viernes, 5 de agosto de 2016

H. ARENDT, ACCION Y REVELACION DEL YO



MI LECTURA DE "LA CONDICIÓN HUMANA"

Ana Azanza

 En el mundo entero se acuerdan de Hannah Arendt, en especial en zona de conflicto (Palestina, Ucrania, Egipto.....), como lo demuestra este documental de 2015. Su figura se agiganta con el paso del tiempo, más bien encuentra el reconocimiento que se merece.
Hoy parece que nuestros contemporáneos la aprecian porque encuentran en ella inspiración para ejercer "el derecho a desobedecer", según reza el título del documental. 





Casualmente se acaba de estrenar en Estados Unidos la película “Vita Activa” 








que retrata la vida y obra de Hannah Arendt. Una filósofa que no quería ser llamada filósofa pero que lo es sin duda, y a mi entender acreditada precisamente por este libro que en español lleva el título “La condición humana”. Una obra que se puede presentar como lectura filosófica a cualquiera, porque es un libro que trata de lo que más nos puede interesar como seres humanos: en qué consiste y ha consistido ser humano y “cómo hemos llegado hasta aquí”.

1.                  LABOR, TRABAJO; ACCION

La palabra “Aquí” alude a la sociedad consumista y laboral en la que vivimos y que difícilmente cambiaríamos por ninguna otra del pasado ni tampoco por otra contemporánea donde no haya tantas comodidades. No obstante echamos en falta algunas cosas en nuestra sociedad avanzada y las reflexiones de Arendt ayudan a visualizar cuáles son nuestros puntos débiles.

En lugar de limitarse a definiciones de ser humano, hay muchas, el libro nos invita a la reflexión. Nos ilustra sobre las actividades propias de nuestra especie, ¿qué hacemos los seres humanos en la vida? Y salta a la vista la diversidad de acciones, todas importantes y todas necesarias pero cuya estima social ha cambiado a lo largo de la historia.

Primero se impone la distinción entre labor y trabajo. Labor comprende las actividades necesarias para el mantenimiento de la vida, son actividades rutinarias, repetitivas que no dejan nada tras de sí.
El trabajo consiste en fabricar cosas, objetos que constituyen el mundo en que vivimos, instrumentos para la vida o para fabricar otros instrumentos. No hay sociedad, no hay vida humana sin labor y sin trabajo, sin consumo y sin uso de objetos. En la actualidad decir estas cosas en una sociedad capitalista y consumista es demasiado evidente. Nuestra vida está organizada en torno al trabajo gracias al cual recibimos un salario que nos permite consumir, sobrevivir y comprar objetos que llenan nuestras casas y nos proporcionan un estatus social.

Fabricar, vender, comprar, cambiar.

El mercado es una especie de fantasma que domina hoy a los seres humanos, casi como el intelecto agente de nuestros tiempos. Hay que tener mucho cuidado con el mercado y los mercados, se caracterizan por su frágil equilibrio. Todo es “intercambiable”, todas las cosas tienen un precio y a no ser que alguien decida irse a la luna, vivimos metidos y dependientes de ese mercado.

Sin embargo labor y trabajo no son las únicas actividades humanas. Aunque comprar, usar, tirar para seguir comprando se haya transformado en el eje del mundo. La filósofa nos señala un tercer e interesante ámbito postergado: la acción y la palabra que la acompaña. ¿Qué es acción? Acción es la realización que revela a la persona, no fabrica nada, no construye un objeto ni da de comer, sólo nos distingue frente a los demás.

Podemos entender a qué se refiere si consideramos qué difícil por no decir imposible resulta definir a una persona. ¿Cómo definir QUIEN es alguien? Cuando intentamos definir a una persona concreta nos enredamos en enumeraciones de características que ese individuo comparte con otros y comprendemos que la lista de cualidades y defectos no es el quién que buscamos. El “quien” no puede decirse, sólo puede revelarse o apuntarse en la acción.

Vemos por donde “van los tiros”: en el mercado un consumidor es sustituible por otro. En la acción nadie tiene sustituto. Las circunstancias, los retos existenciales son propios e intransferibles, y todos los tenemos, de mayor o menor cuantía. Cada individuo de nuestra especie “homo sapiens” se enfrenta a sus propias circunstancias en las que se le pide “que esté a la altura”. Cada cual se revela en la acción.

Arendt apunta por aquí contra todos los determinismos que miran donde no es, puesto que la libertad no significa ni soberanía ni autosuficiencia. Para empezar nadie se ha hecho a sí mismo, al final de la vida sí nos encontramos con lo que hemos hecho, pero al principio nadie se da la vida, venimos al mundo sin que se nos haya consultado, no hemos elegido ninguna de las condiciones de nuestra existencia. ¡Vaya descubrimiento el de los determinismos!: genes, talentos, grupo social, época histórica, leyes físicas….todo nos ata y son condiciones de la vida. En ese marco de condiciones tomamos día a día nuestras decisiones.

Lo interesante de las acciones en las que mostramos quienes somos es que no dejan rastro. La acción es un empezar, una iniciativa que no se sabe donde acabará. El fabricante, el artesano, el artista hacen algo “que queda y dura”. Pero las acciones humanas pasan. A no ser que alguien las rememore, las estime dignas de consideración, y las ponga en verso, haga un poema y las repita por calles y plazas como los aedos en la antigua Grecia.

De un consumidor más no hay mucho que contar, consumiendo somos literalmente “nadie”. De ahí el vacío de una vida que nos acecha si nos dejamos llevar por el mundo que se nos impone. Por tanto a la acción va unido el discurso, las palabras que explican, narran, cuentan el hecho memorable el porqué y el cómo.

2. PLURALIDAD HUMANA

“Vita activa” da respuesta a algunas de las cuestiones más enigmáticas de nuestra condición. Por ejemplo cuando distingue las dos caras de la pluralidad humana: la igualdad y la distinción. Si los hombres no fueran iguales no podrían entendernos ni hacer nada juntos, Si los hombres no fueran distintos no necesitaríamos palabras para entendernos.

La alteridad está por todas partes en la naturaleza, no sabemos definir sin distinguir una cosa de otra. Pero no es lo mismo distinguir una cosa de otra que DISTINGUIR-SE, sólo la persona humana puede comunicar su propio yo, un yo que no es un qué sino un quién, por eso Hume no lo encontró en sus disquisiciones “para-metafísicas”. Sólo un yo puede comunicar algo más que sed, calor, frío, miedo…. En el ser humano la alteridad, la distinción se convierten en unicidad. La pluralidad humana consite en la paradójica pluralidad de seres únicos.

Mediante el discurso y la acción los seres humanos, hombres, mujeres nos diferenciamos, nos distinguimos en vez de ser sólo distintos, un caso más. Es lo propio del ser yo, soy y no soy un caso más de la especie, soy algo más, soy irrepetible. Y eso irrepetible se revela en la acción y la palabra que la acompaña. La emoción está en que la palabra sea coherente con la acción pero eso nos llevaría por otros derroteros que no interesan ahora.



Así nos presentamos ante los demás no como un “trozo de carne” sino como seres humanos porque tenemos una iniciativa. Es uno de las claves de “La condición humana”: una mujer no puede contener su iniciativa y seguir siendo humana. Un hombre que se deja dominar siempre y en todo por lo “social” renuncia a lo más propio. Es el escenario en el que nos vemos confrontados cuando predomina “lo masivo”. Podemos vivir sin laborar, en la antigüedad sólo los esclavos laboraban y además lo hacían fuera de las miradas ajenas, no tenía interés. Podemos ser un parásito social sin añadir nada al mundo, sin fabricar. Una vida sin laborar es humana, dice Arendt, aunque moleste, digo yo, pero una vida sin acción ni discurso está literalmente muerta para el mundo.

El mundo es el espacio en el que “aparecemos” mediante palabra y acción. La acción y la palabra que la acompaña no proceden de la necesidad como la labor ni de la utilidad como el trabajo. La presencia de otros nos estimula pero no nos condiciona. Enlaza con San Agustín, “para que hubiera un comienzo fue creado el hombre”. Antes del hombre no había iniciativa en el mundo. Cuando un niño llega al mundo es el comienzo de alguien no de algo. Una vida humana, un lapso de tiempo breve, una línea recta con un comienzo y un final. Esa línea rompe con la circularidad del cosmos. En la naturaleza todo gira y vuelve a empezar.

Cada recién nacido es un comienzo de vida capaz de acciones inesperadas, no deducibles de lo que haya ocurrido antes. Lo nuevo es siempre un milagro, algo que se sale de la estadística, algo admirable. De una nueva vida humana podemos esperar todo, algo singular ha llegado al mundo.

La acción humana corresponde al hecho de haber nacido.
El discurso corresponde al hecho de la distinción.
La realización de nuestra condición humana consiste en vivir como ser distinto y único entre iguales.

2.      3. ¿QUIÉN SOY YO?

La pregunta más difícil de contestar y que no puedo contestar por mí misma es ésta: “¿Quién eres tú?” La respuesta a esa pregunta se revela en el curso de una vida, en las palabras y las acciones y la contestará otro cuando yo me haya ido y no haya más que añadir a lo hecho. Eso queda y punto final. “Habré dado de sí” todo lo posible, mi tiempo se habrá acabado y serán los demás los que vean la totalidad y juzguen, sin que me pueda defender “ni matizar”.

Así ocurre en la historia, los que mejor la cuentan son los que están fuera y ven con distancia el conjunto del cuadro con referencia a lo que pasó después y donde acabó todo.

La acción por tanto procede de que somos el comienzo de algo. El discurso revela. La palabra expresa lo que se ha hecho, lo que se está haciendo y lo que se hará. Ninguna otra actividad humana tiene tanta necesidad de palabras como la acción, ni la labor ni el “hacer cosas”.
Lo interesante de la acción humana es que es una “especie de capa” que puedo descubrir en todo lo que hago sola o con otros. Cuando actúo no trato sólo de alcanzar un fin determinado. Lo más visible, la capa exterior es mi trabajo: “doy clase” es el medio,  “que aprendan” el fin. Pero entendemos aunque no hablemos de ello que somos humanos, y está claro que todos recordamos de nuestros profesores mucho mejor “quiénes” eran que “lo que nos explicaban”. Por eso decimos que aunque estemos siempre reunidos con otros en torno a intereses y objetivos, más profunda  es la revelación que sin buscarlo hacemos cada uno de nosotros de nuestra única y personal identidad. Esa revelación es lo no dicho y mediante ella hacemos nuestra aparición en el mundo.

No dispongo de mi “quién”. Mi “quien” está implícito en mi acción y probablemente el quien está más patente a los demás que a mí misma. Como el daimon que según los griegos cada persona llevamos sentado en nuestro hombro y los demás pueden ver cuando nos miran. No vemos nuestro propio genio sino el genio de los demás.


(Vivimos en contigüidad con otros y la acción necesita de la esfera pública para brillar. Hay en este punto una interesante distinción entre “acción que revela el quien” de la que venimos hablando y “buenas obras” en sentido cristiano. Las buenas obras se ocultan por definición, “que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda”. Es la diferencia entre el plano religioso y el plano político, las acciones necesitan del mundo.

Heráclito decía del oráculo que no revela ni oculta, da signos. Y cada cual interpreta como puede. Tiene algo de irritante la acción frente a lo fácil y cómodo que es hablar de labor, trabajo, cognición (ciencia), actividades productivas en general: “se hace así y así”.

Al hecho físico de que nuestras biografías se desarrollan en medio del mundo, de la calle, del vecindario, del trabajo…se le superpone otro “en medio de” igual de real aunque no tangible: nuestros hechos conforman la trama de las acciones humanas. El fallo de todos los materialismos es pasar por alto que los seres humanos se revelan con individuos discernibles incluso cuando se concentran en alcanzar un objetivo totalmente mundano.)

1 comentario:

  1. Hola, Luis. No sé si te acuerdas de mí. Me llamo Juan Puelles López, soy de Tenerife, vivo en La Laguna y nos conocimos hace algunos años en las Pirámides de Güímar durante una edición de su Festival de Cortos ; yo presenté un trabajo entonces, no recuerdo cuál. Recuerdo que hacía muy mal tiempo y que nos fuimos todos los presentes a comer a un restaurante de las cercanías. Luego nos volvimos a ver, en el 2007, en el Festival de Las Palmas.
    Siempre he sido un gran admirador de Hannah Arendt, incluso durante la época en que todo el mundo la ponía 'a parir' (valga la expresión) a causa de su fabuloso libro 'Eichmann en Jerusalén'. recientemente he podido ver la película sobre ella de Margarethe von Trotta, muy ajustada como todo el cine de esa mujer, que conozco bastante a fondo, y voy a bajarme también el documental que tú propones.
    Me he bajado muchas de tus publicaciones, e incluso recuerdo que una vez te critiqué una de ellas. No me preguntes más, como dice el famoso bolero.
    Recientemente estoy revisando un libro mío titulado 'El método científico en la historia del pensamiento', escrito hace algunos años pero no publicado todavía, con la intención de darlo a la luz. En él hago cita de algunos de tus textos. Igual te interesa que te envíe una copia de esta obra mía cuando haya terminado de revisarla. Así puedes darme tu opinión al respecto. No es prescriptivo. Gracias por todo. Saludos desde Tenerife.

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