El futuro hunde sus raíces en una historia natural (antropología) y en una historia del espíritu (psicología).
En este blog reflexionamos sobre los vínculos y los desencuentros entre esos dos polos, en dirección a una anhelada armonía que unifique felizmente lo que somos. No sólo aquello de que estamos hechos, sino aquello a lo que aspiramos soñando y obrando.
La evolución de la tecnología digital no estaba escrita. Los nuevos imperios de la red han construido un modelo de servidumbre digital voluntaria, por decirlo adaptando las famosas palabras de La Boétie. Y en el anuncio desde el Foro de Davos o Foro Económico Mundial de la instalación definitiva de la cuarta revolución industrial puede haber un determinismo tecnológico o no, es más clara la mutación del capitalismo. Aprovechándose de la economía de la atención y de la credulidad y confianza humana en la autoridad.
El capitalismo digital intenta aumentar la productividad del tiempo para obtener un mayor beneficio. El tiempo se comprime y la aceleración ha sustituido en nuestra vida cotidiana la satisfacción por una obra bien hecha por la adicción. Esta nueva economía de la emoción utiliza los algoritmos.
En la actual situación enmascarada por mor de razones
higiénico sanitarias que merecerían discusión de expertos más que
imposición, hemos perdido en parte el modo de transmitir y recibir las
emociones de nuestros semejantes. Cuando se dice "la cara es el espejo
del alma" no es solo una frase hecha, obvia y sin gracia. Silvan Tomkins
y Paul Elman, profesor y discípulo, son los minuciosos investigadores
del rostro humano, de sus mínimos gestos que han dado fundamento
científico al trillado dicho.
La cara es una fuente de información acerca de las emociones de una riqueza inigualable. A través de ella podemos leer el pensamiento,
la información que hay en nuestra rostro no es solo una señal de lo que
pasa en el interior de nuestra mente, podemos casi decir que es lo que pasa en el interior de nuestra mente.
Tomkins
nació en Filadelfia, era hijo de rusos y enseñó psicología en
Princeton, autor de "Afecto, imágeenes, conciencia" densa obra en 4
volúmenes de no fácil lectura. Gran conversador y conferenciante, era
capaz de embelesar a las masas con cualquier tema, ya fuera una serie de
televisión, los tebeos, las dietas o Kant.
En los años de la Gran
Depresión (1929 en adelante) trabajó en una organización dedicada a las
carreras de caballos. Pasaba horas en el hipódromo observando con
prismáticos. Era capaz de predecir lo que haría un caballo en función de
su relación emocinal con él.
Tomkins creía que las caras, también
las de los caballos, ofrecen claves inestimables de las emociones y
motivaciones interiores. Podía entrar en una oficina de correos y sólo
con mirar las fotografías de los prófugos de la ley deducir qué delitos
habían cometido. En un programa de televisión llamado To tell the truth
era capaz de saber qué pensonas mentían. Durante la convencion nacional
demócrata de 1988 asombró a una colega leyendo las caras de los
candidatos que subían al estrado y emitía sus predicciones sobre lo que
iba a suceder.
Ekman
fue un aventajado alumno de Tomkins que ya en los años 60 del pasado
siglo se preguntaba ¿Las expresiones faciales de los seres humanos se
rigen por una serie de rasgos comunes? La mayoría de los psicólogos
opinaba que no. En aquellos años se tenía como establecido que las
expresiones estaban determinadas por la cultura, usamos la cara según
convenciones sociales aprendidas.
Paul Ekman (1934) estudioso de las emociones y su expresión
Ekman no sabía a qué carta
quedarse y viajó por el mundo con fotografías de caras con expresiones
características. En Japón, Brasil, Argentina...la gente coincidía con el
significado de las expresiones.
El siguiente evento determinante
de esta historia consistió en el visionado de 3000 metros de película
realizada en Papúa Nueva Guinea, algunas secuencias eran de la tribu
pacífica y amable de los fore. El resto eran de los kukukuku, tribu
hostil en la que se estilaba un ritual homosexual de los niños
preadolescentes con los patriarcas. Ekman pasó meses ordenando el
material y cortando las escenas superfluas para comparar las expresiones
faciales de ambos grupos.
Tomkins
que no sabía nada de esto fue capaz de interpretar las caras de los
fore "estas son gentes dulces, pacíficas, indulgentes" y de los otros
"este grupo es violento y hay indicios que indican homosexualidad."
Mientras pasaban la película a cámara lenta Tomkins iba señalando los
pliegues en los que se había fijado para interpretar las emociones.
Ekman se dió cuenta entonces de que si Tomkins podía descomponer la cara
en sus partes e interpretar también los demás podrían hacerlo.
Así
fue como decidieron elaborar una taxonomía de las expresiones faciales.
Repasaron los músculos del rostro que describe la anantomía e
identificaron cada uno de los movimientos musculares específicos que
podía hacer una cara. Eran 43, los denominaron unidades de acción.
Se
pasaron días sentados frente a frente, manipulando cada unidad de
acción, ubicando el músculo mentalmente y concentrándose en aislar unas
de otras, sin perder detalle de lo que el otro hacía, comprobando los
movimientos en un espejo, tomando notas de cómo cambiaba el patrón de
las arrugas con cada movimiento muscular, grabando en vídeo. Si no
podían hacer un movimiento concreto, un cirujano de la universidad de
San Francisco se ofrecía a estimular con aguja y electricidad dicho
músculo.
Dominadas
las unidades de acción, se pasaron 7 años combinando y superponiendo
movimientos. Llegaron a la conclusión de que hay 300 combinaciones de 2
músculos, si se añade un tercero son más de 400. Ellos consideraron
hasta 5 músculos de los que salen más de 10.000 configuraciones
visibles. La mayoría no tienen significado. Son muecas. Al trabajar con
cada una de las combinaciones averigüaron que más de 3000 podrían
significar.
En una entrevista para el libro Inteligencia intuitiva de M. Gladwell se sentó en su despacho frente al entrevistador y habló de esta guisa:
"La
unidad de acción número 4 puede hacerla todo el mundo" bajó el ceño
valiéndose del músculo depresor del entrecejo y el superciliar. "La
número 9 casi todo el mundo", arrugó la nariz mediante el elevador común
del ala de la nariz y del labio superior. "Cualquiera puede hacer la
5", contrajo el elevador del párpado superior, levantándolo.
El
investigador trataba de imitarle "hace ud muy bien la 5, cuano más
hundidos se tienen los ojos más difícil es hacerla. Y luego está la 7",
entrecerró los ojos. "La 12" sonrió activando el cigomático mayor.
Disparó hacia arriba la parte interna de las cejas: "es la unidad número
1, aflicción, angustia". Elevando la porción lateral del frontal, elevó
la mitad exterior de las cejas: "es la 2, es difícil pero no forma
parte de nada, salvo del teatro Kabuki. Una de mis favoritas es la 23,
consiste en apretar los labios, una muestra de ira que no falla, es muy
difícil hacerla involuntariamente".
Después Ekman comenzó a
superponer unidades de acción a fin de componer las expresiones faciales
más complicadas que son las que reconocemos en general como emociones.
La
expresión de felicidad es básicamente la suma de las unidades de acción
6 y 12: contracción de los músculos que levantan el carrillo (el
orbicular de los ojos y la porción orbitaria del nervio óptico) en
combinación con el cigomático mayor que sube las comisuras de los
labios.
La expresión de miedo se forma con las unidades de acción
1, 2 y 4, también la 5, la 20 pueden formar parte, así como la25, 26 y
27. El músculo que levanta la parte interna de la frente más el que
levanta la parte externa, más el que hace que baje la ceja, más el que
sube la parte superior del párpado, más el que estira los labios, más el
que suelta la mandíbula.
Ekman y Friesen organizaron todas estas
combinaciones, así como las reglas para leerlas e interpretarlas en el
Sistema de Codificación de las Acciones Faciales (FACS). En esta obra de
500 páginas se dan detalles de lo que se puede hacer con los labios
(alargarlos, acortarlos, estrecharlos, ensancharlos, aplanarlos,
abultarlos, apretarlos y estirarlos), los 4 cambios de la piel que hay
entre los ojos y las mejillas (protuberancias, ojeras, bolsas y
arrugas).
Los principios del FACS se han usado para analizar los
estados emocionales de las parejas que piden ayuda, o para otras
invesgitaciones desde la esquizofrenia a las cardiopatías. También las
han usado los animadores de Pixar en Toy Story y Dream Works en la película Shrek.
Dominar
por completo el FACS lleva mucho tiempo y esfuerzo y solo unos cientos
de personas en el mundo tienen certificación para usarlo en
investigación. Quienes la obtienen adquieren un nivel descomunal en la
percepción de los mensajes que nos enviamos mutuamente con los
aparentemente imperceptibles cambios en los músculos de nuestro rostro.
Famoso
es el análisis de que hizo Ekman cuando Bill Clinton se presentó a las
primarias en 1992: "Le vi una expresión que es una de mis favoritas, es
una mirada que parece decir: Mamá aquí me tienes con las manos en el
tarro de mermelada, quiéreme porque soy un pillo. Se trata de las
unidades de acción 12, 15, 17 y 22 con la mirada hacia arriba. Clinton
había contraido el cigomático mayor, la unidad 12, formando una sonrisa
clásica, y a continuación había bajado la comisura de los labios con el
triangular de los labios, la número 15, había doblado el mentoniano, la
número 17, que eleva la barbilla, luego había apretado ligeramente los
labios para formar la 24 y por último había elevado la mirada".
He sacado este texto de Bruno Patino, "La civilización de la memoria de pez" (2020). 9 segundos es el tiempo que dedicamos antes de decidir si un vídeo en internet nos interesa o mejor pasar a otra cosa. A partir de los 9 segundos el cerebro desengancha. Necesita otro estímulo, una nueva alerta, otra recomendación.
Y esos 9 segundos son el reto para el gigante Google ¿cómo hacer para seguir captando las miradas de una generación "distraída de la distracción por la distracción"?