizarse”. De ahí el éxito de las identidades colectivas como medio para encontrar la ilusión de ser original. Otro gran malabarismo actual.

Vivimos tan cómodos con nuestras ilusiones que me resulta descorazonador averiguar, como decía André Bretón, que el “Yo” es una fantasía de las ciencias sociales.

Sería muy inquietante pensar que el supuesto “yo auténtico” que queremos descubrir pueda ser igual de impostor que nuestra máscara. Se dice que “Víctor Hugo era un loco que creía ser Víctor Hugo”. Toda una locura, por eso la filosofía no es para todos los públicos y puede uno “morir” fácilmente de sobredosis. Así que mejor a sorbitos…

La mayoría de los mortales quizás sólo acuda a la meditación para rebajar el estrés, cosa que en la Universidad de Massachussets aseguran que hace, además de otros beneficios como reducción de la ansiedad y los síntomas de la depresión secundaria. Así que como hecho fáctico si te quedas quieto y te concentras en la respiración aumentará tu sentido del bienestar. A mayor atención y concentración menos posibilidades de sufrir secuestros emocionales. Sólo por eso, vale la pena.

Además de la relajación y la concentración, los monjes añaden una tercera fase a esa práctica: la contemplación, que en su estado máximo puede llevarte al Nirvana. Y esto ya son palabras mayores y nos obliga a adentrarnos en el terreno de la metafísica.

Lo que parece claro es que la sociedad líquida (Zygmunt Bauman) en la que vivimos no está necesitada de más dogmas, sino de más cuerpo. Añoramos como nunca sentir el simple latido de nuestro corazón. Hasta Pablo d’Ors está revolucionando el catolicismo recuperando esta práctica como lo hacían los padres/madres del desierto y está teniendo éxito.

¿Cómo podemos comprender esa dimensión espiritual? Pues probablemente no podamos, como tampoco entendemos la física cuántica. Pero veamos por dónde pueden ir los tiros. La escuela de budismo japonés Rinzai utilizaba los koans en su práctica. Los koans eran unos acertijos para trabajar durante la meditación, en realidad, no pueden resolverse desde la lógica, hay que disolverse en ellos. Experimentar esa sensación es como dinamitar todo lo racional, romper con ello e instalarse en un plano más intuitivo y visceral. Debe ser como tomarse la pastilla roja de Matrix o sentirse el esclavo liberado de la Caverna de Platón. En esas experiencias hablan con frecuencia de fusión con el universo, con el todo… y cómo has arrasado con todo y estás en otro lugar, ahí ya no está ni tu ego ni tus máscaras ni tu yo más profundo y, probablemente, ni siquiera estás siendo más tú mismo. Estás comprendiendo el todo.

La comparación con Matrix requiere una aclaración porque no es tan fácil como tomarse una pastilla, es más bien como aprender a tocar al piano: mínimo diez años para aprender a tocar las teclas del alma -nos aclara D’Ors.

Muy impresionante todo y algo debe tener el agua cuando la bendicen. Filósofos como Schopenhauer conocieron el budismo y lo incorporaron en parte a sus filosofías.

Los efectos de la meditación no son equiparables al síndrome de Stendhal, pero sí intuyo una conexión con la experiencia estética porque la meditación como el arte tendría una función reveladora: mostrar lo que de ninguna otra manera sería accesible, revelar lo que el intelecto -o la razón- roba a la experiencia sensible, revelar el dios de cada cosa, como decía Heidegger.

viernes, 15 de noviembre de 2024

SEREMOS COMO ÉL ES



Spinoza, el sefardita de Amsterdam, testimonia que sólo se puede negar la libertad desde una metafísica que contemple la existencia bajo la figura inhumana de la eternidad, 'sub specie aeternitatis'. Pero, si venimos de la causalidad o de la casualidad de la materia y la carne, lo cual es lo mismo que decir con Monod que venimos de la necesidad y el azar, no se puede negar que "vamos hacia el Espíritu", al menos, hacia la virtualidad luminosa. Valga esta al menos como ideal regulativo, como anhelo estimulante, como desiderátum (wishful thinking)

¿Hay algo que condiciona desde las sombras el desarrollo y la expresión de la personalidad? Seguro.  Llámale subconsciencia, o subconsciente colectivo (Jung), superpsiquismo cultural, le llaman ciertos antropólogos, un alma colectiva o anónima que condiciona en forma de deseos esenciales la vida del individuo. Mas no debemos caer en la "aberración sociocéntrica" o el determinismo étnico, o en el burdo economicismo materialista que no explicaría ni el relativo progreso de la civilización ni la efectiva disidencia de sus particulares.

William James habló de cierta superconsciencia humana y llegó a arriesgar la hipótesis de "alguna forma de vida superhumana, desconocida para nosotros mismos, con la cual es posible que seamos co-conscientes" (1). Podemos suponer una frontera entre la superficie del mundo y otra realidad o complejo de realidades que nos abarcan, sustentan y conducen sin que nos demos cuenta de ello. Vivimos -como explica Juan Larrea- una vida de cuerpo flotante sobre una profundidad de índole compleja cuya coordinación efectiva ignoramos (2), lo cual concuerda bien con el descubrimiento neurológico de una doble actividad del cerebro, cortical y profunda o thalámica.

Podríamos hablar de una sustancia profunda que se exprea en una existencia vital y activa. Dicha sustancia pudo ser percibida por san Agustín como figura de la divinidad, pero los pensadores modernos variaron ese santuario obscuro y velado para alojar en él, bien la Razón,  bien la Voluntad, y en el maquiavelismo político-cultural -moderno o posmoderno- hemos visto y vemos como una secta de individuos se adjudica la personalidad de la sustancia y aspira a determinar providencialmente, tal que nuevos mesías, el modo de pensar y de actuar de las mutitudes cuyas pasiones estimulan, alimentan, fermentan y amasan mediante falacias oportunas, a fin de aprovechar su fuerza para la transformación y dominio del mundo. Esos caudillos decretan a su gusto lo que es opio y lo que no, lo que está bien y lo que está mal, lo que existe y lo que no existe. 

Hasta puede que quepa el absurdo de que Dios se haga Hombre, al menos como estrategia para dar confianza y dignidad a nuestros más elevados proyectos, lo que no cabe es que el hombre por sí y ante sí se haga Dios, aunque sienta deseo de serlo. "Seremos como Él, porque lo veremos tal cual es" (Evangelio de Juan).

Notas bibliográficas

(1) William James. A pluralistic Universe, Nueva York, 1909.
(2) Juan Larrea. Razón de ser (1956), Ed. Júcar, Madrid 1974, XIII, pg. 220s.

martes, 29 de octubre de 2024

ENTRENANDO LA ATENCIÓN



El mismo Sócrates platónico definió la Filosofía como "principal cuidado de la mente", como una 'therapeia psyches', es decir, tal que una terapia psíquica. No extrañe que María del Mar Cruz, filósofa, psicóloga, filóloga y coach profesional, nacida en Barcelona pero establecida en Bruselas, en su libro Derecho a soñar (2024) use los recursos de la tradición filosófica, incluida la oriental, en su propuesta de coaching. "Coach" es para la autora el entrenador especialista en hacernos ver nuestros puntos débiles, pero, sobre todo, en hacernos conscientes de nuestras fortalezas, nuestra brillantez y unicidad. El coach vive empeñado en que veas tus posibilidades de crecimiento personal y te concentres en ellas, en su crecimiento e implementación práctica.

Descubrir talentos y genio propio (o geniecillo) requiere perspicacia y concentración; ¡sobre todo, atenta concentración! Uno de los problemas más acuciantes hoy, especialmente en educación, es el de la atención o, para ser exactos, el de la desatención. Todos hablan, nadie escucha, todos buscan ser atendidos, pero nadie atiende, ni siquiera se oye el run-run íntimo de lo que sucede en el Interior de uno mismo, "la mejor brújula, la voz interior". "Tenderos" habían antes que atendían en los pequeños negocios familiares. La atención personal al cliente era lo importante. La persona de la caja del supermercado cumple su protocolo: "¿quiere usted bolsa?", "¿tiene tique de descuento?"... Pronto será una máquina quien nos cobre. Nosotros mismos trabajeremos por ello; todo el gasto será nuestro.

La incapacidad para concentrar la atención en faenas útiles o en la persecución de fines valiosos es plaga hoy; la atención, efímera, se dispersa, salta débil, distraída, de monitor en monitor. Acuciada, presionada por estímulos publicitarios y reclamada por consignas propagandísticas, nos hace perder el tiempo en lo que nos atrae rutilante en volumen alto y con sus policromías saturadas. La dispersión de la atención con lo externo que nos estimula, en lugar de con lo que nos interesa o aprovecha, hace fútil el humano afán por mejorarnos, esa dignísima ambición ética de edificarnos según modelos de belleza, perfección y excelencia moral.

El déficit de atención (TDAH), o -diríamos mejor- de desatención, es plaga de alboroto y fracaso en las escuelas. Antes que Daniel Goleman, ya William James enfatizó la importancia de la atención, de la capacidad de su concentración. Afirmó que para fortalecerla hacen falta: buen juicio, carácter y voluntad. Y sin embargo, ¡de la formación de la voluntad, de la forja del carácter, de la educación y maduración reflexiva del buen juicio maduro (Gracián le llamó "sindéresis") ni se habla en los panfletos psicodemagógicos que han servido de protocolo a las infinitas e infértiles reformas educativas que marean a maestros y profesores, condenados a servir en una burocracia cada vez más obscura, estéril y repleta de consignas ideológicas! Sus jerigonzas ni aluden a la importancia de la disciplina o a la del respeto a la autoridad del que sabe. Desprecian contenidos y tradiciones venerables. Sólo se habla de juego, sólo se juega a hablar y a escribir y a entender, cada vez menos y peor; se impone la "gamificación" y la externa motivación, es decir, se tiende a la conversión de la lección del maestro en espectáculo payasesco. Las obligaciones se cargan en los generosos hombros del maestro, reducido a animador sociocultural. El gusto del alumno es el único criterio de lo justo y ya no se habla de la capacidad de automotivación. Y no otra cosa, sino autonomía verdadera, capacidad de decisión y ejecución, es la voluntad, pues sólo puede quien quiere esforzarse por un logro deseable. "El verdadero rumbo de la vida está fijado desde dentro", escribe Stephan Zweig, autor preferido por María del Mar, que es especialista en su obra.

El mandamiento de Píndaro: "llega a ser el que eres", que cita con reverencia Mar, admite corrección, porque lo que busco es devenir lo que no soy todavía, deseo (re)apropiarme de toda ausencia y complemento. Hazte dios en la medida de tus fuerzas -pidió el platónico-. Divinicémonos, ¡pero, porfa, sin megalomanías ni narcisismos! Además, como reconoce la autora de Derecho a soñar, uno no es jamás solo uno, sino varios y apócrifos, aunque sea sano y de recibo que mande y ordene un Yo estable, un ego ejecutivo de carácter fuerte y nobles sentimientos. 


Freud descubrió el inconsciente, pero "el pobre Segismundo [Sigmund] penetró en la mujer como lo hace el hombre: hasta donde alcanza, que no es mucho". A la autora le parece machista y ridículo un concepto como "el complejo de castración", y el pansexualismo de Freud, una reacción ante el represor e histerizante puritanismo de su época. Hoy puede describirse la reduccion freudiana a libidine de la vida subsíquica, reducción de todo deseo a pulsión sexual, como una morbidez paleontológica que supone una culpabilidad ancestral, bíblica o rabínica, mera hipótesis acerca de la cámara oculta de la mente, que Freud, "teratólogo del alma" (Óscar Sánchez Vadillo), supone repleta de horrores atávicos y nuevos, más tanáticos que eróticos, según el autor de El beso de la finitud, tan siniestros como el Complejo de Edipo, que incluye homicidio e incesto. Nosotros indicaremos con Sánchez Vadillo que hoy el mercado funciona mejor espoleando deseos y pasiones que reprimiéndolas o sublimándolas. El mercado ha hecho que la descarga sexual resulte facilísima, no cabe represa neurótica donde prolifera la pornografía y se garantiza la estilidad del yogar, y ya nadie necesita recanalizar su libido en forma de Arte, Religión o Filosofía, las tres especies del espíritu absoluto de Hegel, cuyos autores son degradados por Freud a celibatarios voluntarios (incels). Más bien es el acto sexual el que se ha convertido en religión, sus creyentes ascéticos acuden al gimnasio de fitness a cumplir con ciertas liturgias preparatorias o propiciatorias. Para el judío vienés, gran escritor amigo de ritos ancetrales y de secretos primitivos, gótico y esotérico, preilustrado bajo una capa de positivismo científico, según el jucio de Sánchez Vadillo, nuestras pobres almas son tristes válvulas de débiles ideas que apenas pueden contener los briosos impulsos bestiales del cuerpo. Para contenerlos, las almas recurren al engaño, la tegiversación o el sueño. Nosotros mismos somoscomo ángeles o diablos cabalgando con dificultad panteras o hienas, siempre al límite del descalabro cerebral. Psicología del enfermo.

El libro de María del Mar Cruz usa acreditadas perspectivas de intelectuales, de psicólogos o de emprendedores de éxito con un propósito eminentemente práctico. Primum vivere, deinde philosophari!  Vale. Sin embargo, es claro que si aplicamos a rajatabla este principio que nos impone vivir antes que filosofar o filosofar después de haber vivido, aplazaríamos el hacer filosofía (algo inevitable, por cierto) para después de haber dejado de vivir. No sabemos qué nos espera más allá de la vida, si es que nos espera algo y no más bien nada. Tal vez la filosofía pueda concebirse como un "ejercicio de preparación para la muerte" (melete thanatou) como insinuó Sócrates en el Fedón, aceptando razonablemente, "estoicamente" diríamos avant la lettre, su ejecución con cicuta e inminente muerte, pero también es útil la reflexión filosofica para sacar partido al vivir, aquí y ahora. Es cierto, admitámoslo, que por racionalizar o explicar científicamente la vida nos perdemos a veces el disfrutarla, el sentirnos vivir. Y el bien vivir (el eu-zeîn de los clásicos), la vida digna y alegre, más que ciencia o técnica, es arte jovial. 

A algo que ennoblece y eleva nuestra vida, al asombrarnos con la incertidumbre, la perplejidad y el milagro de existir, nos invita María del Mar. Y del asombro y la admiración nació la filosofía, y también la ciencia. Lo hace en breves capítulos, claros y amenos, cada uno de los cuales remata en un breviario de ideas para recordar. Ser genuina no consiste en ser rara ni estrambótica, dice María del Mar. Aunque las hay que buscan su identidad en la extravagancia, no es el caso de esta filósofa y acreditada coach. Sabe que quienes vagan fuera de aldea pronto se verán solos y en peligro, porque para nosotros vivir es convivir, aunque también sabe que más vale vivir sola que mal acompañada o que "el buey sólo bien se lame" como repetía rebelde mi chacha Elvira, solterona y beata (feliz).

Nuestra autora sirve devota, como mi chacha Elvira, no al Cristo ni a la santísima Trinidad, sino al también venerable Apolo, que mandaba en Delfos que nos conociéramos a nosotros mismos. La mirada interior, la reflexión, la meditación, esa metaconciencia (mindfulness) que nos permite saber qué sentimos, ayuda también a comunicar mejor con la totalidad de la que formamos parte. (Digo "conciencia plena" o "metaconciencia" y me acusan de pedante. Pero digo "mindfulness" y una legión de papanatas me admirará mientras ereccionan sus antenas). Conocernos, sí, vale, debemos estudiarnos a nosotros mismos para mejorarnos, para descubrir nuestros talentos, para recrearnos en tareas que nos emocionen positivamente, que plenifiquen nuestra existencia real, dando valor a lo cotidiano y poniendo el acento en valores como la perseverancia, la ligereza, la sencillez (no simpleza), el humor, la gratitud, o en la debida admiración por aquellos que merecen servirnos como modelo para madurar y hallar alegría en cuanto hacemos. No obstante, el otro mandamiento de Apolo era "todo con medida", incluso la atención a lo que hacemos, vemos, sentimos y pensamos debe tener su tasa, que no debe sumirnos en el emsimismamiento bobalicón... En uno de sus pecios, escribe Sánchez-Ferlosio una filfa: "(AntiSócrates): 'Conócete a ti mismo'; ¡sí, hombre, como si no tuviera otra cosa en qué pensar!". Lo que uno puede conocer de uno mismo en cada momento es una fotografía, imágenes desfiguradas o transfiguradas de recuerdos, pero la película de la vida es dinámica: cambiamos, nos deterioramos o mejoramos, decaemos o progresamos.

Concentrarse en pequeños logros diarios nos da ánimos y fuerza ante la adversidad –dice María del Mar, citando a Víktor Frankl-. El optimismo triunfa y -con Leibniz- la autora prefiere pensar que este es el mejor de los mundos posibles, lo cual significa también que cualquier otro sería peor. El optimista confía en el futuro, aunque este repose en la rodilla de los dioses. El genial educador José Antonio Marina llamó la atención sobre la "anemia del proyectar" en la juventud actual, porque no hace planes y se entrega al carpe diem de un hedonismo grosero: "¡comamos, bebamos y yoguemos que mañana moriremos!"; un "presentismo" que no sacrifica placeres actuales por la consecución de mayores logros futuros. María del Mar cita a Marina para insistir en la importancia de proponernos en la vida metas asequibles de realización personal. Y cada persona es un mundo, por lo que cada quisque, "especie única" como diría Unamuno, ha de descubrir tanto sus aptitudes como sus limitaciones particulares, entendiendo al mismo tiempo que las dificultades y desafíos estimulan nuestra superación.

Todos tenemos defectos. Ama también tu caos, tus singularidades, dice María del Mar, tus manías... ¡Vale! Puede que Michel Foucault, buzo de experiencias abismales, tenga razón y cada sociedad defina su especie particular de locura. Y puede que una pizca de locura, cum mica salis, nos convenga y siente bien, como sienta bien el aderezo a la carne o la canela a la leche. Pero eso significa también que formas de vida hoy convencionales o normalizadas se verán pasado mañana como demenciales e insensatas. 

María del Mar podría hacer suyo el lema de Vicente Aleixandre "Hacer es vivir más". En principio fue la acción, decía Goethe, pero, aunque el silencio goce eventualmente de valor, también hablando, dialogando y escribiendo hacemos cosas, porque nos constituimos en el relato. Somos cuentos. Insiste Mar, como Hegel, en que nada grande hacemos sin pasión, así que nos conviene estimular y no reprimir aquellas pasiones que tengamos por auto-formadoras y creativas. También las hay destructoras e incluso tóxicas. Ya Platón recomendaba: "Procederemos como aquellos que, habiéndose enamorado de alguien alguna vez, se alejan de él, bien que haciéndose violencia, cuando reconocen que este amor acaba por serles nocivo" (República 607e). Reprimamos el amor que nos destruye o disminuye, que nos oprime o ningunea. Hay gente odiosa y no siempre amar es preferible a detestar. Cada edad tiene su propio campo de posibilidades, no sólo la juventud, divino tesoro, incluso en la vejez es lícito hallar fuentes saludables de placeres, puede que la más eminente sea la de amar. Fontana mágica. Del amor dice María del Mar que no sólo se basa en una atracción física, sino que comporta amistad y cuidado mutuo. Es una construcción social y somos monógamos por vocación, no por naturaleza. 

Insiste María del Mar en que la palabra, la comunicación verbal, es puerta eminente de acceso a la realidad, soslayando que también puede servir de ventana de escape urgente y puerta de salida y fuga... Palabras que alejan de inasumidas realidades porque el hombre sólo soporta una limitada dosis de realidad y por eso nos conviene también leer y disfrutar de la literatura. El arte en general puede prestarnos asilo en sus mundos imaginarios. Tales las utopías. Aunque ya se sabe que esa señora, la Señora Utopía es de noble frente pero tiene las manos ensangrentadas. Todas las revoluciones acaban en farsas sangrientas. Muchos inquisidores -como estamos viendo- acaban siendo víctimas de las guillotinas que levantaron, como Robespierre el Incorruptible. Como Juan Jacobo Rousseau, hay intelectuales que se intoxican con el opio de la revolución, y predican sobre la buena educación mientras abandonan a sus hijos en la inclusa o maltratan a su compañera sentimental. Como adivinó Kant, enorme profeta, siempre es preferible y más eficaz un camino de reformas. 

Reconoce la autora deuda con la tradición filosófica del Amor-fati. Como estoica, o nietzscheana en esto, María del Mar asume el AMOR-FATI no sólo como aceptación de la fortuna personal ("divina providencia" llamó el cristianismo a este fatum o hado), sino igualmente como amor al destino propio. Se trata de vivir lo que eres, y estés, COMO SI lo hubieras elegido. (Y ojo, porque en español no es lo mismo "ser delicado" que "estar delicado". La vida puede entenderse como un continuo camino de entrenamiento (coaching) y cada cual, aun con la ayuda de un entrenador o la orientación de un tutor o maestro, debe extenderse y aplicarse sus propias recetas. Necesitamos buenos modelos porque somos monos de imitación, el futuro tiene raíces muy antiguas y lo que no es tradición es plagio.

Tiene razón Mar: seamos agradecidos. Agradezcamos como Chavela Vargas lo que la vida nos da en lugar de andar ansiosos y resentidos por lo que nos falta o roba. Y antes de llorar por ausencias, pensemos si tantas presencias de cachivaches y complementos nos son necesarias. San Francisco, santo ecologista, puede servirnos de modelo de renuncia, más sostenible que el consumismo compulsivo al que nos entregamos inconscientes: "Cada día necesito menos cosas, y las que necesito las necesito muy poco", escribió el de Asís. Renunciar puede resultar liberador. Pobreza ascética, voluntaria, digna.

Lamenta con motivo la autora que los libros de autoayuda nos digan cómo ser felices, pero no cómo hacernos mejores personas. ¿En qué momento hemos empezado a asociar la bondad con la bobería y la debilidad? Mas seamos realistas. Bondad y felicidad, virtud y alegría, sólo se identifican en un mundo perfectamente justo. El del más allá, el de la fe en el Soberano Bien. Platón situó la Idea de lo Perfecto, con ser el género supremo y principio de todo, más allá de la existencia. Y, sin embargo, es útil y debido seguir confiando o soñando con la fuerza y poder mejorador de la bondad. Entrenémonos en la atención a lo justo, en la concentración en lo verdadero, hermoso y bueno. Derecho a soñar, porque, a fin de cuentos "sin sueños no hay ideales y sin ideales no hay progreso".