Orpheus. Franz von Stuck, 1891 |
La
música está hecha de tiempo, como el hombre, como la palabra. Únicamente existe
en el momento en que se la ejecuta, en ese instante en que se la interpreta y
se la escucha, entonces vive la música o media entre los vivos y sirve para
comunicar almas. Nos afecta en ese momento que nunca es el mismo, con su valor
espiritual e inmediato.
El sentido de la música es esa
genialidad abstracta que agrada al oído, que no puede ser dicha, que sólo puede
ser representada mediante sonidos, mediante ritmos y significativos silencios,
y que no necesita ni de la imagen ni del concepto, aunque los soporte a su
lado.
Todo lo que hay en nosotros: la pasión, la
emoción, el sentimiento; todo lo que contiene nuestra mente: el miedo, la
ternura, el coraje, la melancolía, la piedad; el niño que hay en mí, la mujer
que hay en mí... todos los modos de ser de mi espíritu reclaman por amiga lo
que el pensamiento lógico no puede dar ni contener: esa tonalidad que el alma
reconoce como propia y que la reflexión mata.