La ciencia y la filosofía contemporáneas obligaron a revisar la concepción antropológica tradicional que sostiene que el ser humano está compuesto de dos sustancias: el cuerpo y el alma. Esta revisión afectó tanto al dualismo radical platónico -versionado después por Descartes, quien estableció la distinción entre Res cogitans y Res extensa- como al al hilemorfismo ariostotélico-tomista que apeló a dos principios ontológicos complementarios: el cuerpo como materia y el alma como forma informante de esa materia.
A los pensadores cristianos que no aceptaron ni el dualismo radical platónico-cartesiano ni el hilemorfismo aristotélico se les planteó entonces el problema de intentar armonizar ideas y creencias. Uno de ellos fue el filósofo Xavier Zubiri, que se enfrentó con la dificultad de conciliar su fe con su concepción del ser humano como unidad estructural de cuerpo y psique; entendida esta unidad no como el resultado de la adición de dos sustancias, el cuerpo y el alma, sino como estricta unidad psico-orgánica. Esta concepción antropológica conduce necesariamente a la idea de "muerte total", es decir, a la idea de que al morir, todo en el hombre muere, lo que implica la negación de un alma inmortal.
A los pensadores cristianos que no aceptaron ni el dualismo radical platónico-cartesiano ni el hilemorfismo aristotélico se les planteó entonces el problema de intentar armonizar ideas y creencias. Uno de ellos fue el filósofo Xavier Zubiri, que se enfrentó con la dificultad de conciliar su fe con su concepción del ser humano como unidad estructural de cuerpo y psique; entendida esta unidad no como el resultado de la adición de dos sustancias, el cuerpo y el alma, sino como estricta unidad psico-orgánica. Esta concepción antropológica conduce necesariamente a la idea de "muerte total", es decir, a la idea de que al morir, todo en el hombre muere, lo que implica la negación de un alma inmortal.